Refugio en la Tormenta

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Mientras exploraban las Montañas de Liyue, el grupo disfrutaba de la frescura del aire y de la belleza del paisaje. La risa de Kaeya resonaba mientras señalaba a un grupo de aves coloridas volando en círculos, y Albedo tomaba notas sobre las plantas que encontraban. Baizhu y Il Dottore, un poco más atrás, compartían conversaciones más profundas, como si el mundo exterior se desvaneciera a su alrededor.

Sin embargo, de repente, el cielo se oscureció. Un trueno retumbó en la distancia, y la lluvia comenzó a caer, inicialmente suave, pero rápidamente se transformó en un torrente. El grupo, sorprendido, buscó refugio.

—¡Hacia la cueva! —gritó Kaeya, señalando un claro en la montaña.

Corrieron hacia la entrada de la cueva, empapándose en el camino. Al entrar, la oscuridad los envolvió, pero la seguridad del refugio era reconfortante. Se sacudieron el agua y se reunieron en un pequeño rincón seco, mientras la lluvia golpeaba con fuerza la entrada.

Baizhu se apoyó contra la pared fría de la cueva, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. Miró a Il Dottore, que se secaba el cabello con una mano, sus ojos brillando con la luz tenue que entraba desde la entrada.

—Parece que estaremos aquí un rato —dijo Baizhu, intentando romper la tensión.

Il Dottore sonrió débilmente.

—Supongo que sí. Aunque esto podría ser una buena oportunidad para observar las formaciones de roca y la biología de este lugar.

Baizhu soltó una risa suave, sintiendo la familiaridad que compartían. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba y la lluvia no cesaba, la atmósfera se volvió más íntima. El sonido del agua cayendo era casi hipnótico, y el espacio reducido los forzaba a estar más cerca.

—¿Cómo te sientes, Il? —preguntó Baizhu, mirándolo con preocupación—. Ha sido un día agotador.

—Un poco… atrapado, en cierto sentido —respondió Il Dottore, bajando la mirada—. He pasado tanto tiempo enfocado en mis experimentos que olvidé cómo disfrutar de estos momentos.

Baizhu sintió una punzada de tristeza al escuchar eso. Se acercó un poco más, buscando el contacto físico que habían comenzado a compartir.

—No estás solo, ¿sabes? —dijo, su voz suave—. Estamos aquí contigo. Y me alegra que hayas decidido unirte a esta aventura.

Il Dottore lo miró a los ojos, la conexión entre ellos palpable. Era un momento vulnerable, donde las barreras que normalmente mantenían se desvanecían.

—Gracias, Baizhu. No sé qué haría sin ti. Tu presencia me recuerda que hay más en la vida que solo trabajo.

Baizhu sonrió, sintiéndose aliviado. Sabía que esta aventura había sido un paso importante para ambos.

—Y tú me inspiras a ver el mundo desde una perspectiva diferente. A veces, el conocimiento no se encuentra solo en los libros, sino en las experiencias.

El aire se volvió denso, y Baizhu sintió que su corazón latía más fuerte. Se dieron cuenta de lo mucho que se necesitaban el uno al otro. Fue un momento de silencio, pero lleno de significado.

De repente, un estruendo de trueno resonó afuera, y ambos se sobresaltaron. Il Dottore rió suavemente, como si la naturaleza fuera un niño travieso.

—Supongo que esto no es exactamente un ambiente romántico —dijo, intentando suavizar la tensión.

—Quizás no, pero está lejos de ser aburrido —replicó Baizhu, su sonrisa iluminando el rostro de Il Dottore—. Además, estoy aquí contigo, y eso lo hace especial.

Mientras la lluvia seguía golpeando, se acomodaron más cerca, compartiendo su calor. La oscuridad de la cueva los envolvía, pero dentro de ella, encontraron un refugio de conexión y entendimiento.

—Te prometo que cuando todo esto termine, haré un experimento sobre el impacto de la lluvia en la vegetación de esta región —dijo Il Dottore, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y seriedad.

—¿Y yo qué haré? —preguntó Baizhu, riendo—. Solo observarte y asegurarme de que no te olvides de comer.

Il Dottore rió, sintiéndose más ligero. La tensión que había acumulado en su pecho comenzó a desvanecerse, reemplazada por una calidez que no podía ignorar.

A medida que la lluvia continuaba, comenzaron a compartir historias de sus vidas. Hablaron de sus sueños, sus miedos, y lo que esperaban del futuro. Cada palabra parecía entrelazarse con la otra, fortaleciendo el vínculo que estaban formando.

—Siempre he admirado tu dedicación a la medicina —dijo Il Dottore—. A veces pienso que me gustaría ser más como tú, menos obsesionado y más… presente.

Baizhu sintió un escalofrío de emoción al escuchar esas palabras.

—Y yo admiro tu pasión por el conocimiento, aunque a veces se convierta en una carga. Pero juntos podemos encontrar un equilibrio —respondió, acercándose un poco más.

En ese instante, Baizhu sintió que el mundo exterior se desvanecía. La lluvia, el trueno, la oscuridad; todo se volvió irrelevante. Solo existían ellos dos, en un rincón de la cueva, compartiendo no solo espacio, sino también sus corazones.

Finalmente, Il Dottore tomó la mano de Baizhu, un gesto simple pero poderoso. Sus miradas se encontraron, y en ese instante, el miedo y la incertidumbre se desvanecieron.

—No quiero perder esta conexión —dijo Il Dottore, su voz un susurro—. Quiero seguir explorando este nuevo camino contigo.

Baizhu sonrió, sintiendo que su propio corazón respondía.

—Lo haremos juntos. Esta aventura es solo el comienzo.

Y así, mientras la tormenta rugía afuera, se encontraron en un momento de paz. El calor de su conexión creció, creando un refugio en medio del caos. La relación entre Baizhu e Il Dottore florecía, unida por el respeto, la amistad y un amor incipiente que prometía ser tan profundo como los secretos que aún quedaban por descubrir.

Entre Venenos y Curaciones [Baizhu x Il Dottore]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora