Lo mejor que hay en mi vida

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Despierto en una cama que no es la mía, extrañamente pensando en la primera vez que estuve allí, en la misma situación.

Después de una noche de fiesta interrumpida por la gran pasión que apenas surgía, en esta cama volví a sentirlo todo.

Sin saberlo, aquí empecé algo de lo que no me arrepentiría jamás. Con sus tropiezos, pero siempre sabiendo que no fue solo casualidad la razón por la que terminamos enredados en nuestras pieles esa noche.

Hoy despierto igual que aquella extraña y hermosa mañana, después de una apasionada noche, donde juntos experimentamos cada sensación posible sin prisa.

Pero con una diferencia, al dueño de la cama ahora lo tengo abrazado a mi cuerpo, durmiendo placenteramente.

Lo miro embobada.

—Tan feliz me vas a hacer, Salomón? —susurro.

Acaricio sus mejillas y su mentón.

Se remueve entre las sábanas y se acomoda mejor en mi pecho.

Otro pensamiento invade mi mente, es hoy.

Hace días, viendo el atardecer en las montañas de Los Ángeles, sentí la necesidad de decirle algo que ya había estado pensando días atrás.

Sé que lo nuestro ya era más formal que casual, pero siento la necesidad de que lo sea totalmente, y sé que él también. Pero cómo lo estábamos llevando sin presiones, ninguno se atrevía a seguir dando los pasos.

Hasta esa conversación.

Se lo dije, le dije que me sentía lista para conocer a sus papás, a mis suegros.

Para sorpresa de nadie, se lo tomó más que bien.

Me preguntó una y mil veces si estaba segura, si no quería que esperáramos más tiempo. Y cuando le aseguré de mil maneras diferentes que estaba más que segura, me dijo que él también quería presentarse oficialmente con mis papás.

Nos dimos cuenta que ambos estábamos más emocionados por el tema de lo que creíamos.

Nos dimos cuenta de que el amor y la seguridad que nos causamos mutuamente ya no tenía por qué esconderse, menos a nuestros seres queridos.

Los papás de Salo viven en Colombia, no hemos podido ir en un tiempo, pero por suerte esta semana viajaban hasta acá por invitación de Salomón y Manuela.

De hecho no sé si por suerte, porque aunque estoy feliz por este gran paso, también me invaden los nervios por conocerlos.

Pero lo pienso bien y... Son los papás del hombre al que más amo en el planeta, si él es así de maravilloso, cómo serán las personas que lo crearon?

Me tranquilizo un poco.

Pero ya no tendría que tranquilizarme sola.

—Reina... Usted por qué madruga tanto, ah? —dice entre bostezos.

—No está ni tan temprano —refuto.

—Te puedo asegurar que no son ni las 7.

Estiro el brazo para buscar mi celular y veo la hora.

Eternamente, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora