CAPÍTULO TRES:

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El resfriado pasó al poco tiempo, fueron días en los que Adrien no fue a trabajar a pesar de lo mucho que Marinette insistía, aunque le gustaba tenerlo en casa todo el día, no podía quejarse.

—¿Te gusta? —le preguntó a Adrien, mostrándole el boceto que acababa de terminar.

—Me encanta— respondió después de mirarlo por varios segundos, antes de regresar su atención a su ordenador.

Ella se levantó de la silla para poner el boceto en su carpeta, dejando sus plumines en el escritorio antes de encaminarse al sofá donde Adrien estaba sentado.

—¿Sabes que quiero? —le preguntó, sentándose a su lado.

Él bajó la pantalla de su laptop, se quitó los lentes y se giró en su dirección, despeinando su cabello mientras le regalaba una sonrisa.

—¿Qué quieres?

—Volver a trabajar, amó mi taller en casa pero también extraño estar allá— confesó, apoyando su mejilla por completo en la palma de su mano cuando quitó algunos mechones sueltos de su rostro.

—Bueno, el doctor dijo que ya podías regresar a trabajar, mañana nos vamos juntos.

—¿De verdad? 

Él asintió en respuesta, algo que le entusiasmó demasiado saber.

—Lleva mucho tiempo que no comemos sushi, ¿no se te antoja? —le preguntó él.

—Y podemos ver ese programa antiguo que tanto te gusta.

Apoyó su idea, tomando su mano mientras se ponían de pie. 

[...]

La música sonaba en un tono bajo. Ella nunca creyó que podría llegar a gustarle la música de jazz, hasta que conoció a Adrien, hasta que bailaron una noche estrellada en un parque cercano y le pidió ser su novia.

Bajó la mirada a su regazo, donde Adrien tenía apoyada su cabeza sobre la alfombra beige frente a la chimenea. Sus ojos se mantenían cerrados, y mantenía su mano entre la suya sobre su pecho.

No pudo evitar pensar que si tuviera que vivir un momento toda la vida, ese podría ser uno de ellos.

—Deberíamos ir a dormir, mañana es un día importante —murmuró Adrien, sin abrir los ojos—. Finalmente vamos a entrar al trabajo de la mano cómo un matrimonio.

—Me gusta como suena eso— confesó, pasando los dedos de su mano libre por sus cabellos dorados—. Gracias por cuidarme estos días, debí haber sido—

—No lo digas— le interrumpió, asumiendo por completo lo que iba a decir mientras se enderezaba en la alfombra, quedando sentado a su lado con las piernas estiradas—. ¿Recuerdas mis votos matrimoniales?

La verdadera pregunta era, ¿Cómo olvidarlos?

Usualmente él es una persona muy fría, nunca sabes lo que está pensando y es muy difícil que exprese sus sentimientos abiertamente.

Con el tiempo, Marinette ha aprendido a leerlo y entenderlo, pero el día de su boda, frente al altar, sus palabras no pudieron evitar que soltara en llanto.

—Yo también voy a cuidarte hasta que no me queden fuerzas para hacerlo.

—Te amo Marinette— no despegó sus ojos de los suyos en ningún momento, y ella tampoco lo hizo. En respuesta, pasó sus brazos por detrás de su cuello y lo atrajo a sus labios, percatando el sutil sabor del vino en sus labios.

[...]

Remojó sus labios una vez más antes de salir de su taller, tomando los últimos bocetos en los que estaba trabajando para guardarlos en su carpeta antes de apagar la luz y cerrar la puerta. 

Cómo de costumbre, Adrien ya la estaba esperando al final del pasillo, guardando su celular en su bolsillo cuando notó su presencia.

Frotó sus palmas en los pantalones. Estaba sudando.

—¿Qué tal el trabajo? —le preguntó ella después de besar su mejilla en forma de saludo.

—Bien, pero ahora que te veo estoy mucho mejor— quitó la carpeta de sus manos y besó un costado de su cabeza, entrelazando su mano con la suya.

Avanzaron por el pasillo hasta llegar al ascensor, donde la mujer no pronunció palabra alguna y eso inquietó al instante a su marido, quien la observaba por el rabillo del ojo.

La forma en la que mordía sus labios internamente y jugueteaba con los botones de su saco evidenciaban su nerviosismo, pero en lugar de indagar, preferiría que ella se confesará por su cuenta.

—¿Quieres ir a cenar a algún lado? 

—O podemos comprar algo y cenar en casa —propuso ella, alzando la mirada para mirarlo.

—Lo que gustes— le respondió él, buscando las llaves de su auto mientras recorrían el estacionamiento subterráneo.

Y de nuevo, silencio por parte de ella, quien evidenciando más su nerviosismo tropezó antes de subir al auto y murmuró un gracias después de subir al auto de una forma algo extraña.

Adrien le devolvió su carpeta antes de cerrar la puerta y rodear el auto para entrar al asiento del piloto, aflojando un poco su corbata mientras encendía el motor.

—¿Te parece bien la comida tailandesa o tienes antojo de algo más? —le preguntó, arrancando suavemente mientras salía del estacionamiento.

—Está bien, pero antes ¿podemos pasar a la farmacia?

Su petición consiguió captar su atención por algunos segundos.

—Claro, ¿pero necesitas algo en especial? ¿Te duele algo? Si es así, sería mejor ir con un médico.

Respondió, y aunque su tono era neutro y serio cómo siempre, ella pudo identificar la preocupación que él sentía.

—No se trata de eso— respondió ella—. Tengo un retraso.

—De tu periodo— completó él, con la calma que lo caracterizaba.

Mientras para ella aun seguía sintiendo un poco de pudor respecto a esos temas, para él siempre fue algo natural, sin mencionar que cuando a él le tocaba hacer las compras, sabía exactamente qué toallas femeninas comprar y todo lo relacionado a ello. Eran esposos después de todo.

—¿No sería mejor hacerte una prueba de sangre? —propuso.

—Me gustaría salir de dudas primero, aun así podría hacerme el examen de sangre.

—Bien, entonces vamos a comprarla.

Después de quitarse ese peso de encima, finalmente pudo contarle a su esposo todo lo que había hecho en el día, y por último, decirle cómo se había dado cuenta de su retraso y el porque no lo había notado antes.

—No has dicho nada al respecto— le dijo ella en cuanto llegaron a casa, mirándolo directamente mientras mordisqueaba sus labios internamente.

—¿Sobre el posible embarazo? —le preguntó él, a lo que ella asintió con la cabeza—. Sabes que yo estaría feliz si el resultado es positivo, quiero formar una familia a tu lado.

—Lo sé, y yo también quiero eso, ¿pero no crees que es muy pronto? Hace unos meses que nos casamos.

—Y cada momento ha sido maravilloso. Pase lo que pase voy a estar feliz, porque lo estoy viviendo a tu lado. Nada me hace más feliz que eso.

Se inclinó a besar su frente dulcemente, transmitiendo la tranquilidad que ella necesitaba.

—Me haré la prueba, mientras tanto ve preparando los platos o la cena se enfriará— respondió ella, parándose de puntillas para darle un beso.

Adrien hizo lo que ella le pidió, sirviendo los platos y dejándolos en la mesa de centro de la sala de estar, también encendió el televisor y buscó lo que verían durante la cena.

—Se ve delicioso— la voz de su esposa llamó su atención, a lo que se giró en su lugar para corresponder el abrazo que ella le pedía.

—¿Y bien?

—Prefiero ver el resultado después de cenar, muero de hambre.

Él asintió en respuesta, tomando su mano para guiarla al sofá, donde comenzaron a cenar mientras veían televisión.

SIN LÍMITE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora