III

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La sombra del amor.

Las primeras señales del cambio en Lute fueron sutiles, tanto que Vaggie apenas las notó al principio. Después de todo, su relación había sido tan intensa y apasionada desde el comienzo que era fácil dejar pasar las pequeñas cosas. Sin embargo, a medida que los meses avanzaban, aquellas pequeñas diferencias empezaron a acumularse.

Había días en los que Lute era la misma de siempre: dulce, atrevida y llena de palabras de amor. En esos momentos, Vaggie sentía que todo volvía a ser perfecto, como lo había sido al inicio. Pero, poco a poco, esos días se hicieron menos frecuentes. En su lugar, empezaron a aparecer momentos de frialdad que dejaban a Vaggie confundida y desorientada.

Una tarde, mientras estaban hablando por mensajes, Vaggie notó que Lute estaba respondiendo con menos entusiasmo del habitual. Las respuestas eran cortas, casi indiferentes.

"¿Estás bien?" preguntó Vaggie, sintiendo una leve preocupación en el pecho.

Lute tardó más de lo normal en contestar, y cuando lo hizo, su respuesta fue seca: "Sí, estoy bien. Sólo ocupada."

A partir de ese día, Vaggie comenzó a notar cómo Lute, de alguna manera, la trataba más como una amiga que como su novia. Las conversaciones que solían estar llenas de coqueteos y dulzura se convirtieron en charlas triviales, como si Lute estuviera perdiendo el interés poco a poco. Las noches largas, en las que hablaban hasta el amanecer, se acortaron. Lute encontraba excusas para cortar las conversaciones temprano, y cuando estaban juntas, ya no había la misma chispa de antes.

Una vez, después de haber quedado en verse, Lute canceló en el último momento, diciendo que tenía otros planes. Vaggie, aunque comprensiva, no pudo evitar sentirse decepcionada.

"Está bien, otro día será," le respondió Vaggie, tratando de sonar optimista. Sin embargo, esa fue la primera vez que Lute rompió una promesa.

Pero las cosas no terminaron ahí. A medida que pasaba el tiempo, los errores que Lute cometía, como olvidar fechas importantes o rechazar pasar tiempo con Vaggie, se volvieron más frecuentes. Sin embargo, en lugar de asumir la responsabilidad de sus acciones, Lute siempre encontraba la manera de hacer sentir a Vaggie como si todo fuera culpa suya.

Una noche, después de otro día en el que Lute había estado distante, Vaggie decidió confrontarla. "Siento que algo está mal entre nosotras, Lute. Has estado diferente últimamente, y no sé por qué."

Lute, con su acostumbrada brusquedad, respondió: "¿Siempre tienes que hacer un drama por todo? ¿Que me ocupe más en mí sígnica que estoy diferente? No es que esté diferente, es que tú estás demasiado sensible."

Las palabras golpearon a Vaggie como un martillo. Aunque sabía que no había hecho nada malo, la culpa comenzó a invadirla. "Perdón... no quise molestarte. Sólo quería saber si todo estaba bien."

"Si de verdad me conocieras, sabrías que a veces necesito espacio," dijo Lute, sin suavizar el tono. "Pero parece que no puedes entender eso."

De nuevo, Vaggie se encontró disculpándose. "Lo siento. Prometo no ser tan insistente la próxima vez."

La ironía era que, aunque Vaggie se disculpaba constantemente por cosas que no había hecho, Lute nunca parecía aceptar sus propios errores. Cada vez que Vaggie cometía un pequeño desliz, como olvidar responder un mensaje a tiempo o no entender un comentario de Lute, recibía reproches.

"¿Es que no puedes hacer nada bien?" le decía Lute en un tono que, aunque no era directamente cruel, hacía que Vaggie se sintiera insuficiente. "Sólo te pedí una cosa, y ni eso pudiste hacer."

Un día, después de una discusión particularmente tensa, Vaggie se quedó mirando la pantalla de su teléfono, con las lágrimas asomando en sus ojos. Lute le había escrito un mensaje largo, lleno de recriminaciones por algo que, en realidad, no era tan importante. Vaggie había olvidado mencionarle un pequeño detalle sobre una salida que hizo con amigas, y ahora Lute estaba haciendo de aquello un gran problema.

"Siempre es lo mismo contigo," escribió Lute. "Parece que no te importa lo suficiente nuestra relación como para ser honesta conmigo."

Vaggie, sintiéndose cada vez más pequeña, respondió de inmediato: "Lo siento, de verdad. No quise ocultarte nada. Fue sólo un olvido, no fue a propósito."

Pero no importaba cuántas veces Vaggie se disculpara, nunca parecía ser suficiente. Lute, en su afán de tener el control de la relación, había aprendido a manipular las emociones de Vaggie, haciéndola sentir culpable por cosas insignificantes. Y Vaggie, con su naturaleza tímida y su deseo de mantener la paz, seguía disculpándose una y otra vez, como si realmente fuera responsable de todo lo que salía mal entre ellas.

Lo que más dolía a Vaggie era que Lute parecía no darse cuenta de lo mucho que sus palabras la lastimaban. Para Lute, las discusiones eran algo pasajero, algo que se solucionaba con un simple "lo siento" al final del día. Pero para Vaggie, cada reproche, cada comentario hiriente, dejaba una cicatriz.

Hubo un día en particular que marcó un antes y un después en su relación. Habían estado hablando sobre planes para un futuro viaje que querían hacer juntas. Vaggie, emocionada, había propuesto algunas ideas sobre los lugares que podrían visitar, pero Lute no parecía estar tan interesada.

—Ya veremos si eso sucede,— dijo Lute, con un tono de indiferencia que heló a Vaggie.

—¿No te emociona la idea de pasar tiempo juntas?— preguntó Vaggie, intentando esconder la decepción en su voz.

Lute soltó un suspiro audible. —Es que siempre haces un mundo de todo. A veces me siento sofocada por lo mucho que te ilusionas con las cosas. No todo tiene que ser perfecto, Vaggie.—

Aquellas palabras la dejaron en silencio. Vaggie, que siempre había querido lo mejor para ambas, ahora se sentía como si fuera una carga. A pesar de ello, no pudo evitar disculparse una vez más: —Perdón, no quería presionarte.—

Pero Lute, en lugar de aceptar las disculpas o intentar suavizar las cosas, continuó con su actitud distante. —No es cuestión de presión. Es sólo que a veces parece que no puedes relajarte. Todo lo tomas demasiado en serio, hay que ser realista.—

Después de esa conversación, Vaggie se quedó reflexionando sobre cómo habían llegado a ese punto. ¿Cómo era posible que, en tan poco tiempo, todo lo que una vez había sido tan perfecto se estuviera desmoronando? Recordó los primeros meses, cuando Lute solía hacerla sentir como la persona más especial del mundo. Pero ahora, esas palabras dulces habían sido reemplazadas por comentarios fríos y distantes.

Lo que más le dolía a Vaggie era que, a pesar de todo, seguía amando a Lute. Cada vez que discutían, Vaggie pensaba que quizás podría haber hecho algo diferente, que quizás si fuera más comprensiva o menos "sensible", Lute volvería a ser la chica que le había robado el corazón al principio. Pero, en el fondo, sabía que algo había cambiado en Lute, algo que no podía controlar.

Una noche, después de una discusión particularmente fuerte, Vaggie se quedó mirando al techo de su habitación, preguntándose si de verdad todo era su culpa, como Lute siempre le hacía creer. "Tal vez soy demasiado sensible," pensó para sí misma. "Tal vez soy yo quien no está haciendo lo suficiente," y finalmente lo que siempre repetiría en su mente "Tal vez no soy suficiente para ella."

Y así, cada día que pasaba, Vaggie se encontraba pidiendo disculpas por cosas que no había hecho, mientras que Lute seguía haciendo lo que quería, sin asumir nunca la responsabilidad de sus acciones. Lo peor de todo era que, a pesar de los reproches y las peleas, había momentos en los que Lute volvía a ser la misma de antes: cariñosa, atenta y llena de promesas de amor eterno. Esos momentos, aunque breves, eran los que mantenían a Vaggie aferrada a la esperanza de que las cosas algún día mejorarían.

Pero mientras las disculpas continuaban y los reproches se acumulaban, Vaggie comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más podría soportar esa montaña rusa emocional en la que Lute la había arrastrado. Sabía que el amor no siempre era fácil, pero también sabía que merecía algo más que ser constantemente culpada por errores que no había cometido.

El problema era que, aún sabiendo eso, no podía imaginarse una vida sin Lute.

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𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐒𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐘 𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora