El murciélago aterrizó en la barandilla del barco apenas una hora antes del amanecer, en la hora más oscura de la noche.
Los marineros de guardia le silbaron, atrayéndolo hacia su corrillo bajo del único farol encendido en la cubierta. Se habían reunido alrededor de un barril que estaban usando como mesa para jugar a las cartas y comer naranjas frescas a escondidas.
El murciélago se acercó sobrevolando hacia una de las manos de un marinero, en la que le ofrecía una rodaja de fruta. Se rodeó el pulgar con las garras de sus patas para aferrarse e hincó el colmillo a la comida, dejando que uno de los otros marineros le acariciaran la cabeza. Esta vez les guardaría el secreto del juego y la comida, pero tendría que decírselo al capitán en algún punto.
O tal vez no.
Al final el capitán siempre se terminaba enterando de todo.
Aun así, prestó atención a la conversación entre los piratas por si acaso había alguna novedad. Aunque, dentro de un barco durante dos semanas seguidas no pasaba nada interesante. Para eso estaba él: Pera llevar y traer noticias, investigar y advertir.
Apenas tardaron un par de minutos en dejar de prestar tanta atención al animalillo, volviendo a hablar entre sí.
-Bosoot ha dicho esta mañana que tendremos tormenta dentro de poco. -un marinero con mal aliento y camisa roja comentó.- ¿Creéis que llegaremos a tiempo a Voksjell antes de que nos pille el temporal?
El hombre que le cogía entre sus manos se encogió de hombros.
-Espero que no nos quede mucho para ver tierra. - respondió con voz afónica- Pero no sería la primera vez que Bosoot se equivoca.
-¿Pero qué dices? - el de la camisa roja refunfuñó, dándole un mordisco a una naranja pelada- Si es el encargado del carajo será por algo, no es su culpa que el viento cambie tan rápido como las olas de dirección.
-Tranquilos. -el tercer hombre, el de un parche en el ojo y cara de pocos amigos, habló con voz suave.- No hace falta saber si el temporal nos cogerá antes de llegar o después. Yo creo que el capitán volverá a cambiar de rumbo como hace siempre.
Los tres se quedaron en silencio, agachando la cabeza y desviando miradas. El murciélago alzó las orejas, observando a cada uno de los piratas. Eso era extraño.
Las olas chocaron en el casco del barco, con su ronroneo constante y el vaivén del barco suave. Casi parecía que el mar les cantara una canción de cuna, incitándoles a dejarse llevar por ella.
-¿Crees que conseguiremos pronto encontrarlo?- CamisaRoja suspiró, dándole un mordisco más a su naranja. El murciélago desvió la vista, preguntándose qué tipo de psicópata se las comía así.- Llevamos ya siete meses yendo de un lugar a otro, cambiando de destino según le apetece al capitán y sin conseguir más que un par de monedas de más para que nos mantengamos callados y obedientes.