Ha pasado una semana de la fiesta, también de todo lo de Salo y yo, lo de esas conversaciones que tuvimos luego.
Hemos pasado más tiempo juntos, él trata de darme seguridad, aunque aún no logro definir cómo me siento.
Los últimos dos días estuvimos juntos en el estudio, la pasamos muy bien, en lo de nosotros.
Con discreción, claro, pues no estábamos solos.
Pero esa discreción se jodió en cuanto terminamos juntos, solos, en mi casa.
Puede que no sepa lo que siento a ciencia cierta, pero mi cuerpo no se equivoca cuando me pide más.
Más de él.
Hace unos minutos estábamos en la cocina tomando unas copas de vino.
Ahora, Salo me besa con deseo acorralándome contra la alacena.
Me muerde los labios, me besa el cuello, nunca se lo pedí, pero se siente mejor que cualquier otra cosa en el mundo.
Tiene razón, aprendió a leerme.
Me quita el top rojo que tenía puesto, le gusta la vista.
Baja sus besos húmedos de mi cuello hasta mis pechos y se sumerge allí, lo que hace que me caliente aún más y comience a soltar pequeños gemidos.
Mientras se recrea en mis pechos mantiene sus ojos fijos en los míos. Definitivamente va a enloquecerme.
Se arrodilla y pasa sus manos por toda mi silueta, generándome escalofríos. Se detiene en el cierre de mi pantalón.
—¿Puedo? —pregunta.
—Sabes que sí.
Se ríe coqueto y me desabrocha el pantalón rápidamente. Al quitármelo vuelve a incorporarse y me agarra de la cintura para subirme, casi sin esfuerzo, a la isla de la cocina.
Vuelve a besarme y me mira a los ojos.
—Estás hermosa.
Se me revuelve todo y solo puedo tomarlo del cuello y volver a besarlo.
Hace que apoye mi cabeza en el mesón, toma una copa de vino e inesperadamente la riega en mis pechos y abdomen, comienza a chupar y lamer todo mi cuerpo.
Cuando se asegura de que no quedó una sola gota de vino en mí, baja hacia mi sexo y lo estimula con su lengua y manos, lo que hace que arquee la espalda de puro placer.
Lo hace cada vez más rápido, hasta que no aguanto más y estallo en un orgasmo increíble.
Apenas vuelvo a recuperarme cuando noto que está desnudándose él también, me prendo un poquito más, si es que eso es posible.
Roza ambos sexos con cada vez menos delicadeza y entra en mí despacio.
Deja que me acostumbre a su grosor y comienza a moverse dentro, mientras estimula mis pezones con una mano y con la otra sostiene mi cadera.
En medio de ruidos obscenos llegamos al orgasmo juntos, que no sería el último del día.
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Eternamente, tú y yo
RomantiekCarolina y Salomón se encuentran una noche donde desean volver a sentir. Al amanecer se ven iluminados, no solo por el sol, sino por el inicio de un amor tan brillante como inesperado. Romance de Carolina y Salomón, narrado por capítulos nombrados e...