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La noche avanzaba lentamente, envolviendo la cabaña en un cálido silencio mientras Pansy y Hermione permanecían abrazadas en el sofá. Cada respiración compartida, cada caricia ligera entre ellas, reafirmaba el vínculo que habían construido. No era solo el resultado de una atracción física o emocional; era el reflejo de todo lo que habían pasado, de las barreras que habían derribado juntas.

Después de un largo rato en el que ninguna de las dos había dicho nada, Hermione, con los ojos cerrados y la cabeza descansando sobre el hombro de Pansy, susurró:

—¿Sabes? A veces pienso en lo mucho que podríamos haber perdido si no hubiéramos tenido el valor de enfrentar lo que sentíamos.

Pansy bajó la vista hacia Hermione, su mano jugando suavemente con un rizo suelto del cabello de su esposa. Había un leve destello de melancolía en su mirada, pero también estaba llena de convicción.

—Hubiera sido fácil no hacerlo. Siempre pensé que era más sencillo seguir el camino que otros trazaron para mí. Pero contigo... nada fue sencillo —confesó, con una sonrisa que ocultaba el peso de esa verdad—. Y eso es lo que lo hizo perfecto.

Hermione sonrió ante las palabras de Pansy. Con los años, había aprendido a conocer cada una de las capas que Pansy escondía detrás de su fachada de fuerza. Y ahora, en este momento, sabía que estaba viendo a la verdadera Pansy, la que había luchado contra sus propios demonios para llegar a donde estaba.

—Lo sé —respondió Hermione, levantando la vista para encontrarse con los ojos de su esposa—. Pero eso es lo que me gusta de nosotras. Nada ha sido fácil, pero siempre hemos luchado por lo que queremos. Y eso es lo que nos ha hecho más fuertes.

Pansy asintió, y por un instante, su mirada se perdió en el fuego que aún chisporroteaba en la chimenea. Recordó todos los momentos en los que había sentido que el mundo se desmoronaba a su alrededor, los días en Hogwarts, la guerra, los prejuicios que cargaba por su crianza, e incluso las dudas que la habían invadido cuando comenzó a aceptar lo que sentía por Hermione.

Pero aquí estaban, juntas, después de todo.

—Hermione, quiero que hagamos algo —dijo Pansy de repente, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellas.

Hermione arqueó una ceja, intrigada.

—¿Algo como qué?

Pansy se levantó del sofá, estirando una mano hacia Hermione. El fuego de la chimenea proyectaba sombras danzantes a su alrededor, y sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y decisión.

—Quiero que salgamos afuera. A ver las estrellas.

Hermione, confundida pero sonriente, tomó la mano de Pansy y se levantó.

—¿A ver las estrellas? ¿Ahora? —preguntó, aunque había un brillo travieso en sus ojos.

Pansy asintió, tirando suavemente de Hermione hacia la puerta.

—Sí, ahora. Confía en mí.

Salieron juntas al exterior, donde la noche estaba completamente despejada. El cielo estaba plagado de estrellas, y el aire fresco de la noche las envolvía. El mundo parecía detenido, como si solo existieran ellas dos bajo ese inmenso tapiz de luces brillantes.

Pansy llevó a Hermione de la mano hasta un pequeño claro detrás de la cabaña, donde podían ver el cielo en su totalidad. Se sentaron juntas en el suelo, sobre una manta que Pansy había conjurado con un leve movimiento de su varita.

—¿Qué estamos haciendo exactamente? —preguntó Hermione, aunque ya no podía ocultar la sonrisa en su rostro.

Pansy se recostó, mirando hacia las estrellas.

—Cuando éramos niñas, mi madre me enseñó a mirar las estrellas. Me decía que cada estrella representaba una oportunidad que el destino nos ofrecía. Que, aunque algunas estrellas parecían más brillantes que otras, todas tenían su propio propósito. Y si alguna vez llegaba a sentirme perdida, siempre debía recordar que, aunque no viera una estrella, eso no significaba que no estuviera allí, esperando su momento para brillar.

Hermione se recostó a su lado, escuchando atentamente mientras el viento susurraba entre las hojas de los árboles.

—Es una metáfora hermosa —dijo Hermione, mirando el cielo lleno de estrellas.

Pansy giró la cabeza hacia ella, sus ojos reflejando el brillo de las estrellas.

—Lo es. Y ahora, cada vez que miro el cielo, pienso en nosotras. En lo improbable que parecía todo al principio, pero cómo, al final, encontramos nuestro propio brillo. No fue fácil, pero eso lo hizo más especial.

Hermione sintió una cálida oleada de amor por la mujer que estaba a su lado. Pansy siempre había sido impredecible, desafiante, y eso era parte de lo que amaba de ella. Cada día con Pansy era una nueva aventura, una nueva forma de ver el mundo.

—Entonces, ¿qué estrellas somos? —preguntó Hermione, divertida.

Pansy sonrió.

—Yo diría que somos las estrellas que se esconden en la oscuridad y que, cuando finalmente aparecen, iluminan todo. Pero también somos las que siempre estuvieron ahí, esperando ser vistas.

Hermione no respondió de inmediato. En lugar de eso, se inclinó hacia Pansy y la besó suavemente, un beso que llevaba consigo todo el amor que sentía por ella.

—Tienes razón —susurró cuando se separaron—. Siempre estuvimos ahí, solo que no sabíamos cómo encontrarnos.

Pansy sonrió, sus dedos entrelazándose con los de Hermione mientras ambas seguían mirando el cielo estrellado.

Y en ese momento, bajo las estrellas, supieron que no importaba cuán incierto fuera el futuro o cuántos desafíos tuvieran que enfrentar. Se tenían la una a la otra. Y eso, para ambas, era todo lo que necesitaban.

El amor que compartían brillaba tan fuerte como las estrellas sobre ellas, y mientras permanecían juntas, abrazadas bajo el vasto cielo nocturno, supieron que este era solo el comienzo de una vida que vivirían siempre juntas

Confesión De Una Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora