Capítulo 6

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Caminé por mi habitación, consumida por la ansiedad y el miedo ¿Qué estaba haciendo? Esto era una locura

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Caminé por mi habitación, consumida por la ansiedad y el miedo ¿Qué estaba haciendo? Esto era una locura.

Hablar con Thomas iba a ser más difícil de lo que pensaba, tenía el teléfono entre mis manos y aun así no me atrevía a escribir.

Me senté en la cama confundida por el miedo, me dejé caer, hasta estar con la espalda apoyada en esta, suspiré.

Nunca había sentido esto, aunque nunca había tenido la necesidad de disculparme con alguien. Esta nueva vida era más difícil de lo que imaginaba. Me pasé la mano por la cara, definitivamente no acostumbrada a esto. Toda mi vida esperaba disculpas de la otra persona, por muy poca culpa que tuviese, pero mi padre quiso rehacer la vida de ambos y el chico de camisas y sonrisas, era lo que me había dado cuenta de que no era mi pueblo, que debía cambiar, crecer.

Lo jodido era lo complicado que era eso, me senté bien de nuevo y escribí, dudé en enviar, pero respiré hondo y me dije a la mierda, entonces lo envié.


"No quiero incomodidad entre nosotros. No pido una amistad, no pido un hermano, ni un primo. Solo calma, comodidad. Por eso quiero decir que gracias por todo y buenas noches, Thomas"

Dejé el teléfono al lado, no lo miré, no lo hice en el resto de minutos hasta que me fui a dormir.

La alarma sonó a la mañana siguiente deseé tirarla por la ventana, pero antes de hacer una locura, me senté en el borde de la cama y me froté el ojo. Miré mi teléfono y lo agarré para mirar si había alguna noticia. Pero solo pude ver una notificación, no le di importancia, incluso iba a volver a dejarlo, hasta que me fijé en el nombre. Thomas.

Me sobresalté e interrumpí mi acción de dejarlo, entré en el chat, aún un poco dormida.

"¿Significa que ya puedo acompañarte a casa sin que me mires con mirada asesina?"

Solté una carcajada silenciosa.

"¿Ya te vas acostumbrando a la ciudad?"

"Algo así" Respondí.

No dije nada más, ninguno de los dos lo hizo. No le vi en todo el día, pero a la salida, mientras caminaba hacia fuera del recinto, me alcanzó.

—Max —saludó.

—Thomas.

Caminamos uno al lado del otro en silencio unos minutos hasta que habló, como siempre.

—Por fin ya no tengo que ir a casa solo.

Lo miré de reojo.

—¿No ibas con tus amigos?

—¿Me has estado acosando? —bromeó divertido.

—¡No! Un día te vi irte con ellos.

Él rio por un buen rato, hasta que pudo volver a hablar con normalidad.

—Ellos viven al otro lado, siempre terminaba las últimas calles solo.

Asentí con la cabeza.

—Hay una fiesta este domingo, podrías venir. —sugirió.

Uh, interesante.

—¿Qué tipo de fiesta? ¿De jugar al ajedrez?

Le vacilé. Lo último que esperaba es que él contestara así.

—Sí y también hacemos los deberes de matemáticas —dijo sarcástico

Intenté ignorarlo, me ha jodido, no sé cómo responder a eso, así que hice la cosa más madura del mundo.

Sobre todo madura.

Empecé a caminar más rápido alejándome de él. Él se acercó a mí con paso tranquilo y sonrisa de engreído.

—¿Podrías explicarme el porqué de la fiesta?

Él se paró a pensar un rato, como si se hubiera olvidado o simplemente no se acordara.

—¿O no lo sabes? —Pregunté ante su silencio— a lo mejor querías mentirme, por novata. Eso es de mala persona, Thomas.

Volví a vacilarle, me hacía gracia lo rápido que se ponía nervioso cuando le vacilaba y él intentaba explicarse.

«Aunque las últimas veces no quedaste muy bien»

Suerte del principiante, 100% asegurado.

El camino se hizo más corto con Thomas al lado, por fin pude agradecer a mi yo del pasado por decidir bien por una vez.

Nos separamos para ir cada uno a su casa, cuando abrí la puerta una ola de soledad me pegó como un puñetazo a la barriga. Puse una mueca y subí a mi cuarto a dejar la mochila, volví a bajar, esta vez más ligera.

La cocina estaba iluminada, lo que significaba que mi padre estaba en casa, el cual dejaba los platos en la mesa con expresión fría y cansada.

—Hola —saludé en un susurro.

Mi padre contestó con la cabeza y se metió a la cocina de nuevo, mientras yo me sentaba en la silla. Volvió con un par de vasos que dejó con un ruido seco. No hubo mucho ruido mientras comíamos, no más que nuestros tenedores contra el plato.

Él comió a una velocidad alta, pero tampoco lo suficiente para ahogarse, se levantó de golpe y llevó su plato, ahora vacío, a la cocina. Regresó a paso rápido, y se dirigió hacia la salida, tomando su chaqueta en el camino.

—Debo irme a hacer un par de cosas de trabajo, volveré en un par de horas —explicó.

Asentí con la cabeza, mientras contestaba un "de acuerdo".

La casa se quedó en completo silencio cuando salió, miré a mi alrededor. Pude distinguir el brillo de mi teléfono por el rabillo del ojo, notificación. Me giré por completo a ver, lo sujeté entre mis manos mientras lo desbloqueaba.

Niko (Boxeo)

"Si me muero hoy, no quise hacerlo."

"EMERGENCIA, AYUDA"

Confundida, fruncí el ceño y le pregunté qué pasaba. Durante ese poco tiempo, había hablado con Niko un poco más, le había agarrado cierta confianza, no sé si era por su personalidad dramática o por su sarcasmo, que completaba el mío cuando era necesario.

En mi pantalla apareció una foto un cierto desagradable, según quién lo viera. Sus nudillos estaban rojos por la sangre, llenos de arañazos y heridas. No me atreví a preguntar qué había pasado por mensaje, cuando me mandó su ubicación, salí de casa casi de inmediato.

Llegué a una casa, tenía un cierto parecido a la mía, como la mayoría de la ciudad.

Llamé al timbre, mirando a mi alrededor, tenía el jardín cuidado, supuse que alguien lo cuidaba, pero no era muy pisado a menudo.

Niko abrió la puerta con mirada aterrorizada, y me dejó pasar.

—¿Estás bien?

Agarré su mano, él apartó la mirada de golpe, como si le diera algo al mirar la herida.

—¿Voy a morir?

Fruncí el ceño de golpe, casi me reí.

—Sí, te queda poco.

Él lloriqueó falsamente, esta vez sí solté una carcajada, lo guie a su sofá donde se sentó con cara de niño pequeño que se acababa de caer.

—¿Dónde tienes botiquín?

—En el baño, primera puerta a la derecha —señaló el pequeño pasillo.

Hice caso y me adentré allí, lo encontré enseguida y encendí la luz, con delicadeza.

El baño se iluminó, me pude ver el espejo, mi pelo negro recogido en una coleta y mis ojos verdes mirándose fijamente. Aparté la mirada, incómoda y busqué el botiquín, que estaba en un pequeño armario de cristal.

Volví con Niko y me agaché frente a él, desinfectando sus heridas, mientras él ponía muecas.

—¿Puedo preguntarte cómo te lo has hecho?

—¿Prometes no reírte?

—Lo prometo —respondí.

—He golpeado el saco sin guantes —paré de golpe.

Y lo miré sin creérmelo.

—¿Eres tonto?

Tardó unos segundos en responder.

—¡Has dicho que no te reirías! —Exclamó ofendido.

—No me estoy riendo —defendí—. ¿Por qué lo has hecho?

—Me dio un impulso y no pude evitarlo.

—Tienes suerte que no se lo vaya a decir al entrenador.

Volvió a su cara de horror, murmurando un "no, por favor..."

—¿Y por qué tienes arañazos?

—Ah, eso es porque he intentado tocar un gato.

Suspiré, de verdad este chico me iba a matar.

—¡Es que era muy bonito!

Tan pronto terminé de limpiar sus heridas me di cuenta de que no había tantas heridas, que la sangre había hecho un efecto visual extraño.

—Ya está.

Niko miró sus nudillos, ahora más tranquilo y pasó un dedo por las heridas, con un suspiro.

—No duele, ¿Has visto? Te había dicho que no era nada.

Encaré una ceja, en su dirección, él sonrió con cara de cachorro inocente.

—¿Alguna razón por la que te vayas a morir y necesites ayuda?

Él negó con la cabeza y se levantó del sofá, fruncí el ceño cuando se fue hacia una sala de la casa. Volvió con una lata de refresco en la mano y me la tendió.

—Por curarme las heridas —explicó.

—No es nada, Niko.

—Tómala o te obligaré.

La agarré entre mis manos.

Volví a mi casa poco después de eso, cuando vi la luz del salón mi sonrisa desapareció. Me costó tomar valentía y caminar hacia la puerta gris de entrada. Saqué las llaves de mi bolsillo e introduje el bombín en el cerrojo y giré empujando con mi cuerpo para abrir esta.

Entré con actitud despreocupada, mi padre al instante habló, ni siquiera me miró.

—¿Dónde estabas? —exigió saber.

—Con un amigo —solté sin más, con expresión aburrida.

Mi padre no tardó un segundo en decir su frase estrella.

—¿Por qué no has avisado o, por lo mínimo, preguntado?

Suspiré antes de responder.

—No sé, cómo estás tan ocupado con tu trabajo pensé que no te importaba lo que hacía tu hija.

Enfatice en la palabra hija, solo para que le molestara aún más y así fue, apretó los dientes antes de hablar de nuevo.

—Vete a tu cuarto, te llamaré a la hora de la cena.

Suspiré, harta de como siempre evadía los temas que no le importaban.

—Lo que tú digas... —murmuré.

Noté como callaba lo que quería decir, al menos a alguien le había funcionado la nueva vida.

En el instante en el que entré a mi cuarto saqué mi teléfono del bolsillo, tirándolo a la cama y por unos segundos se me aceleró el corazón al pensar que se caería, pero eso nunca pasó. Me senté en la silla de mi escritorio, durante una hora hice el amago de hacer deberes, aunque no hice mucho y terminé con mi teléfono sin saber muy bien por qué finalicé con un juego que me había salido en uno de los horrorosos anuncios.

—Yo lo haría mejor... —murmuré, antes de descargarme el juego.

El caso es que llevaba un par de minutos jugando cuando me llegó un mensaje de Thomas.

Thomas

"Hola, ¿Sigue en pie ir a la fiesta?"

Iba a responder un simple   hasta que recordé lo que había hablado con mi padre, eso me irritó, pero no pude evitar hacerle caso.

Tendría que preguntárselo a mi padre, te diré algo, pero cuenta conmigo.

El grito de mi padre interrumpió la conversación, aunque no había mucho más de qué hablar. Hice caso al instante, dejando el teléfono con un gesto vago.

Una vez sentada y comiendo la cena decido romper el hielo.

—Tengo que preguntarte algo...

Mi padre me mira de reojo por unos segundos, para luego volver a remover su comida.

—Mhm, ¿Qué es?

—Hay una fiesta este domingo... —empiezo un poco dudosa— y bueno, me han invitado, solo quería avisar o preguntar lo que tú prefieras —use un poco sus palabras.

Él suspiró, como si se hubiera cansado de la conversación.

—¿Habrá alcohol?

Directo al grano, de acuerdo.

—Supongo, es una fiesta.

—No vas a ir.

Mi sonrisa forzada desapareció al instante, por unos momentos dudé y quise soltar un ¿Qué...? Pero lo evité.

—¿Por qué no? —pregunté un poco más agresiva de lo que quería.

—Porque lo digo yo —gruñó.

Solté una risa seca, antes de asentir varias veces.

—Porque lo dices tú...

—No vas a ir y punto —alzó la voz.

Apreté los puños bajo la mesa.

—¿Tienes siempre que arruinar todo? —pronuncié con voz molesta.

—Max —gruñó molesto.

Eché la silla para atrás, golpeando la mesa suavemente con las manos.

—¡No! ¿Por qué no me dejas vivir mi vida?

Se levantó de golpe y señaló la salida.

—¡Basta! No vas a ir, vete a tu cuarto y no te quiero escuchar.

Dejé ir todo el aire que había retenido dentro de mí, salí molesta y cerré la puerta de mi habitación con un golpe no muy fuerte. Me tumbé boca arriba en mi cama, tratando de esfumar toda esa rabia acumulada.

Agarré mi teléfono y escribí un mensaje.

"Confirmado, voy a la fiesta"

"Confirmado, voy a la fiesta"

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