C A P Í T U L O - 0 8 :

4 0 0
                                    

Aitana.

Domingo, 07 de Julio. 13:45 P.M

La habitación es sencilla, cómoda y bastante bonita. Está decorada en tonos grises y rosados, las paredes son blancas menos la del cabecero que tiene un papel pintado. Al abrir la puerta se puede ver en la pared izquierda un tocador, con dos columnas a cada lado. En la pared derecha está el armario, con dos espejos enormes en las puertas, luego la cama con una mesita a cada lado y la televisión colgada en frente. La pared libre, frente a la puerta, le da toda la luz a la habitación porque tiene una gran ventana, con un pequeño banquito bajo ella que está repleto de cojines.

Me encuentro encerrada bajo llave desde anoche y he tenido tiempo de sobra para darme cuenta de que está muy bien amueblada, no falta nada; hay desde libros hasta ropa, colonias, maquillaje, zapatos...pero ninguna foto, ni señal de que alguien la haya usado. Sinceramente creo que hicieron salir a Rocío de aquí y se llevó sus cosas, porque de lo contrario no me explico para que tener una habitación tan completa si nadie la ocupa.

Está mañana José me trajo el desayuno pero lo saqué de malas maneras y solo conseguí que dos minutos después su padre me regañara a gritos detrás de la puerta. Asique me sorprende que de nuevo venga a buscarme; me observa parado junto al marco de la puerta. Estoy sentada en el banco bajo la ventana, el resto de la habitación está intacta.

-Espero que hayas de opinión, la comida estará en unos minutos. Tu abuelo quiere que bajes a comer, con la familia. –Ruedo los ojos y regreso la mirada a la calle.

-¿Acaso es tan difícil de entender que no quiero estar aquí? Mi madre ha muerto, mis abuelos y Ramón no están, no puedo ver a mi mejor amiga y vosotros me tenéis encerrada entre estas cuatro paredes. –Suspira, por el reflejo del cristal veo que se pasa las manos por la cara y duda si acercarse.

-¡Esto no es fácil para nadie! Llevo diecisiete años creyendo que estabas muerta y ahora, de la noche a la mañana, descubro que no es así. ¿Cómo crees que estoy yo? ¿Acaso piensas que esto no me afecta? ¿Qué mi vida no ha cambiado? –Vacilo, no puedo sentir pena por él. Abandonó a mi madre, me quiso matar...no merece nada de mí.

-Nada tiene porque cambiar; para ti yo nunca nací y para mi tu nunca apareciste. –Sentencio, me pongo de pie y le doy la espalda.

-Solo te pido que me des una oportunidad, intentémoslo. –Me rio, ¿pero cómo puede ser tan sinvergüenza? Se acerca, pero hago todo para mantenerme alejada.

-Ella lo hizo, ¿y sabes qué le diste? Dinero, para matarme y después la abandonaste. Ese día nos perdiste a las dos. –Mi respuesta le duele, se le nota, pero hace por mantenerse firme.

-Es una lástima que pienses así, podrías ser la consentida de la familia. Podrías tener todo lo que pidieras, el mundo a tus pies...pero tu misma. –Se marcha cerrando de un portazo.

El tiempo ya pasó, se me paró el reloj. Aquella niña que anhelaba a su papá murió, cuando vio a mamá sufrir por él. La sedujo, la engañó y la abandonó. Y ahora pagará por ello, ahora sufrirá cuanto sufrió ella. ¿Quiere una hija? La tendrá y sufrirá como un desgraciado cuando la pierda. Solo así sentirá una pequeña parte de lo que mi madre pasó.

-¿Todavía puedo comer con vosotros? -Me detengo al final de la escalera, aferrándome a la barandilla, captado la atención de todos los presentes.

-Ven aquí. –Rafael palmea la silla que hay a su derecha, vacía.

-Gracias. –La madre de Rocío me sirve la comida, cuando ve mis intenciones de hacerlo yo.

Prácticamente ninguno de los jóvenes hablamos. Disfrutamos de la comida en silencio, pero sin dejar de observarnos unos a otros. Mi prima, porque a ella no me molesta llamarla así, es la más sorprendida por mi actitud. Si de verdad quiero hacerles creer que voy a intentarlo debo parecer sincera, de esa manera podré tener algo de libertad; eso incluye salir y ver a Lorena, que debe estarse volviendo loca.

El despertar de Aitana I Yovana PérezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora