Capítulo 2: El conejo blanco

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Decir que estaba cansado era quedarse corto

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Decir que estaba cansado era quedarse corto. Taehyung había soportado mucho más de lo que cualquier persona con salud mental podría aguantar. Incluso cuando aquella mujer usó uno de los primeros pagos de su presentación, siendo un evento exclusivo que dio vida en Inglaterra; con el pretexto de tener su custodia, todo bajo la excusa de que James le había dejado a su cargo; presentó una carta poder firmada, aunque esta se notaba de lejos que era falsa, la academia no tuvo dudas, y sin preguntar demasiado entregaron una jugosa cantidad sin más.

Estaba furioso, no con su padre, sino con esa arpía que había invadido su vida. Soportó lo suficiente, más de lo que creía posible, pero ya era demasiado excesivo tanto que incluso rebasó cualquier límite. Todo lo que había vivido hasta ese momento comenzó a convertirse en una carga que lo aplastaba. Sin embargo, no tenía otra opción más que continuar, ahora sumado a su estado; podría contratar gente que le cuidase y mudarse, pero no quería dejarlo solo.

Pasaron aproximadamente diez minutos, pero para él se sintieron como diez horas, y su padre jamás regresó. Lo supo por el pequeño ardor que comenzó a sentir en las palmas de sus manos. Ni siquiera podía revisar cuán grave era el daño. ¿Había sido un golpe sin importancia? ¿O tal vez la herida era más profunda de lo que creía?

Su ceguera parcial no ayudaba en nada. Solo podía percibir ciertos estímulos visuales, pero eran apenas manchas o destellos. Aunque no podía ver con claridad, notaba luces brillantes, colores intensos o formas borrosas frente a sus ojos. Esa era la realidad que lo acompañaba siempre, como una especie de tortura silenciosa...

Después de un rato, cansado de esperar, Taehyung apoyó sus brazos sobre sus piernas. No era una posición cómoda, pero le ayudaba a pensar. Algo en esa postura, o quizás al recostarse, hacía que las ideas fluyeran mejor en su mente. Le permitía procesar lo que estaba ocurriendo.

Empezó a cuestionar si todo lo que experimentaba era parte de su imaginación, o si, tal vez, estaba equivocado. El pensamiento de perder aún más sus sentidos le aterraba, al punto de empezar a imaginar que escuchaba un reloj. Ese tic-tac constante que se volvía cada vez más molesto, más persistente, como una gota que golpea la piedra incansablemente, lo desesperó.

—¡¿Puedes parar?! —gritó, su voz temblorosa por la tensión, mientras tanteaba el banco a su alrededor con las manos en busca de algo que pudiera sostener. Finalmente, sus dedos se encontraron con su bastón, el cual sujetó con fuerza, colocándolo en posición de defensa —. ¡Quienquiera que seas, detente o prometo que te golpearé!

No era experto en defensa personal, y la idea de tener que golpear a alguien por primera vez lo aterrorizaba. A pesar de su advertencia, su cuerpo temblaba de miedo y el sudor comenzaba a formarse en su frente. Apenas pudo sostener el bastón cuando fue abruptamente jalado de sus manos, hasta que se lo arrebataron.

El contacto inmediato con algo peludo bajo sus pies lo hizo encogerse, abrazando sus piernas contra su pecho.

—No eres Alicia —dijo una voz masculina, baja y misteriosa.

Las rosas rojas. 𐤀KookV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora