﹙Prólogo﹚

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El frío aire de la mañana choco contra mis mejillas, sintiendo aquel típico ardor que te provocaba aquel reconocido aire frío.

Camine por los pasillos de mi escuela, viendo a los estudiantes ir de aquí para allá, con sus mochilas y cuadernos a gran velocidad, como si el tiempo se les terminará, como si fueran a morir en cualquier segundo. No podía juzgarlos, ellos no eran como yo, jamás lo serían, yo era magnífico, a diferencia de ellos, solo podían quedarse a observarme, admirarme y confirmar día con día lo inferiores que eran ante mi.

Me detuve en medio del pasillo, viendo a la distancia a alguien un tanto.. familiar.

— Roier Brown. — Aquella frase salió de mi boca con un poco de resentimiento. No tenía nada en contra de este chico, solo que era.. raro.

Y yo odiaba a los raros.

— Cellbit.. — El tartamudeo.

— Hmm, que raro es verte por los pasillos. ¿Que no te la pasabas en la biblioteca como el buen nerd que eres, eh?

El solo se limito a fruncir el ceño con molestia. No se iba a defender, lo sabía perfectamente.

— Hey, déjalo en paz.

Me gire, viendo a su tan aclamado mejor amigo, Mariana. Era un chico bastante alto, con lentes, de pelo castaño bien recogido y acomodado, el uniforme de la preparatoria sin duda alguna opacaba su físico, pero no me dejaría intimidar por alguien como el.

— Buenos días a ti también, Mariana.

— Si, si, cállate y deja a mi amigo en paz. — Algunos de nuestros compañeros comenzaron a mirarnos.

Bufé con molestia.

— Uhg, que molestos. — Gruñi, dándome la vuelta para seguir mi camino.

A la distancia vi a mis amigos, sonreí de inmediato, verlos me alegraba el día. Me acerque hacia ellos con una gran sonrisa algo engreída, me acomode detrás de uno de mis amigos, Mike y Baguera ya me habían visto, pero Pac aún no.

Y me vería, oh, si que lo haría.

Coloque mis manos en sus hombros, sacándole un gran grito a mi amigo de orbes cafés. Tan oscuros como el chocolate.

— ¡Porra, Cellbit!

— Hola Pac, buenos días, ¿Cómo estás el día de hoy, amigo?

— Vete a la mierda. — El gruño, sujetando su mochila para irse con paso apresurado hacia el aula en el que tomábamos clases.

— Ah.. se ofendió. A ver cómo te lo ganas de nuevo, Cellbit.

— Ni creas que voy a perder el tiempo con Pac, ni que fuera que para estar de rogon con el, cambiando de tema, ¿Si iremos mas tarde a mi casa?

— Claro que sí tonto, la pregunta es hasta tonta, tu casa es nuestra casa.

— Ja, ja, que chistosa eres Baguera. — Mi amiga asintio.

— ¿Verdad que si?

— Eso era sarcasmo idiota.

— Jodete entonces Cellbit. — Mi amiga se dió la vuelta, comenzado a dirigirse hacia el aula, Mike y yo la seguimos.

No podíamos tardar tanto en entrar, el profesor Philza daba las primeras clases hoy, no podíamos llegar tarde. Al menos por hoy no podíamos hacerlo, mañana quizás si.

 Al menos por hoy no podíamos hacerlo, mañana quizás si

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𝗟𝗮 𝗮𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora