Capítulo 7

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Sentí como me ahogaba lentamente, como el aire me falta, el sentimiento entre estar en la vida y la muerte, los gritos es lo único que se escuchaba junto a mis jadeos y súplicas

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Sentí como me ahogaba lentamente, como el aire me falta, el sentimiento entre estar en la vida y la muerte, los gritos es lo único que se escuchaba junto a mis jadeos y súplicas. El ruido que me aterroriza, me congela en mi lugar por unos segundos, golpes. Uno detrás de otro, recé para que terminara de una vez.

Respiré hondo, mi mano apretó el pomo de la puerta.

No vas a abrirla, no eres valiente, deja de pretenderlo.

Ese susurro de mi cabeza, parece arrastrado por el aire. Aparté la mano de golpe, como si de fuego se tratara.

¡Miedica!

Mis pasos torpes que me hacen caer, el ceño fruncido hace que me duela la cabeza, me arrastré hacia atrás, hasta que choqué con la fría pared. Junté mis rodillas a mi pecho y bajé la cabeza, la respiración me mataba.

—Por favor... —supliqué.

Mi voz aguda de niña resuena por aquella habitación, apreté mi pantalón con fuerza.

La puerta se abrió de golpe y dejó de ser solo la luz de la luna, una silueta humana se asomó por ella.

En ese momento, el silencio me consume, no hay puerta abierta que me ciega ni golpes que me hacen estremecer, estoy aquí, estoy viva.

Desperté de golpe, con la respiración agitada traté de calmarla. Me senté en el borde de la cama, mirando el suelo.

Noche tras noche, día tras día, se repetía en mi cabeza, me recordaba que no debía estar ahí.

«—¿Crees que yo quería tenerla? —El grito de mi padre se repitió tras las réplicas de mi madre»

Y 12 años después esas palabras siguen resonando en mi cabeza.

No tenía un sitio en este mundo, porque nadie me quería aquí de primeras. Entonces, me obligué a crecer y crear mi propio sitio, un mundo donde los incidentes no pasan, las cosas no deseadas no existen y el dolor tampoco.

Repetí la acción de mi yo pequeña, contra la cabecera de la cama, dejé ir todo el aire, tratando de retener las lágrimas.

No llores.

No llores.

¡No llores!

Una lágrima se me escapa, resbala por mi mejilla hasta mi mentón, me abracé aún más fuerte, buscando consuelo.

Y así estuve por casi una hora, cuando mi respiración se calmó y apoyé mi mejilla en mis brazos ahora cruzados sobre mis rodillas. La alarma me obligó a moverme e iniciar mi día y así hice, lentamente caminé hacia el baño, me lavé la cara con agua y observé mis rasgos fijamente, despierta, pero cansada.

Llegué a clase un poco tarde, un par de minutos. Empujé la puerta, la profesora dejó de hablar al instante y se giró a verme, toda la clase lo hizo, no me gusto la atención que de repente recibí.

Contra las NormasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora