Capítulo 7

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Nunca solía levantarse tan temprano a menos que tuviese la necesidad de salir de sus sábanas y huir hacia la naturaleza. Sin embargo, esa mañana despertó con una pesadez atípica en la base de su estómago y un temblor en sus manos que no podía controlar. La ansiedad poseyó su cuerpo y mente antes de que pudiera darse cuenta y las cuerdas finas de su cordura apretaron su garganta impidiendole respirar. Cerró los ojos abriendo y cerrando las manos tratando de bajar su cerebro del pico y contó hasta cinco adelante y luego cinco hacia atrás.

Poco a poco, las cuerdas se fueron desatando permitiendole respirar hasta que una a una desaparecieron en el fondo de su mente como si nunca hubiesen estado allí.

Odiaba cuando pasaba eso. Se sentía impotente aunque sabía que era una respuesta prácticamente inevitable. Se había acostumbrado a lidiar con esa amiga invisible que alertaba a su cerebro de un peligro que no estaba así que él solía dejar que ella saliese para mostrarle que no había nada de malo a su alrededor. No había peligros que pudieran hacerle daño ni mosntruosos fantasmas que lo ahorcarían. A pesar de ello, su cuerpo solo pesaba después de ello deseando descansar del estrés. Lamentablemente ese día no podía darse ese lujo.

Con pesar, arrastró los pies por el suelo. Separó las cortinas de su habitación y abrió las ventanas permitiendo que el aire entrase y limpiase el olor de la habitación. Inhaló con fuerza y expulsó el puro aire húmedo de la mañana con lentitud dejando que también limpiase su cuerpo llevandose ese mal sentimiento. Afuera, la estación más hermosa de todas comenzaba a hacerse notar. Algunas hojas estaban más amarillas mientras algunos de los árboles reflejaban su estadío más precioso esperando que la magia de la estación le permitiera soltar las hojas como cada año.

Ese otoño él también tenía muchas cosas que soltar.

Bajó finalmente hacia la cocina poniendo agua a calentar para un té que despertase sus sentidos y su mente de una mejor manera. Era increíble lo poco que se permitía un momento de relajación extrema si su cuerpo comenzaba a darle las señales de que estaba al límite.

Caminó hacia el patio dejando las sandalias de andar en el suelo de madera y tomó asiento aún en pijama en el borde que separaba su casa de la hierba. El cielo comenzaba a colorearse de azul pero aún predominaban los naranjas, los rosáceos y el poco de púrpura que necesitaba para alegrar su mañana. Bebió su té negro con una pizca de miel y disfrutó por primera vez en varios días de una mañana lenta. Admiró el paisaje a su alrededor sonriendo levemente. Realmente su ex esposo se había esmerado eligiendo un lugar que sabría le haría bien.

Vagamente se preguntó como estaría. Desde el divorcio y la mudanza él había tomado distancia no queriendo salir más herido de lo que se sentía por su traición pero, aún así deseaba saber como estaba.

Decidió que lo llamaría una vez que hubiese desayunado. Entró al terminar su bebida caliente y dejó la taza en el fregadero. Subió a su habitación listo para cambiarse cuando el timbre sonó en la lejanía. Frunció el ceño sin saber quién le visitaba pues estaba seguro de que no tendría visitas esa mañana. Bajó despacio acercandose sin hacer mucho ruido y una brillante sonrisa se extendió por su rostro. Abrió la puerta saludando directamente a los rayos del sol en su rostro y a la figura de negro de pie en su puerta con una mirada insegura.

-- Seungcheol – saludó con voz baja sin querer parecer más emocionado de lo que ya estaba -- ¡No te esperaba esta mañana!

El hombre le observó con una mezcla de disculpa y timidez que le llegó al corazón. Se hizo a un lado invitandole a pasar. Extendió un par de pantuflas para que caminase con ellas en su casa, una costumbre que nunca se le había quitado desde que los padres de Joshua se lo habían enseñado, y que aunque era difícil tenía su propósito en mantener su casa limpia.

Querencia IV: Us Again (Jeongcheol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora