Ambientada en la temporada 3/4, Elena siente una extraña atracción a su alrededor, casi como si fueran los dos extremos opuestos de un imán. Siente que cobra vida al ver a su peor enemigo, y lo odia. Se odia a sí misma por ello, porque no tiene ning...
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—Bueno, miren quién decidió aparecer. ¿Tienen el roble blanco restante? —Su voz fue lo primero que la saludó cuando entró en la casa que ahora le resultaba familiar.
—Klaus, yo... yo no sabía qué planeaban hacer. —Sintió una sensación de déjà vu, la frustración de las mismas dudas, las mismas conversaciones la estaban matando en ese momento.
Él suspiró ante sus palabras, y ella lo miró atentamente, con los hombros tensos y una expresión de enojo en sus ojos, aunque la disimulaba bien con el vaso de whisky.
—¿Un trago? —preguntó él y ella negó con la cabeza—. Bueno, entremos y hablemos allí. Ella se puso a caminar a su lado y pasó por una habitación que estaban limpiando.
Ella lo sorprendió mirándola, como si estuviera midiendo su reacción ante la cámara de tortura que había empleado para su amiga.
El aire entre ellos era denso, ninguno sabía qué decirle al otro, los acontecimientos del día los agobiaban. Estaban en el mismo estudio en el que habían estado todas esas semanas atrás, cuando ella había ido a verlo por primera vez, cuando había visto su cuadro por primera vez, el momento en que había comenzado a ver las grietas en su duro exterior.
Ella caminó hacia el sofá, mientras él tomaba el mismo asiento que esa noche, frente a ella, sus ojos azules brillaban con rabia controlada al mismo tiempo que indicios de deseo se acumulaban en sus ojos.
Desde Nueva York, las cosas habían estado tensas entre ellos, sus discusiones y mentiras habían abierto una grieta en su ya frágil relación.
—¿Lo sabías? —Sus palabras atravesaron el aire como una espada, y ella sintió ganas de encogerse entre los cojines mientras sus ojos la perforaban, como si quisiera sacarle la verdad a la fuerza.
—Sí, pero no lo sabía todo. Sabía que tenían los riesgos, pero pensé que los había convencido de no usarlos. ¿Sabías que Rebekah se llevaría a Damon?
-No, no me dijo nada.
—Está bien. —Se acomodó aún más en el sofá, levantando los pies; sintió un extraño dolor en ellos mientras él fruncía el ceño.
