No es casual

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Despierto con un sol enceguecedor en mi rostro y lo primero que pasa por mi cabeza además de una punzada de dolor fue: "¿En serio se me olvidó cerrar las cortinas anoche?".

Trato de abrir los ojos, pero se me dificulta, hasta que decido alzar mi brazo cubriendo la luz que llegaba a ellos.

Logro abrirlos un poquito, ya veo más.

Lo raro es que no estoy en el lado del que duermo de mi cama y la ventana no está al lado derecho.

¿Dónde estoy?

Me siento rápidamente y lo primero que noto es que no tengo nada de ropa puesta solo me cubre una sábana.

Fuera de mi casa, desnuda, ¿ya qué faltará?

Empiezo a tratar de recordar y tengo recuerdos borrosos, pero mis pensamientos los interrumpe un quejido a mi lado.

Me volteo y veo a... Salomón?

Dios, ya lo recuerdo todo.

Por un segundo me asusto y me pregunto cuando se me ocurrió meterme en esto, pero recuerdo lo que sentí anoche, que es de lo poco que puedo acordarme, y un escalofrío atraviesa todo mi cuerpo.

No sé qué me pasa últimamente, pensé que los impulsos de ayer eran por el alcohol.

Todo este tiempo, sin darme cuenta he estado con la mirada fija en Salo.

Salo, Salo.

¿Él se acordará de algo? Yo creo que estaba en mejor estado qu-

—Caro? —Dijo mientras se restregaba las manos por los ojos sin cuidado.

—Salo...

Se incorporó rápido sobre la cama, quedando sentado a mi lado.

—Caro yo no sé ni siquiera si usted se acuerde de todo lo que pasó anoche —empieza a decir—. Pero yo solo quiero que sepa que yo nunca hubiese hecho nada que no me permitiera antes y yo soy consciente de que probablemente usted no quería que pasara todavía lo que pasó, por todo lo que le venía pasando y todo eso... —dijo casi sin tomar aire.

Me acerco más a él tratando de que la sábana que medianamente me cubre no se vaya a soltar.

—Si me acuerdo y le aseguro que por más prendida que estuviera, dentro de mí si quería que esto sucediera —dije casi sin pensar—. Pero tampoco quiero que esto se vuelva un compromiso, yo creo que usted se sabe mis vueltas con ese tema, todavía me cuesta.

—Yo lo sé Caro, yo lo sé. No se preocupe que yo la entiendo y tampoco quiero que nuestra relación, pues de amigos, se vaya a hacer imposible por algo así.

No tengo ni idea de cómo vamos a hacer para que no sea incómodo, pero tampoco quiero perderlo.

Me acerco a abrazarlo y al sentir su calor no puedo evitar recordar las sensaciones que me provocó la noche anterior.

No puedo parar.

Nos separamos del abrazo y quedamos frente a frente, aún no lo suelto del cuello y mientras nos miramos a los ojos es imposible no sentir ganas de romper el espacio entre los dos.

Esta vez no son mis "extraños impulsos", son las famosas maripositas.

Por enésima vez en el día, ¿Qué me pasa?

Me rindo y de la nada todo lo que habíamos hablado hace un rato deja de importar.

Nos sumergimos en un beso profundo, que disfruté hasta el cansancio, pero no de esos besos que llevan a la lujuria, era más bien un beso muy sincero, que me hizo sentir, solo sentir.

Eternamente, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora