Durante las siguientes semanas, Pansy y Hermione se dedicaron a comprender y dominar los hechizos de protección que habían encontrado entre los textos antiguos. Pasaron horas en la biblioteca, repasando cada símbolo, cada conjuro, desentrañando las capas de complejidad que envolvían esos hechizos.
Hermione, con su enfoque meticuloso, desglosaba cada uno de los componentes mágicos de los conjuros, mientras que Pansy, con su habilidad práctica y su intuición aguda, los ponía en uso, probando sus límites y adaptándolos para maximizar su eficacia. El proceso fue largo y a veces agotador, pero ambas sabían que estaban en el camino correcto.
Finalmente, un día, después de semanas de práctica, lograron dominar completamente los hechizos. Fue un momento de profundo alivio y orgullo. Con las barreras mágicas que habían aprendido a crear, sabían que podrían proteger a su familia, su hogar, y cualquier otro lugar que requiriera seguridad.
—Lo logramos —dijo Hermione, sonriendo satisfecha mientras miraba las barreras mágicas que habían conjurado alrededor de su casa. Eran invisibles a simple vista, pero su magia vibraba en el aire como una presencia tranquila y protectora.
—Sabía que lo haríamos —respondió Pansy, sonriendo con orgullo—. Somos un equipo perfecto.
Hermione asintió, dándose cuenta de lo lejos que habían llegado juntas.
—Lo más importante —dijo Hermione con seriedad— es que hemos aprendido a usar estos conjuros no solo para protegernos a nosotras mismas, sino también para el bien de otros. Podemos compartir este conocimiento con el Ministerio, con Hogwarts, y con quienes más lo necesiten.
—Y lo haremos —aseguró Pansy—, pero con cuidado. Solo con aquellos que entiendan la responsabilidad que implica tener acceso a esta magia.
Hermione estaba de acuerdo. Sabían que no todos debían tener acceso a ese poder. Pero también sabían que, usado de la manera correcta, este conocimiento podía cambiar el mundo mágico para mejor
