IV. La mirada del desconocido

82 16 10
                                    



Abro los ojos lentamente, sintiendo un fuerte dolor de cabeza, aunque ya estoy tan acostumbrada a esa molestia punzante que no me preocupo.

Miro a mi alrededor en la habitación donde me encuentro. Es mucho más grande que la mía, tanto la cama como el espacio. Las habitaciones individuales se reservan solo para quiénes sobreviven a la trilla.

Todo está decorado en negro, igual que las habitaciones de primer año, y supongo que las de todo el cuadrante.

Me incorporo en la cama y giro la cabeza, encontrándome con Xander sentado en un sillón, lanzando y recogiendo una daga. Suspiro aliviada al saber que es su cuarto. A saber dónde podría haber acabado.

—Gracias. —le susurro—. Aunque esperaba que me llevaras a la enfermería.

—Yo no te he llevado a ningún lado —me responde con indiferencia, sin dejar de jugar con la daga.

—¿Qué? ¿Cómo que no? Te vi recogerme del suelo cuándo me dio ese ataque... —sonríe de lado, sin mirarme.

—Por cierto, hay que controlar eso. Tuviste mucha suerte y no te vio nadie, pero a saber dónde puede ser el siguiente. —guarda la daga en su chaqueta de vuelo—. Y, te repito, yo no te recogí de ningún sitio.

—¿Entonces quién era? ¿Ha llegado el señor mágico de los cuentos que nos contaba el Duque Lindell y te ha arrancado un mechón de pelo para crear una poción y convertirse en ti?

Xaden se ríe, sin disimular. Me encanta cuándo estamos solos, sin su careto serio de líder de Ala.

—Puede ser, no descarto esa posibilidad. Aunque veo más creíble que haya sido mi primo.

—Tu... ¿primo? —asiente, y yo lo miro perpleja— ¿Llevas cinco años viviendo con nosotros y nunca se te ha ocurrido contarnos que tienes más familia viva?

—No me ha parecido importante.

—Claro, solo falta que ahora me digas que te follaste a la Catriona esa y que tienes un hijo en Poromiel.

—No vas tan desencaminada —bromea.

—Pero tú eres tonto.

Suelta una carcajada y yo también me río, recordando las noches que pasábamos entre risas en Trivainne él, Liam y yo en una habitación los tres juntos.

—Creo que le debes dar las gracias a él. —me dice, refiriéndose a su primo.

—Ya se las daré. —nos quedamos en silencio unos segundos—. Por cierto, lo que os parecéis es criminal. —ríe—. Lo digo en serio, al cruzar el parapeto también lo ví y de espaldas sois clavados. Ayer es que lo veía muy borroso. ¿Fue ayer, no? ¿Qué hora es?

—Las cuatro de la mañana.

—¡¿Las cuatro de la mañana?!

—Ayer avisé que no podrías asistir a las demás clases porque no te encontrabas bien. Me costó lo mío, pero al final accedieron. Aunque creo que tendrías que ir ya a tu habitación para no levantar más sospechas.

—Debería —coincido, levantándome de su perfecta cama con pereza. Yo también quiero una habitación individual.

Sobrevive.

Xaden se levanta del sillón y me abre la puerta.

—Buenas noches —le deseo antes de alejarme, quedándome con las ganas de su tacto. No quería agobiarlo; sabía que no le gustaba y mucho es que está despierto a las cuatro de la mañana por mí, aunque algo me dice que lo estaría aunque yo no estuviera.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los glaciares ojos de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora