Corazón Maldito

☘𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 4☘

No puedo dormir en toda la noche, me siento tan confundida, doy vueltas en la cama el resto de la noche hasta que en la madrugada me quedo dormida.

—Eres tan hermosa —susurran en mi oído—. Tú tienes que ser la indicada para liberarme, Flora —unos labios se posan en los míos.

Abro los ojos poco a poco. Qué sueño más extraño, toco mis labios sintiendo una sensación nueva, un cosquilleo.

Qué sueño tan raro, me siento en la cama y miro fijamente la puerta. ¿Debería salir?

Al final, me levanto y me pongo un vestido de color rojo, me miro al espejo y sonrío, me veo muy hermosa.

Salgo temerosa de la habitación, camino por los pasillos siguiendo el olor a comida.

Llego a un gran comedor; la mesa está servida con diferentes platillos, y en la punta de la mesa está sentado Friter con un traje negro, sus ojos verdes se fijan en mí.

—Buenos días, Flora —su voz es suave.

Me sorprende su actitud.

—Buenos días —lo miro confundida.

—Siéntate aquí —me indica una silla a su lado.

Rápidamente me siento a su lado, dudosa.

—Te ves hermosa hoy —me muestra una pequeña sonrisa.

—¿Por qué de repente te comportas amable? —pregunto confusa.

—No quiero que me temas —asegura.

—¿Por qué estoy aquí? —decido preguntar.

—Sabes que estoy maldito, ¿no? —me mira fijamente.

—Sí, eso cuentan en la aldea, que fuiste maldito hace 100 años —confirmo.

—Para romper mi maldición, alguien puro tiene que am... —Friter se detuvo abruptamente cuando en el comedor irrumpe un hombre que no supe identificar.

—Friter, tenemos un problema —dice aquel hombre.

—Habla, Sebastián —exige Friter.

—Se ha escapado.

No entiendo a lo que se refiere, pero Friter tensa su rostro.

—Atrápalo —gruñe.

El hombre llamado Sebastián se va dejándome sola nuevamente con Friter.

—¿Algo anda mal? —pregunto curiosa.

—Nada —responde secamente Friter y no volvemos a hablar en el transcurso del desayuno.

Unos minutos después entra Gerard.

—Lleva a Flora al jardín —ordena Friter levantándose de la silla y saliendo del comedor.

—Sígueme —oigo la voz de Gerard.

Me levanto y lo sigo fuera del comedor; en el camino, Gerard no dice ni una palabra.

Llegamos a un hermoso jardín detrás del castillo, con múltiples tipos de flores y un columpio. Me siento en el columpio y me mezo mirando el cielo.

Quizás no sea tan malo estar aquí.