C A P Í T U L O - 0 5 :

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Aitana.

Domingo, 23 de Junio. 06:45. A.M

El autobús se detiene frente a la puerta de nuestro instituto, la mayoría de los padres ya están esperando. Deberíamos haber salido más tarde, pero el tiempo predijo que se avecinaba una tormenta y los profesores no querían correr el riesgo de que nos quedásemos atrapados en plena carretera. 

El silencio reina en el vehículo, la mayoría están dormidos y los que no, vamos con el teléfono u otra distracción. Aparto la cortina y busco a mi madre entre la gente pero no consigo encontrarla, tampoco veo a Ramón por ningún lado. ¿Serán qué no leyeron mi mensaje? Abro mi whatsapp y suspiro, ambos me salen en gris. Joder. 

Mi compañero apoya su barbilla en mi hombro izquierdo y sonríe, me rio bajito y agacho la cabeza. Ay, Aarón, me vas a volver loca. Pasa la mano por mi cabello, despeinándome, le miro con ojos de asesina y él se ríe de buena gana. Se ve tranquilo. Vistos desde fuera podríamos parecer incluso amigos. Después comenzamos a bajar del autobús, uno detrás de otro, y recogemos nuestras maletas.

-Presiento que va a ser el mejor verano de nuestra vida, ya lo verás. –Ruedo los ojos, Lorena vive por y para las vacaciones de verano.

-Sí, bueno, lo mismo dijimos del campamento y mira como terminamos. –Ambas nos reímos viendo mi tobillo vendado y mi rodilla raspada.

-Daños colaterales, tía. –Levanto las cejas, ella se ríe y me da con el puño en el hombro.

Su rostro se va palideciendo poco a poco, hasta tomar un color completamente blanco. ¿Acaso vio un fantasma? Frunzo el ceño, doy media vuelta y busco entre la gente la razón para que se haya puesto blanca como un copo de nieve. Ramón, oh dios mío. ¿Qué le pasó? Tiro la maleta y corro hacia él, sin importarme el dolor. Tiene la cara golpeada, ¿lo asaltaron?

-¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? –Pregunto alarmada por su estado.

-Estoy bien, tranquila. Siento no haber podido contestar tus llamadas, pero me dieron el alta ayer. ¿Ha pasado algo? –Niego, yo estoy mintiendo pero él también.

-¿Mamá no ha venido? –Busco tras él, pero no está.

El hombre que me ha cuidado desde que tengo uso de razón se muerde los labios y agacha la cabeza para ocultar las lágrimas. Intenta contenerse, pero son más fuertes que él y aunque trata de borrarlas con las palmas de sus manos no puede. El corazón me late muy rápido y siento un nudo formarse en mi garganta.

-¿Dónde está mi madre? Ramón, ¿Dónde está? –La desesperación se refleja en mi grito y Lorena me sostiene cuando comienzo a llorar.

-Anoche sufrió un accidente y está hospitalizada. –Niego, él me abraza como si me fuera a romper.

-Mi mamá no, ella no. –Lloro desconsolada entre sus brazos.

-Soy la última persona que quiere decirte esto, amo a tu madre y te adoro a ti, sois mi familia. Y créeme que daría lo que fuera, incluso mi vida, pero no podemos hacer nada por ella. Está esperándote, está luchando para poder verte por última vez. –La última frase se pierde en un susurro.

Entonces un grito desgarrador y alarmante sale de mi boca captando la atención de todos los presentes. Lloro y grito sin control entre los brazos de Ramón, tanto que termino de rodillas en el suelo con Lorena y él abrazándome. Rocío y Susana se acercan corriendo, aunque no entienden nada, Lorena les dice algo y ni siquiera sé lo que es. Quiero ver a mi madre, ella no puede morirse. No me puede dejar, mi mama no. ¡Ella no!

La madre de Lorena se ofrece a llevarnos, Ramón no puede conducir; parece que las costillas le duelen. ¿Qué demonios ha pasado? En cuanto llegamos al hospital bajo del coche y corro hacia el interior. Ramón me alcanza y me guía hasta la habitación donde ella está, junto a la puerta hay un ventanal transparente y puedo verla desde fuera. Tiene puesta una mascarilla de oxigeno y muchos cables a su alrededor. ¿Qué le han hecho a mi mamá? Pego mi mano al cristal y el llanto regresa, un doctor sale de la habitación y se fija en mí.

El despertar de Aitana I Yovana PérezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora