CAPÍTULO SIETE:

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La castaña abrió la puerta, regalándole una sonrisa al matrimonio detrás de esta.

—Ustedes deben ser los padres de Marinette, ella me ha hablado mucho de ustedes.

—¿Lila, verdad? Mi hija también nos habló de ti, dice que le agrada tu compañía— respondió Sabine, la madre de Marinette.

—¿En verdad? Yo aprecio mucho a Marinette, ha sido cómo mi ángel de la guardia desde que llegué aquí, y es por ello que me duele mucho verla enferma.

—¿Tan mal está? —preguntó Tom, el padre de Marinette con preocupación.

—Iré a ver a mi niña —anunció Sabine, dejando su bolso en uno de los sofás antes de subir las escaleras casi corriendo.

—¿Y Adrien? —preguntó Tom, siguiendo el camino de su esposa en compañía de la castaña.

—También ha tenido complicaciones de salud, se preocupa mucho por su esposa.

Terminaron de subir a la segunda planta, donde se encontraron directamente con el rubio, quien terminaba de salir de la habitación contigua a la de Marinette aún algo adormilado, con la camisa abierta y el cabello despeinado.

—Tom, no sabía que vendrían.

—Lamento no avisar con anticipación, Sabine y yo necesitábamos ver a nuestra hija. 

—No se disculpe, adelante. Marinette estará muy feliz de verlos.

—Señor Agreste, que bueno que se siente mejor. Tuvo fiebre casi toda la noche, pero no se preocupe, yo cuide de usted.

Comentó Lila, captando la atención de los dos presentes.

—Gracias Lila. ¿Puedo encargarte el desayuno? Bajamos en unos minutos.

—Claro señor, con permiso.

Adrien y Tom se adentraron a la habitación donde se encontraba Marinette, quien charlaba animadamente con su madre.

Era obvio que ya se sentía mejor, y eso hizo sonreír a Adrien.

—Mi niña, ¿cómo sigues? ¿Cómo está el bebé?

—Quisiera decir que muy bien pero— su voz se apagó mientras seguía sujetando la mano de su madre—. Mi embarazo se volvió de alto riesgo, debo pasar el mayor tiempo en cama.

Marinette volvió a soltarse en llanto ante la pregunta de su padre.

—Todo estará bien cariño, no te preocupes— intentó alentar su madre, pero también comenzaba a formarse un nudo en su garganta.

—¿Por qué no bajamos a desayunar? Necesitas alimentarte bien —comentó Tom.

—¿Podrían adelantarse? Adrien y yo los alcanzaremos en un momento.

—Claro.

Dijeron sus padres antes de dejar a la joven pareja a solas.

Marinette hizo el intento por levantarse por su cuenta, pero cómo ya esperaba, Adrien ya la estaba socorriendo.

—¿Por qué estás tan sexy está mañana? —le preguntó con diversión ella, notando que llevaba pantalones de vestir y su camisa blanca desabotonada por completo—. Siempre lo estás, pero sabes a lo que me refiero.

—Me fui a dormir así o algo así.

—¿Algo así?

—Lila me dijo que tuve fiebre toda la noche, pero ya estoy mejor y me alegra ver que tu también.

—¿Te sentiste mal? Dios, y yo sin enterarme.

—Está bien, no es para tanto. Lo importante es que ya estás mejor— le dijo el rubio, abrochado los botones de su camisa de nueva cuenta.

SIN LÍMITE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora