Capitulo XXVI

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Me despierto sobresaltada. Creo que acabo de rodar por las escaleras en sueños y me incorporo como un resorte, momentáneamente desorientada. Es de noche y estoy sola en la cama de ____. Algo me ha despertado, algún pensamiento angustioso. Echo un vistazo al despertador que tiene en la mesita. Son las cinco de la mañana, pero me siento descansada. ¿Por qué? Ah, será por la diferencia horaria; en Georgia serían las ocho. Madre mía, tengo que tomarme la píldora.

Salgo de la cama, agradecida de que algo me haya despertado. Oigo a lo lejos el piano. ____ está tocando. Eso no me lo pierdo. Me encanta verla tocar. Desnuda, tomo el albornoz de la silla y salgo despacio al pasillo mientras me lo pongo, escuchando el sonido mágico del lamento melodioso que proviene del salón. En la estancia a oscuras, ____ toca, sentada en medio de una burbuja de luz que despide destellos cobrizos de su pelo. Parece que va desnuda, pero yo sé que lleva los pantalones del pijama.

Está concentrada, tocando maravillosamente, absorta en la melancolía de la música. Indecisa, la observo entre las sombras; no quiero interrumpirla. Me gustaría abrazarla. Parece perdida, incluso abatida, y tremendamente sola... o quizá sea la música, que rezuma tristeza. Termina la pieza, hace una pausa de medio segundo y empieza a tocarla otra vez. Me acerco a ella con cautela, como la polilla a la luz... la idea me hace sonreír. Alza la vista hacia mí y frunce el ceño, antes de centrarse de nuevo en sus manos. Mierda, ¿se habrá enfadado porque la molesto?

"Deberías estar durmiendo" me reprende suavemente. Sé que algo lo preocupa.

"Y tú" replico con menos suavidad. Vuelve a alzar la vista, esbozando una sonrisa.

"¿Me está regañando, señorita Johansson?"

"Sí, señora Evans."

"No puedo dormir" me contesta ceñuda, y detecto de nuevo en su cara un asomo de irritación o de enfado. ¿Conmigo? Seguramente no. Ignoro la expresión de su rostro y, armándome de valor, me siento a su lado en la banqueta del piano y apoyo la cabeza en su hombro desnudo para observar cómo sus dedos ágiles y diestros acarician las teclas. Hace una pausa apenas perceptible y prosigue hasta el final de la pieza.

"¿Qué era lo que tocabas?"

"Chopin. Op. 28. Preludio n.º 4 en mi menor, por si te interesa" murmura.

"Siempre me interesa lo que tú haces." Se vuelve y me da un beso en el pelo.

"Siento haberte despertado."

"No has sido tú. Toca la otra."

"¿La otra?"

"La pieza de Bach que tocaste la primera noche que me quedé aquí."

"Ah, la de Marcello." Empieza a tocar lenta, pausadamente.

Noto el movimiento de sus manos en el hombro en el que me apoyo, y cierro los ojos. Las notas tristes y conmovedoras nos envuelven poco a poco y resuenan en las paredes. Es una pieza de asombrosa belleza, más triste aún que la de Chopin; me dejo llevar por la hermosura del lamento. En cierta medida, refleja cómo me siento. El hondo y punzante anhelo que siento de conocer mejor a esta mujer extraordinaria, de intentar comprender su tristeza. La pieza termina demasiado pronto.

"¿Por qué solo tocas música triste?" Me incorporo en el asiento y la veo encogerse de hombros, recelosa, en respuesta a mi pregunta. "¿Así que solo tenías seis años cuando empezaste a tocar?" inquiero. Asiente con la cabeza, aún más recelosa. Al poco, añade:

"Aprendí a tocar para complacer a mi nueva madre."

"¿Para encajar en la familia perfecta?"

"Sí, algo así" contesta evasiva. "¿Por qué estás despierta? ¿No necesitas recuperarte de los excesos de ayer?"

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⏰ Última actualización: Sep 25 ⏰

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Fifty Shades of You (Scarlett Johansson y Tu g!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora