Rechazada

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Ana había estado enamorada de Carlos durante meses. Era su compañero de clase y siempre la hacía reír. Un día, decidió confesarle sus sentimientos.

Se acercó a Carlos después de clase y le pidió que la acompañara a caminar.

—Carlos, necesito hablar contigo —dijo Ana, nerviosa.

—Claro, ¿qué pasa? —preguntó Carlos.

Ana respiró hondo.

—Me gustas, Carlos. Mucho. Me encantaría salir contigo —confesó.

Carlos se sorprendió y se detuvo en seco.

—Ana, lo siento. No siento lo mismo —dijo, con una expresión seria.

Ana se sintió como si hubiera recibido un golpe en el estómago.

—¿Por qué? —preguntó, intentando contener las lágrimas.

—Eres una chica increíble, Ana, pero no te veo de esa manera. Somos amigos y quiero que sigamos siendo amigos —explicó Carlos.

Ana asintió, intentando entender.

—Entiendo. Lo siento si te he hecho sentir incómodo —dijo.

Carlos la abrazó.

—No me has hecho sentir incómodo, Ana. Eres una persona especial y siempre estaré aquí para ti como amigo.

Ana sonrió débilmente y se alejó, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio.

Pasaron días y Ana se esforzó por mantener la amistad con Carlos, pero era difícil. Cada vez que lo veía, recordaba su rechazo.

Un día, Ana decidió hablar con su mejor amiga, Sofía.

—Sofía, estoy tan confundida. ¿Por qué no me gusta a Carlos? —preguntó.

Sofía la abrazó.

—Ana, no es porque no seas lo suficientemente buena. Es porque Carlos no es el indicado para ti. Hay alguien ahí fuera que te amará por quién eres —dijo.

Ana sonrió, sintiendo una nueva perspectiva.

—Tienes razón, Sofía. Voy a seguir adelante y encontrar a alguien que me ame de verdad.

Y así, Ana continuó su vida, más fuerte y segura de sí misma. Aprendió que el rechazo no define su valor y que el amor verdadero está esperando en el futuro.

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