-Llegas tarde, Andjela.
La chica apareció al lado del hombre de traje en apenas un pestañeo, haciendo parecer que se teletransportaba de un lado a otro ante el ojo del ser humano.
-No seas aguafiestas, jefe.- comentó, sacando el cassette de su lector y quitándose los cascos.- Esta vez no ha sido para tanto, ¿quince? ¿veinte minutos?
El adulto suspiró, cerrando los ojos durante un instante y contando hasta diez mentalmente. eso era cosa mala, Vasile sólo lo hacía cuando Andjela lo sacaba de quicio, que era todo el rato.
-Andjela, quedamos hace tres horas en el Congreso para que nos dieras las fotografías que habías conseguido. Hace justamente dos horas y treinta y siete minutos me llamaste desde una cabina en Nueva Jersey, que está a la distancia de un océano, para decirme que ibas a estar en la feria y me las darías allí.
-Oh, claro. -La chica le cortó, rebuscando en los bolsillos de su chaqueta de cuero.- Y las he metido justo aquí... En alguna parte, estoy segura.
-No las has perdido, ¿verdad? -Vasile entrecerró los ojos, mirando fijamente a la chica de esa forma que él sabía que la ponía de los nervios o, por lo menos, cargo de conciencia.- Llevas tres horas para entregármelas, Andjela.
La chica pasó a rebuscar en su mochila de cuerdas y estampado de flores. Mientras tanto no se atrevió a mirar a la cara al adulto.
-Oh, ya sabes. -divagó, intentando entretenerle.- Tengo una vida muy ocupada y me pillabas entrenando, ¿sabes?
-¿Entrenando?- Vasile alzó una ceja.
-Oh, sí. -terció la chica, pasando a buscar en los bolsillos de su pantalón- Ir a la velocidad de la luz no se aprende por gracia divina. Aunque todavía no he llegado a tales velocidades, la verdad. ¡Pero hace una semana descubrí que voy lo suficientemente rápido como para andar por encima del agua!
-¿Y es por eso que acabaste en Nueva Jersey?
-Exacto, así que aproveché a visitar un centro comercial que habían abierto hace poco y me fui a pintar las uñas. ¿Te gustan?
Andjela le enseñó las manos, sacándolas de sus bolsillos.
-Son muy... rosas. -Vasile comentó, ajustándose la corbata distraídamente.
-Lo sé, son maravillosas. -La chica sonrió, metiéndose las manos en los bolsillos de su chaqueta- Oh, mira, estaban aquí.
La chica sacó unas fotografías instantáneas de su mano, dobladas y arrugadas. Pero su imagen dejaba ver con total claridad todas las muestras que necesitaba el Congreso y, por ende, Vasile.
El hombre se las quitó de las manos y las desdobló, permitiéndose unos minutos para analizarlas.
Andjela se balanceó sobre sus pies, pasando su peso de las puntas a los talones y de los talones a las puntas todo el rato. Miró distraídamente los carteles de luces de colores de la feria mientras tarareaba para sí, intentando rellenar el silencio entre los dos.