Capítulo 4

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Londres era su ciudad favorita por muchísimas razones y una de ellas era que sus construcciones antiguas eran un deleite siempre para ver y fotografiar. Fue allí mismo enfrente de aquel edificio de la era pasada que se enamoró de la fotografía. Más que un arte lo veía como una forma de guardar en sus memorias lo que el pasó del tiempo no había podido borrar.

"City Lights" era su aporte a la historia de la humanidad. Recorrió 26 países durante todo un año enmarcando en todas y cada una de ellas lo hermoso que había hecho el ser humano cuando no estaba tan preocupado por las redes sociales. En los tiempos en los que un dispositivo móvil capturaba todas las bellezas del mundo, él era uno de los afortunados en tener la galería llena en su día de apertura. Aunque su lente ya no era el mismo de antes dónde expresaba emoción por lo que fotografiaba, este nuevo enfoque más maduro le permitió conectar con más adultos alrededor del mundo.

-- Hola a todos. Les doy la bienvenida a City Lights cuyas puertas están abiertas desde hoy para todos ustedes. Espero que les gusten y puedan disfrutarlas aquí o en casa – hizo una reverencia como sus padres le habían enseñado y sonrió ante el público – Pasen una bonita noche.

Se escabulló al piso superior con rapidez alejandose de la multitud que lo ponía tan nervioso. Vestía bastante formal para su gusto pero, era un requerimiento casi obligatorio que el artista fuera lo más presentable posible al primer día. Los ingleses, casi como todos en el UK, tendían a ir vestidos formal aunque no demasiado. Su camisa blanca con el primer botón suelto dejaba ver algo de su cuerpo bien ejercitado mientras que los pantalones negros de vestir enmarcaban sus piernas como a él le gustaban. Se veía perfecto y lo sabía. Sin embargo, tenía la extraña y cosquilleante sensación de que algo pasaría esa noche.

Dió un vistazo por la galería entusiasmado con las opiniones que llegaban a sus oídos. Sabía que más de una sería comprada esa noche por lo que se sintió más que orgulloso de su trabajo. Mingyu había venido, por supuesto, trayendo consigo al famoso secretario del cual no sabía el nombre y reían frente a una fotografía panorámica de Las Maldivas. No dudaba que el moreno le estaba invitando al sitio.
Otra pareja admiraba El Castillo de la Real Fuerza* construido en algún momento del siglo XVI y sus miradas curiosas le indicó que esa era la próxima pieza en decorar el estudio de algún hombre de familia.

Cuando sus ojos escanearon el resto de la habitación, sus manos comenzaron a sudar. Allí frente a la fotografía de París con las manos juntas en la espalda, un ángel yacía. Su cabello había sido recogido en un moño bajo perfecto y su camisa negra denotaba la clásica elegancia que en algún momento se llegó a esperar del esposo de un duque ahora planificador de bodas. No sabía que clase de hechizo le había echado el de cabellos dorados pero, desde aquel momento en la fiesta de compromiso y sus constantes husmeos en su cuenta de red social, fue imposible conocer cada detalle de su espalda o siquiera sacarlo de su cabeza. Bajó discretamente acercandose a él sin poder evitarlo.

-- No pensé que te gustara la fotografía – dijo a modo de saludo sobresaltando al de cabellos dorados que lo miró como quien encuentra un fantasma – Perdón por asustarte.

-- Oh no, está bien – comentó agarrandose un poco el pecho del susto – No sabía que eras fotografo.

Maldijo para sus adentros al estar tan cerca. Su corazón latía con fuerza y las palmas de sus manos sudaban de los nervios. Era la primera vez que se sentía así de nervioso por un hombre que había captado su atención.

-- ¿Hay alguna que te haya llamado la atención especialmente? -- preguntó Seungcheol aprovechando el hecho de que su cerebro estaba cooperando con él para hablar.

-- Esta la verdad que es tan preciosa que ha llamado mi atención – rió Jeonghan -- ¿Te sorprenderías si supieras que nunca he estado en París? Sin embargo, mirando tu fotografía creo que estoy ahí.

Le había sorprendido en demasía. Paris era la ciudad del amor y para muchos era una tradición, el simple hecho de viajar con sus amantes y sellar su amor con un beso bajo la Torre Eiffel.

-- ¿La quieres?

-- ¿Eh?

-- La foto, que si la quieres – preguntó Seungcheol ante la mirada sonrojada del hombre – Solo dí que sí y es toda tuya.

-- No tengo el dinero para comprarla, lo siento.

-- No te pregunté si tenías el dinero para comprarla, solo si la querías – bufó Seungcheol pero tomó el silencio de Jeonghan como una expresión de vergüenza – Ven conmigo.

Ofreció su mano y, para su sorpresa, fue aceptada. Subieron las escaleras hasta la secretaría dónde la empleada de la galería amiga suya se ocupaba de registrar las direcciones hacia dónde irían las fotografías una vez se terminase la expocisión. Tocó con suavidad y entró después de escuchar el permiso.

-- Hola Nayeon, siento molestarte pero quisiera que anotases la dirección del Sr. para enviarle la foto de París cuando termine la expo – ordenó con una sonrisa encantadora jalando a Jeonghan al frente de la joven – Estaré fuera.

-- ¿Método de pago? -- preguntó Nayeon arqueando una ceja a su jefe.

-- Es un regalo, Nayeon. No seas grosera por favor.

Salió dándoles privacidad. Sobre todo porque no pensó que a Jeonghan le gustase que supiera dónde vivía si apenas habían compartido una conversación. El sutil olor a coco le indicó que estaba a su lado por lo que le dió un espacio para que se sentara. Allí en la privacidad del segundo piso con los hombros juntos, Seungcheol supo que se había enamorado a primera vista.

-- Gracias por eso – susurró Jeonghan en voz baja – Me has puesto hasta emocional.

-- ¿Nunca has recibido un regalo?

-- La última vez fue hace seis años cuando le dí el sí a mi ex esposo – chasqueó la lengua mirandole -- ¿Tú y yo nos hemos visto antes, Seungcheol?

-- No antes de la fiesta, Jeonghan.

-- Sabes mi nombre – bromeó el rubio sonriendole – Pensé que Mingyu nunca te lo daría.

-- Ya sabes como es cuando se da cuenta de algo importante – bufó – Se pone todo loco.

Seungcheol descubrió varias cosas aquella noche de septiembre. Descubrió que Jeonghan tenía la risa más contagiosa del mundo cuando era genuina; que le gustaría viajar por el mundo. Descubrió que Jeonghan tenía la mirada más bonita y tímida cuando él se le acercaba sutilmente a arreglarle el cerquillo y que su corazón tarareaba su nombre al mismo tiempo en el que él caía estúpidamente enamorado.

-- ¿Te gustaría ir por un café un día de estos? -- preguntó el rubio extendiendo su teléfono para que este pusiera su contacto – Mingyu debe haberte dicho en la situación en la que me encuentro pero, el lunes finalmente tendremos la última audiencia.

-- Claro – acordó Seungcheol – Estoy disponible en la ciudad por el tiempo que dure la exposición y conozco un sitio dónde hacen un café espectacular.

Despidió a Jeonghan en el inicio de la escalera con un dolor sordo en el pecho. Se habían reído tanto juntos en los últimos treinta minutos que deseó haber podido alargar el momento un poco más. Sin embargo, Jeonghan dió un medio paso hacia atrás envolviendo su cuerpo en un abrazo cálido. No dudo en sostenerlo con las dos manos pegando su cuerpo al suyo. Olisqueó su perfume grabandolo en su mente y suspiró cuando el rubio dejó un beso en su cuello murmurando en voz baja.

-- Gracias, Cheol – susurró besando su frente también y abandonó sus brazos tan rápido como cuando había llegado.

Era un misterio el que ambos hayan sentido lo mismo de formas diferentes pero, Seungcheol sabía que aquel hombre rubio sería parte de su vida tarde o temprano.











*El Castillo de la Real Fuerza es una construcción militar de 1577 construido por los españoles en La Habana, Cuba. Tenía tantas ganas de poner un pedacito de mi isla en una de mis historias que esta me pareció la correcta.

Querencia IV: Us Again (Jeongcheol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora