Prólogo: Los ecos del espejo

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"Amarte es la condena que me llevará a mi fin, pero deseo que seas mío, aunque eso implique entregar mi alma al mismo infierno

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"Amarte es la condena que me llevará a mi fin, pero deseo que seas mío, aunque eso implique entregar mi alma al mismo infierno." - R.J.



En una mañana fría y silenciosa de invierno, Londres se encontraba envuelta en un suave manto de nieve, pequeños copos danzaban en el aire, acariciando el mundo. Una de las habitaciones se encontraba cálida, ahí, un pequeño bebé dormía plácidamente en su cuna, ajeno a la tormenta helada que se desataba más allá de las ventanas. Alicia, lo observaba con ternura, sintiendo que él era como un pequeño oso que había llegado a este mundo gélido, desafiando el evidente clima con su calidez.

Un oso de invierno tan cálido y tierno.

La familia Harcourt había dado la bienvenida a su primogénito a finales de 1880. El pequeño heredó el cabello dorado de Alicia, que brillaba como un halo bajo la luz del sol. No obstante, sus ojos eran un enigma; tan claros que, reflejaban un universo de posibilidades, como un cielo despejado recordándole lo que fue alguna vez su ajetreado pasado, las maravillas. A primera vista, el bebé no se parecía en nada a su padre, salvo por una serie de lunares que adornaban su rostro, como pequeñas constelaciones en un cielo de piel tan clara que evocaba el pelaje de un conejo-un conejo blanco, puro y frágil.

Desde el primer día, su vida fue cómoda, aunque no ostentosa. No pertenecían a la más alta sociedad, pero eso no parecía importar en ese momento. Gracias a las ideas de su madre, su padre había conseguido la casa que ella siempre había deseado en ese entonces: sin espejos ni jardines exuberantes. Era un santuario donde el silencio y la soledad ofrecían un alivio, necesitaba dejar de pensar en su pasado, pese a que otros lo consideraran extraño, James siempre la comprendió.

La falta de reflejos se sentía liberador; esos primeros años eran una corta pausa, una forma de proteger a su pequeño de preguntas que aún no estaban preparados para responder.

Sin embargo, tres años después, cuando la nieve comenzaba a derretirse, todo cambió.

Taehyung apenas recordaba a su madre; las pocas historias que le había contado se desvanecían como susurros en el viento de lo que ahora le ofrecía París, Francia.

Las clases de ballet ocupaban su mente inquieta de en aquel entonces, cinco años, llenándola de color y movimiento logrando distraerlo de la tristeza que a veces le intentaba rodear.

Nunca se atrevió a preguntar por qué le habían negado ver su reflejo en un espejo, o por qué no podía jugar en el jardín como cualquier otro niño de su edad. Ese tipo de preguntas lo atormentaban incluso ahora, pero decidió guardarlas para sí mismo temiendo que incluso plantearlas pudiera descolocar a su padre; mismo que después de tanto había decidido casarse por segunda vez.

Ahora, a sus 20 años, recordaba muy nitidamente esos días con una mezcla de nostalgia y anhelo, aunque la oscuridad lo envolvía en una realidad que nadie podría haber imaginado para él; todo debido a un extraño accidente que le robó la vista y, con ella, practicar lo que tanto amaba hacer...




"La única forma de ver por segunda vez su reflejo no fue mediante un espejo" - T.H.

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Esta obra la había planeado hace tiempo, como otras, pero me animé a comenzar a publicarla por un comentario que hice en Tik Tok, a muchxs les gusto la idea y bueno, deseo que sea de su total agrado.

Se que mi redacción a veces puede ser algo confusa, o incluso puede que existan dos que tres faltas de ortografía, y son detalles que por supuesto iré mejorando... pero no me crucifiquen ajaja. 😭💗

Las rosas rojas. 𐤀KookV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora