I. Un eco del destino

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"Un dragón sin su jinete es una tragedia.

Un jinete sin su dragón es jinete muerto"



Nunca había deseado tanto que dejase de existir un día.

Me sitúo al final de la cola junto a mi hermano.

Ya había llegado el Día del Reclutamiento y, aunque odio decirlo, tengo miedo, maldita sea, estoy cagada.

Respiro profundamente tres veces mientras la cola sigue avanzando y yo me voy moviendo con ella, cada vez más cerca de lo que podría ser mi muerte.

—Recuerda lo que nos ha dicho Xaden —me recuerda mi hermano sin necesidad de despegar la vista del frente para mirarme.

—¿El qué exactamente? Ha dicho demasiadas cosas.

—Todo.

Liam llevaba unos días un poco frío y cortante conmigo. Podía entenderlo, lo hacía por si moría en el parapeto. Me recomendó que hiciera lo mismo, por si él se caía que yo pudiera seguir adelante, aunque dudo que fuese así. Me he negado rotundamente a hacer eso, si alguno de los dos muere lo mejor hubiese sido que todo el tiempo que hemos tenido lo aprovecháramos al máximo juntos.

Le doy la mano cuando veo que quedan solo cuatro personas delante nuestra. Él se tensa de inmediato ante mi tacto, está claro que sigue con la idea de distanciarnos, pero sé que él tampoco puede hacerlo.

—Astrid por favor, si mueres allí arriba...

—Cállate. Sabes perfectamente que necesito tocarte. Agradece que solo te tomo la mano.

El chico que va delante nuestra termina de apuntarse y se dirige a la puerta reforzada en la base de la torre. Es nuestro turno.

Cojo aire profundamente.

—Siguiente —dice un escriba detrás de una mesa de madera.

Liam y yo avanzamos hasta quedar enfrente de él y un marcado. Le sonrío suavemente al segundo.

El escriba nos echa una mirada de arriba a abajo parándose en mi muñeca izquierda donde sobresale mi marca de la túnica. Pero no me bajo la manga, me da igual lo que piense, lo que tenga que decir que lo diga.

Liam es el primero en tomar la pluma y escribir su nombre en la siguiente línea vacía de la lista. Echo un vistazo a los veinte nombres que hay encima del de él. Se ha apuntado mucha gente sin contar con las otras quince listas que tienen que tener iguales a esta ya guardadas.

Liam acaba y es mi turno de coger la pluma y anotar mi nombre debajo del de él.

Cuando termino vuelvo a dejar todo encima de la mesa de madera y el escriba alarga su brazo cubierto por su túnica beige para recoger la lista y leer nuestros nombres.

—Erais hijos de la Coronel Mairi —más que una pregunta es una afirmación.

Asiento y respondo.

—Éramos y somos —mi hermano me manda una mirada de advertencia y el marcado sentado al lado del escriba sonríe brevemente.

Cada escalón que subo me recuerda que el parapeto está a más altura.

¿Dónde me he metido dioses?

Me agarro fuertemente a las correas de mi mochila preparada por Xaden. Más bien lo que nos ha dicho que nos llevemos por una carta, ya que no puede venir a visitarnos.

Los glaciares ojos de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora