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Hanni siempre había preferido mantenerse bajo perfil en la universidad. Allí, solo quería ser una estudiante más, alguien que pudiera mezclarse y concentrarse en sus estudios. Pero eso no significaba que pudiera ignorar el problema cuando estaba justo frente a ella.

Era tarde, mucho más tarde de lo que Hanni solía quedarse en el campus. El sol hacía rato que se había puesto, y el bullicio habitual de los estudiantes que iban y venían de sus clases había disminuido a un suave murmullo. La mayoría de las personas ya se habían ido a casa o a sus dormitorios, dejando el campus inquietantemente tranquilo. Hanni había elegido este momento precisamente porque necesitaba un lugar silencioso para estudiar.

Estaba sentada en un banco cerca del patio, escuchando a medias una grabación de una clase mientras repasaba sus notas. El aire fresco de la noche y las tenues luces del campus facilitaban la concentración, o al menos, ese había sido el plan. Ahora se dirigía hacia su bicicleta, que había encadenado en el estacionamiento. Pero entonces lo sintió, ese sutil cambio en la atmósfera. Era el tipo de sensación que se había vuelto casi instintiva para ella, como si el mundo se tensara justo antes de que algo saliera mal.

Levantó la vista de la pantalla de su teléfono y vio a Haerin. A pesar de la enemistosidad entre ellas, Hanni se encontró inexplicablemente atraída hacia la otra chica. Había un magnetismo, una chispa, que no podía identificar del todo. Cada vez que sus ojos se cruzaban, Hanni sentía una descarga eléctrica recorrer su cuerpo, activando todos sus sentidos. Y no podía evitar sentirse confundida por la forma en que su cuerpo, mente y corazón reaccionaban cuando estaba cerca de Haerin. Era como si su alma reconociera la de Haerin, incluso cuando sus mentes chocaban.

Pero ahora la chica más joven estaba siendo acorralada por un tipo que Hanni reconoció muy bien. Era uno de esos bocazas que creían que el mundo les debía algo, y claramente había decidido que Haerin era un blanco fácil. El campus estaba casi desierto a esta hora, con solo unos pocos rezagados pasando por el lugar, ninguno prestando mucha atención a la escena que se desarrollaba. Anteriormente había intentado intimidar a Hanni y Minji, pero rápidamente las dejó en paz después de que lo avergonzaran en la cafetería de la universidad.

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La cafetería de la escuela estaba tan caótica como siempre, llena de los sonidos de bandejas chocando y conversaciones superpuestas. Hanni y Minji habían reclamado su lugar habitual cerca del fondo, donde podían comer en paz lejos de la multitud principal. Era un raro momento de calma en su ajetreado día, pero Hanni podía sentir que no iba a durar.

Notó que los ojos de Minji se entrecerraban ligeramente, una señal de que algo estaba mal. Siguiendo su mirada, Hanni lo vio: el tipo que había sido una espina en su costado desde que empezaron la universidad. Se dirigía directamente hacia ellas, flanqueado por su habitual grupo de amigos, todos riendo y luciendo demasiado complacidos consigo mismos.

"Bueno, si no son las raritas del colegio," dijo con desdén cuando se detuvo frente a su mesa. Su voz era lo suficientemente alta como para atraer la atención de los estudiantes cercanos, y Hanni sintió que sus músculos se tensaban. Odiaba las confrontaciones, pero odiaba aún más a los matones.

"Evan, deberías haber dejado esa actitud en la preparatoria," dijo Minji, su tono calmado y medido, sin siquiera levantar la vista de su almuerzo. Sin embargo, los sentidos agudizados de Hanni captaron las ligeras vibraciones que venían de su amiga.

El tipo se inclinó, su sonrisa ensanchándose mientras observaba sus expresiones de indiferencia. "Solo revisando. Asegurándome de que ustedes dos perdedoras estén disfrutando de su rinconcito en la cafetería."

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