Capítulo 6: Las Promesas que Nunca Llegan

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Me siento atrapada en una montaña rusa sin final. Cada subida es una promesa, y cada caída, una decepción. Y aquí estoy, una vez más, esperando que algo cambie, esperando que esta vez sea diferente. Pero, en el fondo, sé que todo sigue igual. Andrew siempre promete, pero nunca cumple. Aun así, no lo dejo ir. No puedo.

Me miro en el espejo del baño, los ojos enrojecidos por el llanto, los hombros tensos por el peso de todo lo que llevo dentro. Afuera, escucho sus pasos. Él siempre sabe cuándo estoy al borde, y cada vez que eso ocurre, aparece con palabras dulces y gestos que me desarman. Me hace creer, por un momento, que todo estará bien. Pero el momento pasa, y el ciclo comienza de nuevo.

Salgo del baño y lo encuentro en la sala, sentado en el borde del sofá, con la cabeza entre las manos. Parece tan angustiado como yo. Pero ¿cómo puedo confiar en su dolor cuando sé que su angustia no es suficiente para cambiar nada?

—Tenemos que hablar —digo, con la voz rota pero firme. Ya no puedo más. No quiero más excusas.

Andrew levanta la mirada, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de cansancio y arrepentimiento. Pero he visto esa expresión demasiadas veces como para que me cause el mismo impacto que antes.

—Anna, lo sé... —empieza a decir, pero lo interrumpo antes de que continúe con su habitual discurso de remordimiento.

—No, Andrew. No lo sabes. Porque si lo supieras, no estaríamos aquí otra vez. Me has prometido tantas cosas... que cambiarías, que seríamos felices, que no me harías más daño. Pero aquí estamos, y nada ha cambiado.

Camino hacia él, cada paso cargado de frustración. Siento cómo la rabia se agolpa en mi pecho, una mezcla de dolor, impotencia y cansancio que amenaza con desbordarse. No quiero gritar, no quiero perder el control, pero no puedo evitarlo.

—¡Me canso de esperarte! —exclamo, incapaz de contenerme—. Me canso de creer en promesas que nunca llegan, de confiar en palabras vacías. ¿Cuántas veces más voy a tener que escuchar que las cosas van a cambiar? ¡Estoy harta de que me sigas mintiendo!

Andrew se levanta de golpe, como si mis palabras lo hubieran golpeado físicamente. Su mandíbula está tensa, sus ojos brillan con una intensidad que me da miedo, pero no retrocedo. He llegado demasiado lejos como para echarme atrás ahora.

—No te estoy mintiendo, Anna —responde con un tono bajo, pero cargado de una furia contenida—. Estoy haciendo lo mejor que puedo. No es fácil para mí tampoco.

—¿No es fácil para ti? —repito incrédula, casi riéndome por la ironía—. ¡Yo soy la que está aquí esperando que decidas si realmente quieres estar conmigo o no! Yo soy la que ha aguantado tus idas y venidas, tus dudas, tus excusas. ¿Y aún tienes el descaro de decirme que no es fácil para ti?

Sus manos se cierran en puños a los lados de su cuerpo. Lo veo respirar hondo, intentando calmarse, pero sus ojos me dicen que está perdiendo el control. Bien. Porque yo también lo estoy.

—Te amo, Anna. ¿Es eso lo que no entiendes? —Su voz sube de tono, como si estuviera intentando convencerme, pero al mismo tiempo convenciéndose a sí mismo—. Esto no es algo sencillo, no podemos simplemente terminar. ¡Lo que tenemos es complicado!

Complicado. Esa maldita palabra. Todo siempre ha sido complicado con él. No hay nada sencillo en nuestra relación, nunca lo ha habido, pero ¿de qué sirve tanto amor si lo único que hacemos es dañarnos?

—Lo que es complicado es que me sigas manteniendo en este limbo —le grito, mi voz quebrándose al final—. Siempre dices que me amas, pero nunca haces nada para demostrarlo. ¡Tu amor está lleno de promesas vacías, Andrew!

Me acerco a él, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza, casi dolorosamente en mi pecho. Las lágrimas están a punto de brotar, pero las contengo. No quiero parecer débil. No ahora.

—¿Qué más quieres que haga? —me pregunta, su voz rasposa, cargada de desesperación—. Estoy aquí, estoy contigo. Eso debería ser suficiente.

—¡No es suficiente! —exclamo, ya sin poder contener las lágrimas—. Estar aquí no es suficiente, Andrew. Quiero algo real, algo sólido. Quiero que me elijas de verdad, no que me mantengas en esta incertidumbre constante. Quiero que cumplas lo que prometes.

Su rostro se endurece, como si mis palabras le dolieran más de lo que quería admitir. Da un paso hacia mí, sus manos alzándose como si quisiera tocarme, pero lo detengo con un gesto.

—No me toques —le digo en un susurro—. No esta vez.

Él baja las manos lentamente, su mirada fija en mí, como si no pudiera entender cómo llegamos a este punto. Pero yo lo sé. Hemos llegado aquí porque me he pasado demasiado tiempo esperando que cambiara. He aceptado las promesas vacías, me he aferrado a la esperanza de que algún día las cosas serían diferentes. Pero cada vez que me promete que va a ser distinto, que vamos a estar bien, él mismo se encarga de demostrarme que no es cierto.

—Siempre dices que las cosas cambiarán —continúo, mi voz más calmada pero aún llena de dolor—. Pero nunca lo hacen. Me he quedado contigo porque me haces sentir que soy especial, que soy importante para ti. Pero lo que en realidad haces es arrastrarme a esta relación que no tiene dirección. Y yo... yo no sé cómo salir de aquí.

Andrew me mira, sus ojos llenos de algo que no puedo identificar. Arrepentimiento, tal vez. O simplemente cansancio. Parece querer decir algo, pero en su silencio encuentro una respuesta más clara que cualquier palabra. Este es quien es. No puede darme más.

—Anna... —empieza a decir, pero no lo dejo continuar.

—No quiero oír más promesas —lo interrumpo—. Ya no. Porque sé que no las cumplirás. Siempre has sido así. Me prometes el mundo, pero me dejas con nada. Y yo me quedo aquí, esperando.

La rabia se transforma en tristeza, en resignación. Siento el peso de nuestras palabras, de nuestras decisiones. Lo amo, eso no ha cambiado. Pero a veces el amor no es suficiente. A veces, hay que aceptar que por más que se intente, algunas cosas no pueden salvarse.

Andrew se queda en silencio. Por un momento, parece que va a hablar, pero lo único que hace es acercarse lentamente a mí, hasta que su frente toca la mía. Su aliento es tibio contra mi piel, y me odio a mí misma por lo mucho que aún lo deseo, por lo fácil que es sucumbir a su presencia, incluso ahora.

—No quiero perderte —murmura, sus labios rozando los míos en un beso que es más dolor que placer.

Es un beso suave, pero lleno de una desesperación contenida. Nos aferramos el uno al otro, como si este fuera nuestro último momento juntos, como si ambos supiéramos que, después de esto, ya no habrá vuelta atrás. Sus manos recorren mi espalda, tirando de mí hacia él, y siento cómo mi cuerpo responde, como siempre lo hace. Pero en mi mente, una parte de mí ya sabe que este es el final.

Nos separamos lentamente, nuestras respiraciones entrelazadas en el silencio que sigue. Me mira con esos ojos que una vez me hicieron sentir todo, pero que ahora solo me recuerdan todo lo que he perdido. No puedo seguir así.

—No más promesas, Andrew —susurro, sintiendo cómo mi corazón se rompe un poco más con cada palabra—. Si no puedes darme algo real, entonces no podemos seguir.

Él no responde, no hay más palabras que decir. Solo el vacío que queda entre nosotros.

EL AMOR TAMBIEN DUELEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora