Tizón

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Jorge siempre ha sido el líder indiscutible del grupo. Su presencia magnética, acompañada por una actitud arrogante y provocadora, atrae tanto admiradores como enemigos. Claudio, por otro lado, es más reservado, un músico apasionado y metódico que prefiere expresar sus emociones a través de sus manos sobre la guitarra. Aunque siempre ha habido una tensión palpable entre ellos, esa noche la presión entre los dos alcanza su punto máximo.

Esa tarde, mientras el sol se esconde detrás de los edificios viejos y desgastados del centro de Santiago, Jorge y Claudio se encuentran en el pequeño estudio de ensayo que comparten con el resto de la banda. La luz tenue apenas ilumina el lugar, y el aire huele a cigarrillos y cerveza barata. Claudio está afinando su guitarra, concentrado, mientras Jorge lo observa desde el otro lado de la habitación, con los brazos cruzados, recostado en la pared. El silencio es incómodo, denso.

—¿Qué te pasa hoy? —pregunta Jorge de repente, rompiendo la tensión. Su tono es despreocupado, pero sus ojos son intensos.

Claudio sigue afinando la guitarra, evitando la mirada de Jorge.

—Nada —responde finalmente, sin levantar la vista—. Solo estoy cansado.

Jorge se acerca lentamente, su caminar seguro, como si estuviera marcando un territorio invisible. Se detiene justo frente a Claudio, que sigue de espaldas, pero la energía entre ellos es tan palpable que cualquiera en la habitación podría sentirla. Jorge se agacha ligeramente, apoyando una mano en el amplificador de Claudio y la otra en su propio muslo.

—Mientes. Siempre mientes cuando dices que estás cansado —dice Jorge, con una media sonrisa, como si disfrutara del control que tiene sobre Claudio.

Claudio suelta un suspiro, finalmente levantando la vista para encontrarse con los ojos de Jorge. La frustración en su mirada es evidente, pero también hay algo más, algo que ha estado ocultando durante demasiado tiempo.

—¿Por qué haces esto? —Claudio suelta, su voz cargada de una mezcla de ira y deseo.

Jorge se inclina un poco más, hasta que sus rostros están a pocos centímetros el uno del otro.

—Porque me gusta ver cómo te pones así —responde, en voz baja, provocadora.

Claudio siente cómo se le acelera el corazón. Durante meses, tal vez incluso años, ha intentado ignorar la atracción que siente por Jorge. Ambos han compartido momentos íntimos, besos robados después de los ensayos, cuando el alcohol y la música los han llevado a esos lugares de vulnerabilidad. Pero Jorge siempre ha sido un caos, un huracán de emociones que no sabe controlar, mientras Claudio ha luchado por mantener sus propios sentimientos bajo control.

—No lo entiendo, Jorge. No puedes hacer esto y después pretender que no pasa nada —Claudio da un paso hacia atrás, alejándose ligeramente.

Jorge se ríe, un sonido bajo y sarcástico.

—Nunca pretendí que no pasara nada. Eres tú el que no lo quiere admitir.

El silencio se instala de nuevo en el estudio. Miguel, el baterista, entra en ese momento sin previo aviso, rompiendo la burbuja que los envolvía.

—¿Ya están listos? Tenemos que irnos —dice Miguel, sin darse cuenta de la tensión entre sus compañeros.

Jorge se aleja de Claudio, poniéndose derecho y lanzando una mirada rápida a Miguel. Luego se vuelve hacia Claudio, su expresión ahora más seria.

—Ven a buscarme antes de que te vayas, ¿quieres? —dice simplemente, como si fuera una petición trivial. Pero el tono de su voz y la forma en que sus ojos se clavan en los de Claudio le dicen lo contrario.

Claudio asiente, sin decir una palabra. Jorge se acerca una vez más, pero esta vez para dejar un beso rápido en los labios de Claudio, apenas un roce, antes de marcharse con Miguel.

Claudio se queda solo en el estudio, tratando de calmar el torbellino de emociones que lleva dentro. Recuerda los últimos meses, los momentos en los que Jorge ha sido más que solo su compañero de banda. A veces, cuando nadie los veía, Jorge lo besaba, lo tocaba, pero siempre se alejaba antes de que las cosas fueran más lejos. Era como un juego, uno que Claudio no entendía pero que, por alguna razón, no podía dejar.

Un par de horas más tarde, cuando la banda termina de tocar en un bar de mala muerte en el centro de Santiago, Claudio sale al callejón trasero. El aire frío de la noche lo envuelve, dándole un momento de respiro. Está a punto de irse cuando ve a Jorge apoyado contra la pared, fumando un cigarrillo. La luz de la luna refleja el brillo en su lengua perforada, algo que Claudio no había notado hasta esa noche.

—¿Vas a quedarte ahí parado o vas a hacer algo? —pregunta Jorge, sin quitarse el cigarrillo de los labios.

Claudio, sin pensarlo mucho más, se acerca a él. Sus labios se encuentran una vez más, pero esta vez no hay interrupciones. El beso es más profundo, más urgente, y la lengua perforada de Jorge roza la de Claudio, arrancándole un gemido que nunca pensó dejar escapar.

—¿Por qué siempre tienes que hacer todo tan complicado? —susurra Claudio entre besos.

Jorge se separa, sonriendo de manera provocadora.

—Porque las cosas simples no valen la pena.

Claudio lo mira por un momento antes de volver a besarlo. No sabe qué va a pasar después, pero por una vez, está dispuesto a dejar que Jorge lo lleve a ese caos que tanto teme.

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(💮🪱🪼) ¿Ustedes sabían que tengo una tendencia a reflejar mis deseos e impulsos en mis fanfics? Desde hace meses que quiero perforarme, pero es complicado eso de la cicatrización; sin embargo, sigue siendo mi sueño.

(💮🪱🪼) Jorge, con la lengua perforada, me hace sentir cositas. 🫦

Cuentos de amor de locura y muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora