Capítulo 42 "Estoy roto"

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El albino corría por las calles bajo un cielo gris y nublado, mientras una lluvia de basura caía sobre él. Las latas de soda golpeaban su espalda y cabeza, y sus manos esposadas hacían casi imposible que mantuviera el equilibrio.

-¡Buuuh, Jimstopher!

-¡Eres una basura! ¡Asesino!

-¡Decepcionante!

Lo único que podía gritar Jimstopher era: "¡Yo no lo hice! ¡Jamás asesinaría a mi padre!". Miró hacia un callejón y sus ojos se cruzaron con los de Esteban Tavares, que lo observaba con confusión. La vergüenza lo consumió aún más. ¿Le creería Esteban?

Esa duda lo impulsó a correr más rápido. De repente, se dio cuenta de que ya no llevaba las esposas. Sus manos, ahora libres, se agitaban en puños a los costados mientras corría inclinado, con la cabeza gacha. Los gritos de la multitud se fusionaron en un solo clamor de desesperación, y el que lo perseguía, Jerry, lo seguía de cerca.

-¡Señor Crystal! ¡Señor Crystal!

-¡Yo no fui! ¡Yo no lo hice!

-¡Señor, deténgase, todo está bien!
¡Señor Crystal!

-¡Dejen de seguirme!

-¡Soy solo yo, señor Crystal!

Jerry, su asistente, corría tras él por las calles, tan desesperado como el propio Crystal. El albino huía, su mente envuelta en confusión, mientras Jerry, agitado, hacía todo lo posible por alcanzarlo, temiendo lo que podría suceder si no lo detenía.

Finalmente llegaron a la mansión. Crystal, varios metros por delante de Jerry, cerraba cada puerta con desesperación mientras corría, obligando a su asistente a abrirlas apresuradamente para poder alcanzarlo.

-¡Señor Crystal! ¡Hablemos!

-¡Déjenme!

-¡Soy solo yo, señor Crystal! ¡Jerry!

-¡No finjas, Jerry! ¡No finjas que todo sigue siendo normal!

-¡No me importa si es usted quien dice ser o no! ¡Es mi jefe y debo cuidarlo!

Crystal lo ignoró, acelerando su paso, subiendo las escaleras de la mansión hasta el último piso, sin mirar atrás.

Llegó al último piso, jadeando, mientras cerraba la puerta de golpe tras de sí. Se apoyó contra ella, sus manos temblorosas buscando el seguro para bloquearla, pero antes de que pudiera girarlo, Jerry llegó, empujando la puerta con fuerza.

-¡Señor Crystal, por favor! -gritó Jerry mientras entraba a la habitación, agitado-. ¡Déjeme ayudarlo!

-¡Basta! ¿Quieres ser mi cómplice o qué?

-¡Usted no ha hecho nada malo, señor Crystal! ¡Eso es lo que usted gritaba hace unos minutos!

-¡No puedo más, Jerry! ¡Basta, no me hables, basta!

-¡Señor, soy su asistente, es mi deber ayudarlo!

-¿Asistente de quién? ¡¿De alguien que no existe?!

Jerry se quedó en silencio, tratando de mantener la calma. Entre los dos, sabía que era él quien debía conservar la cordura y ofrecer apoyo.

-Jimmy Crystal... Christopher Oxford... No me importa, usted es mi jefe.

Los ojos celestes de Crystal brillaban llenos de lágrimas, su ropa estaba desarreglada, y su cabello revuelto después de la frenética carrera. Su mente parecía ausente, desorientada, cuando de repente corrió hacia el vidrio de la habitación.

Sing Dream on (parte 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora