04-Moon

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Eliel tarareó el ritmo de la melodía con la que se había despertado hoy

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Eliel tarareó el ritmo de la melodía con la que se había despertado hoy.

Hacía meses que no pisaba la Tierra y jamás habría pensado que echaría de menos algo tan mundano como al música de un anuncio de pasta de dientes. Pero había que decir que la canción tenía gancho.

Siguió saltando por la luna, observando a partir del cristal tintado de su casco la superficie rocosa, agarrando la caja de herramientas de estudio lo mejor que podía con los guantes gruesos herméticos del traje.

No se acordaba muy bien de la letra, tenía que ver con algo de sonreír más y aliento fuerte, pero tampoco tenía mucho desarrollo.

Aun así, siguió tarareando el ritmo fuerte para sí. Bum badúm, Baradúm bum búm. Y otra vez vuelta a empezar. Bum badúm, Baradúm bum búm.

Hoy hacía una día espléndido, la Tierra ya había girado lo suficiente como para poder ver a Chipre apareciendo por el borde. Ufff, también parecía que los de Islandia tendrían una buena racha de mal tiempo con las nubes que se acercaban por el oeste.

Bueno, Eliel había tenido suerte en eso del tiempo. Como en la Luna no había atmósfera tampoco cambiaba el tiempo, quedándose en un burdo y monótono vacío, así que no tendría que no tenía que preocuparse de que lloviera o hiciera sol. De hecho, siquiera tenía día y noche. Todo era la inmensidad oscura del espacio sobre él, amenazando con tragársele en cualquier momento.

Eliel negó con la cabeza para sí, despegándose esos pensamientos de la cabeza e intentando concentrarse en la melodía de ese anuncio. Bum baradúm, bum badúm. ¿O era Bum badúm, Baradúm bum búm?

El ritmo ya se había escapado de su cabeza con la misma ligereza con la que había venido, dejándole a Eliel sólo ante la superficie rocosa. Debería de haberse traído con el su MP3 para el viaje, al menos la Luna tenía suficiente gravedad como para dejar que las ondas del sonido pudieran viajar por la atmósfera.

Oh, ya había llegado al cráter que necesitaba.

De un salto ralentizado bajó a la parte interior del cráter, consiguiendo mantener el equilibrio y no terminar dando volteretas en medio del aire hasta caer desorientado. Eso era algo que las películas de ciencia ficción no tomaban en cuanta. ¿Cómo podría una persona caer tan bien si era la primera vez que salía a una gravedad tan pequeña?

Él había estado años entrenando para esta misión y cuando había llegado apenas podía moverse por la superficie sin parecer un globo de helio medio moribundo, arrastrado por el viento. La diferencia era que en la Luna no había viento y en vez de un globo, Eliel era un humano, pero se sentía de la misma forma.

Abrió el maletín lo mejor que pudo, encendiendo la cámara de su casco para grabarlo todo y analizarlo con más clama cuando volviera a su base. Allí ya regaría a Cataleya, su planta, y se echaría a dormir un rato. Tal vez le daría tiempo a saludar a los de la estación espacial durante el camino de vuelta.

Por ahora se concentró en sacar las bolsas de muestra y recoger un par de polvo lunar para analizar su composición más tarde. Estaba allí para buscar una de la boca de las cuevas de la Luna, esos tubos por donde circuló lava hace millones de años.

De hecho, esa había sido su misión principal desde que vino aquí, cartografiar y analizar cada parte del satélite, removiendo hasta la última mota de polvo que pudiera hacer. Ya había recorrido buena parte, incluso se había encontrado el lugar donde el Apolo 11 aterrizo. Eliel les tuvo que hacer el favor de volver a colocar la bandera estadounidense de pie, que se había caído de donde la clavaron.

Eliel miró a su alrededor, intentando distinguir la otra punta del cráter. Qué raro, desde ahí no se podía ver, ¿acaso era tan grande el agujero?

Oh, ya se había acordado otra vez. El ritmo era Bum badúm, Baradúm bum búm. Se puso a tararear otra vez y, de un salto grande y lento, empezó a caminar en dirección a la otra punta del cráter.

Lo había encontrado, la cueva estaba allí

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Lo había encontrado, la cueva estaba allí.

Eliel se había imaginado muchas veces ese momento y, siempre que lo hacía, le parecía la cosa más aburrida que alguien podría desear. Se imaginaba un umbral de roca blanquecida y algo rugosa, creando una pequeña fisura entre alguna pared de un cráter aleatorio.

Pero lo que se había encontrado era... Guau.

Miles de pequeños cristales azules vibrantes se encontraban forrando las paredes y el techo de una apertura tan grande como la sala de un auditorio, brillando y fracturando la luz en cuanto la linterna de Eliel rozaba su superficie.

El chico parpadeó un par de veces, intentando creérselo. Era simplemente hermoso, se apresuró a abrir una bolsa de muestras y metió un par de cristales para analizarlos. Apenas procesó que estaba sonriendo de oreja a oreja cuando corrió a observarlo todo.

Por fin volvería a casa, se podría ir a dormir sin miedo de morir ahogado sin oxígeno por algún problema del generador y se ducharía con agua que no fuera reutilizada de su orina.

Sintió su pecho apretarse de felicidad por primera vez desde que se aventuró en esta misión.

Estos cristales iban a ser su pasaje de vuelta a la Tierra.

Estos cristales iban a ser su pasaje de vuelta a la Tierra

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Writetober: Mythical VersionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora