Gen N° XVIII

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Cuando Eijirō se despertó, una extraña sensación lo invadió. Algo en el ambiente era diferente, aunque no lograba identificar qué era. Se sentó lentamente, notando que su cuerpo se sentía pesado, como si una esfera de hierro estuviera descansando en su interior. El eco de la confusión lo rodeaba, y su mente trataba de aclarar lo que había sucedido antes de perder el conocimiento.

A su alrededor, la habitación estaba iluminada por una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas. Escaneó el espacio en silencio, buscando cualquier indicio de que alguien hubiera estado allí. Los muebles estaban ordenados y la cama estaba hecha, pero había un silencio inquietante que lo inquietaba. Todo estaba en su lugar, y eso solo aumentaba su ansiedad.

Se llevó una mano a la cabeza, sintiendo una ligera punzada en el área donde había sido herido. Recordó fragmentos vagos: un grito, el sonido de un disparo, y luego nada. La calma de la habitación contrastaba con la tormenta de preguntas que se agolpaban en su mente. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado con Bakugō y los demás?

La inquietud lo empujó a levantarse, sintiendo que cada movimiento requería un esfuerzo adicional. Tenía que averiguar qué había ocurrido, y el hecho de que todo pareciera tan tranquilo lo llenaba de una inquietud palpable. Se acercó a la puerta, escuchando atentamente. Fuera, el murmullo de voces lejanas apenas era perceptible. ¿Era su imaginación, o había algo más en juego?

Respiró hondo y, al abrir la puerta, el aire fresco le golpeó la cara, llevándose un poco de la pesadez que había sentido en su interior. Se asomó al pasillo, viendo que estaba desierto. La luz del sol entraba por las ventanas, pero la atmósfera parecía cargada de tensión.

Eijirō decidió avanzar cautelosamente, cada paso resonando en el silencio. La sensación de que algo siniestro estaba por aparecer lo perseguía. Con cada esquina que giraba, el miedo comenzaba a afianzarse en su pecho. Necesitaba respuestas, y lo más importante, necesitaba asegurarse de que Bakugō y los demás estuvieran a salvo.

─¡Bakugō! ─llamó, su voz resonando en la soledad. No hubo respuesta.

La incertidumbre creció en su interior, y su instinto le decía que debía apresurarse. No sabía qué había ocurrido en su ausencia, pero el aire cargado de tensión y la ausencia de Bakugō lo empujaron hacia adelante. Tenía que encontrarlo, tenía que asegurarse de que todo estuviera bien, porque a pesar de la calma que lo rodeaba, el peligro siempre acechaba en las sombras.

Siguió caminando pero no encontró a nadie incluso había logrado llegar a recepción del lugar pero no había rastro alguna de vida excepto la suya. Otra punzada a su cabeza le revolvió el estómago con ganas de vomitar posiblemente bilis, hizo una mueca caminando se regresó a su habitación...

¿Habitación? Pero si estaba en un hospital pensó viendo el pasillo con azulejos blancos y otros tonos crema al rededor. Kirishima se estremeció cuando escucho un rugido aterrador seguido de más ruido como si alguien estuviera luchando hubo más gritos desgarradores que le calo hasta el alma, el pelirrojo se asustó un poco por el dolor impreso en ese grito.

─¡NO! ¡POR FAVOR!

Después de un tiempo el ruido cesó y Eijirō reanudó su caminata más que dispuesto a refugiarse en su cama.

| New Era: Mandatory Hybrids | BKKR  BY IllumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora