Capítulo 8

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Fruncí el ceño y solté un gruñido cuando la luz iluminó la habitación entera, molestando mi descanso

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Fruncí el ceño y solté un gruñido cuando la luz iluminó la habitación entera, molestando mi descanso. Me di la vuelta para evitar la repentina luz, arropándome entre las suaves mantas.

—Vamos, arriba —la voz seria de mi padre, me hizo soltar otro gruñido molesto.

No quería saber qué hacía allí, no me importaba.

—No lo repetiré dos veces.

Respiré hondo, para no soltar todo lo que opinaba y abrí los ojos. Exhalé una vez sentada en mi cama, sobando mi ojo derecho.

Mi padre me miraba desde la ventana, de brazos cruzados. Fue en ese momento, cuando todos los recuerdos de anoche me abrumaron, se me aceleró el corazón.

Mierda...

Lo sabe.

Lo sabe, y yo soy oficialmente un fracaso, no sé escaparme sin que nadie lo noté. Y ahora no tengo cómo huir o esconderme. Bienvenida a prisión, supongo.

—Arréglate, y nada de ponerse un chándal.

Fruncí el ceño ¿Espera era eso todo lo que me tenía que decir? ¿Era ese mi castigo?

—¿Qué...? —fue lo único que pude murmurar, medio dormida.

—He invitado a un compañero de trabajo y quiero dar la impresión que tengo una hija, no un desastre con patas.

Ah, muchas gracias, papá. Seguro que ganarías el premio a mejor insulto indirecto.

Espera.

¿Invitación? No sabe lo que hice... ¡No lo sabe!

Solté un suspiro involuntario, mi padre me miró con el ceño fruncido, pero decidió no decir nada. Simplemente, se limitó a mirarme como si me hubiera salido una segunda cabeza.

Para luego finalizar con un "Te quiero abajo en cinco minutos". Cuando cerró la puerta tras él, solté una carcajada, en parte aliviada y sintiéndome idiota.

Sonreí al pensar lo bien que había salido todo, como yo había disfrutado y olvidado.

Unos minutos después, baja las escaleras, asegurándome de no caer.

Entré al salón, mi padre estaba haciendo una lista en la mesa.

—Déjame adivinar, has puesto un reloj y tardado un minuto más de lo acordado —bromeé.

A él no le hizo mucha gracia, ya que soltó un murmuro molesto, sin apartar la vista del papel en el que escribía.

—Deja tus gracias en tu habitación.

—No puedo, son parte de mi personalidad.

Mi padre soltó un suspiro, cansado, y después de eso se escuchó el clic del bolígrafo con el que escribía.

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⏰ Última actualización: Oct 17 ⏰

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