—¡Sanderson! —el grito ensordecedor de Cupido resonaba por los pasillos de la Torre Pixie, un imponente edificio de cristal que se alzaba en el centro del Mundo Pixie—. ¡Abre esta maldita puerta ahora mismo!
Los nudillos de Cupido golpeaban la madera con una fuerza que no se habría esperado de alguien tan pequeño y angelical. Dentro de la oficina, Sanderson, con su traje inmaculadamente gris y su cabello peinado con la precisión de un reloj suizo, levantó la vista lentamente de los documentos que revisaba. Sus ojos azules brillantes se mantuvieron fijos en la puerta, pero su expresión seguía siendo la misma: apática, como si el griterío del otro lado tan solo fuera una ligera molestia.
—Pasa, Cupido —dijo al fin, sin un ápice de emoción en su tono mientras hacía un gesto con la mano, liberando la cerradura mágica.
Cupido irrumpió en la habitación con la fuerza de un vendaval, empujando a Sanderson sin siquiera detenerse a mirarlo.
—¿Dónde demonios está Alec? —vociferó, las mejillas sonrojadas no de amor, sino de una furia hirviente—. Te dije que dejaras de meter a nuestra hija en tus asuntos turbios, ¡y ahora ambos están desaparecidos!
El pixie oficinista observó cómo un par de hojas caían lentamente de su escritorio debido al arrebato de Cupido. Con una calma glacial, se inclinó para recogerlas, como si aquello fuera más importante que el furibundo ángel rosado frente a él.
—¿Qué es lo que ocurrió exactamente? —preguntó, sin molestarse siquiera en mirarlo a los ojos.
—¡No te hagas el inocente! —espetó Cupido, tirando una hoja perfumada sobre la mesa con la teatralidad de quien lanza una carta en una partida de póker.
La nota, hecha con letras recortadas de revistas, formaba un mensaje críptico: "Juntos deben reunir las pistas y llegar a un lugar secreto. La clave es simple, solo deben volver al inicio".
—¡Secuestro! ¡Claramente es un secuestro! —exclamó Cupido, gesticulando de manera tan estruendosa que parecía que iba a despegar del suelo con sus propias alas—. Todo esto es culpa tuya. ¡Siempre que se trata de ti y Alec, hay problemas!
Sanderson dejó escapar un suspiro tan leve que, de no estar tan atento a cada palabra, Cupido ni lo habría notado. Se inclinó hacia atrás en su silla y, con su tono característicamente monótono, respondió:
—Todo comenzó en Río de Janeiro.
Cupido parpadeó, su furia instantáneamente fue reemplazada por confusión.
—¿Qué diablos tiene que ver Río en esto? —gruñó, frustrado por la aparente indiferencia de Sanderson.
El pixie esbozó una leve sonrisa, casi imperceptible, pero ahí estaba. Y el ángel lo notó. Oh, claro que lo notó.
—Es donde comenzó todo, Cupido —respondió, como si fuera obvio—. Es donde debemos comenzar la búsqueda.
El rostro de Cupido pasó de la sorpresa a la exasperación en cuestión de segundos, pero aunque odiaba admitirlo, Sanderson tenía razón. No le gustaba. De hecho, lo detestaba. Pero lo necesitaba.
—¡Maldito seas, pixie arrogante! —murmuró mientras salía, lanzando una última mirada al oficinista antes de marcharse—. ¡Será mejor que no metas la pata esta vez!— espeto furiosamente.
Sanderson se levantó lentamente, ajustándose el traje con la misma precisión que había mostrado durante toda la conversación, y murmuró para sí mismo:
—Nunca lo hago.
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░[ PIXIE LOVE]░ ➼ ➼ Cuando Cupido Dispara Dos Veces ♥ ░░
Fanfic"Cuando el impredecible Cupido y el metódico Sanderson son forzados a colaborar en una serie de pruebas imposibles, ambos descubren que la tensión entre ellos va mucho más allá de su rivalidad sentimental. Lo que comienza como una simple misión por...