Capítulo 1: Giselle

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En el silencio del "pequeño" espacio, Taehyung permanecía en el centro inmerso en una soledad que parecía devorarlo desde dentro

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En el silencio del "pequeño" espacio, Taehyung permanecía en el centro inmerso en una soledad que parecía devorarlo desde dentro. Los suaves acordes de Giselle: Act I: Finale, resonaban solo en su mente, como un eco lejano de una vida pasada que lo envolvía en un manto, uno que lo mantenía de cierta forma... cuerdo.

Bailar había formado parte de su vida desde que tenía memoria. Perder aquello tan vital para él, le había sumido en un tipo de shock del que difícilmente conseguía salir...

Tal y como suele suceder la mayor parte del tiempo que conlleva la vida de los seres humanos; cuando algo injusto arrebata lo que más aman, la mente se inunda de preguntas que rara vez tienen una concreta y corta respuesta.

"¿Por qué a mí?", se preguntaba, pero nunca obtenía nada más que mero silencio. Y cuando las respuestas llegaban, siempre traían consigo mucho más dudas.

Con un suspiro resignado se quitó las botas una por una. Sentir la hierba seca bajo sus pies desnudos le hacía recordar que, aunque la vida le había quitado tanto, aún le quedaba algo por muy poco o vago que fuese.

Estiró sus articulaciones lentamente, tal como solía hacerlo antes de cada ensayo o presentación. Aunque ahora sus movimientos carecían de la precisión de antaño, ese simple ritual le devolvía una parte de sí.

El bosque a su alrededor se mecía con la brisa y aunque sus ojos ya no le permitían ver, había aprendido a guiarse por el sonido y la ubicación de los árboles. El accidente paso hacía ya un año, y la inactividad logró debilitar sus músculos. Pero bailar incluso de forma limitada, seguía siendo su única manera de sentirse con vida... Que extraño era para él, todo dió un cambio tan brusco, que incluso su padre olvidó las prohibiciones de su madre.

"Nada de jardines, bosques o espejos"

Pese a su discapacidad y el entorno nuevo, los movimientos que realizaba justo ahora eran tan precisos, como si pudiera escuchar la música que lo guiaba. Cada giro lograba transmitir dolor, su cuerpo danzaba con el mismo ritmo que exigía más de lo que podría dar. La tristeza pesaba sobre sus hombros, pero aún así, sus piernas se elevaban con gracia girando en un círculo perfecto.

Cada arabesque y pirouette era un grito silencioso, una súplica para liberarse del vacío que lo rodeaba, de uno que nadie podía ver. ¿Irónico, no?

La música que había memorizado una y otra vez, tan perfectamente, comenzaba a desvanecerse, estaba perdiendo el control incluyendo el ritmo. Sus pasos, antes fluidos y llenos de elegancia se volvieron más desesperados, como si tratara de escapar del abismo que sentía abrirse bajo sus pies.

Su rostro, contraído por la tensión, reflejaba más de lo que podía decir. En cada expresión había una mezcla de fragilidad y cierta esperanza.

El giro final fue su perdición. Mientras lo intentaba ejecutar, su pie derecho, agotado, perdió fuerza. El peso de su cuerpo lo empujó al vacío y antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo caía. En un desesperado intento por detener lo que sería un peor golpe, extendió sus manos hacia el suelo, pero el impacto fue demasiado brusco; sus palmas abiertas recibieron el golpe, quemándose contra la fricción de la tierra seca, tanto que unas piedras pequeñas quedaron entre ellas.

Las rosas rojas. 𐤀KookV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora