Ana y Carlos habían sido novios durante tres años. Todo parecía perfecto en su relación, hasta que Carlos recibió una beca para estudiar en una universidad de Estados Unidos.
—Ana, tengo que irme —dijo Carlos, con lágrimas en los ojos—. Es una oportunidad que no puedo dejar pasar.
Ana se sintió devastada.
—¿Cómo voy a vivir sin ti? —preguntó, abrazándolo fuertemente.
Carlos la consoló.
—Estaremos en contacto constantemente. Te prometo que esto nos hará más fuertes.
Ana se esforzó por entender, pero la idea de estar separada de Carlos durante años era insoportable.
El día de la partida llegó. Ana acompañó a Carlos al aeropuerto, tratando de contener las lágrimas.
—Te amo —dijo Carlos, besándola—. No te olvidaré.
Ana sonrió débilmente.
—Te amo también. Regresa pronto.
Carlos se alejó, desapareciendo en la multitud. Ana se quedó sola, sintiendo un vacío inmenso.
Los primeros días fueron difíciles. Ana se sentía perdida sin Carlos. Pero con el tiempo, comenzó a adaptarse. Empezó a estudiar más, se unió a un club de voluntariado y se hizo nueva amistades.
Carlos y Ana se comunicaban diariamente por video llamadas y mensajes. Carlos le contaba sobre su vida en Estados Unidos, y Ana sobre su vida en casa.
Pero a medida que pasaban los meses, Ana comenzó a sentirse insegura. ¿Qué pasaría si Carlos se olvidaba de ella? ¿Qué pasaría si conocía a alguien más?
Un día, Carlos le envió un paquete. Dentro, Ana encontró una carta y un anillo.
—Ana, desde que me fui, he pensado en ti todos los días —decía la carta—. Quiero que sepas que te amo más que nunca. Quiero que seas mi esposa cuando regrese.
Ana se emocionó. El anillo era hermoso, y las palabras de Carlos la hicieron sentir amada.
—Sí, quiero ser tu esposa —dijo Ana, sonriendo.
La distancia seguía siendo difícil, pero Ana sabía que valía la pena. Carlos regresaría pronto, y podrían empezar su vida juntos.
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Carlos regresó a casa después de dos años de estudiar en Estados Unidos. Ana lo esperaba en el aeropuerto, emocionada y nerviosa.Cuando Carlos salió de la aduana, Ana corrió hacia él y se abrazaron fuertemente.
—Te extrañé tanto —dijo Ana, llorando de alegría.
—Yo también te extrañé —respondió Carlos, besándola—. Estoy en casa ahora.
Después de pasar unos días readaptándose, Carlos y Ana comenzaron a planear su boda. Querían una ceremonia íntima con familiares y amigos cercanos.
La boda fue hermosa. Ana lucía radiante en su vestido blanco, y Carlos sonreía de oreja a oreja. Se prometieron amor eterno y se besaron bajo el sol.
Después de la luna de miel, Carlos y Ana se mudaron a una casa acogedora en las afueras de la ciudad. Carlos consiguió un trabajo en una empresa importante, y Ana continuó estudiando.
Un año después, Ana quedó embarazada. Estaban emocionados de ser padres.
—¿Qué vamos a llamarlo? —preguntó Ana, sonriendo.
—Si es niño, Mateo. Si es niña, Sofía —respondió Carlos.
Nueve meses después, nació su hija, Sofía. Era una bebé preciosa, con los ojos de Carlos y la sonrisa de Ana.
Carlos y Ana se convirtieron en padres dedicados, disfrutando cada momento con Sofía. Su amor creció aún más, y su relación se fortaleció.
Años después, Carlos y Ana sentados en su porche, mirando a Sofía jugar en el jardín.
—Gracias por esperarme —dijo Carlos, tomándole la mano.
—Gracias por regresar —respondió Ana, sonriendo.
Y así, Carlos y Ana vivieron felices para siempre, rodeados de amor y familia.
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Pequeñas Historias de Amor
RomanceUn compilación de amor, no todas con un final feliz...