Lavdia dejó que el peso de su brazo abriera por sí solo el manillar de la puerta del despacho, sin ganas de abrir esa puerta y ponerse a explicar la guardia de esa noche.
Ser una hacedora de cristal no la hacía por regla de tres una soldado. Por mucho que lo intentara todo eso le seguía pareciendo un burdo juego manipulativo del gobierno. Los políticos y altos mando parecían mandarles en busca del peligro de la misma forma que echarían un poco de arena al fuego, disminuyendo su fuerza pero sin llegar a apagarlo del todo.
Pero por eso justamente se había unido al lado de Wax y había huido del ejército, ¿verdad? Ella estaba intentando hacer algo que verdaderamente hiciera un cambio. El problema es que estos camino eran ciertamente algo menos... convencionales.
Eso pensamiento hacía que el cansancio pesara menos. Estaba haciendo lo correcto.
Lavida se decidió en abrir la puerta de una vez por todas, irguiéndose con sus extremidades pesada como plomo y adentrándose en el despacho.
Ese nuevo invento de luces eléctricas parecía vibrar por encima de sus cabezas en una luz amarillenta que salía de las lámparas. Pero lo más sorprendente era el calor que te abrazaba en cuanto entrabas.
Tampoco era una sorpresa, ya era invierno y el frío ya había entrado en la ciudad hace tiempo, ¿por qué no iba a estar la chimenea encendida?
-Buenas noches, Lavdia. -La chica dirigió su mirada al escritorio de la sala, donde se encontró a un Wax con la mirada centrada en los folios que tenía sobre la mesa.
-Hola. -murmuró, desabrochándose su capa oscura y su sombrero en el perchero de la entrada.
Cerró la puerta tras de sí con un pequeño chasquido de la manilla y se arrastró hasta el asiento acolchado que había delante del escritorio.
Wax se pasó una mano por el pelo, quitándose el flequillo de la cara, mientras seguía leyendo un documento amarillento y daba unos golpecitos con el lápiz en la madera anaranjada de la mesa.
-Has vuelto tarde. -puntualizó, mirando de reojo a la chica durante un momento.- Pero supongo que la guardia ha ido sin problemas. ¿Me equivoco?
Lavdia rotó los hombros y se estiró, desentumeciendo los músculos tranquilamente.
-Dalf y yo estuvimos haciendo una ronda por la zona de lo suburbios que nos recomendaste.- la chica empezó a narrar.- Estuvimos un par de horas buscando por ahí, ya sabes, parando algún crimen y ayudando un poco en lo que veíamos. No parecía haber mucho jaleo esta noche, así que decidimos separarnos: Yo por el tramo este, el que va a la Cañada: y Dalf por el Oeste, por la parte de la Plaza y las posadas.
"Pero parece ser que me encontré con un grupo de Imparls que me llevaron justo a un almacén donde estaban un montón de garitos y bandas reunidas, tal y como dijiste Wax. Me colé para recabar información y me encontré que, en una sala privada, el hijo del gobernador estaba hablando con el mismísimo Berjl de los Naipes de Hierro."
Lavdia se acurrucó en el asiento y alzó la vista, encontrándose con que Wax había dejado los papeles de lado y ahora la miraba fijamente. Lo que le estaba contando era jugoso, demasiado como para no querer darle un mordisco.
-¿Y qué es lo que oíste, Lavdia? -preguntó, arqueando una ceja.- ¿Se estaba preparando alguna transacción? ¿Una entrega? -Se inclinó hacia delante de nuevo, apoyando los antebrazos en la mesa y haciendo una leve pausa antes de seguir hablando.- ¿Cuál es el negocio? Teorizo que te habrás colado para escucharlo.
-Oh, he hecho más que eso.- Lavdia sonrió, sacando de su bolsillo un pequeño libro de tapa de cuero- He conseguido hacerme con lo que quiera que se estuvieran intercambiando. Se lo he robado cuando salían, disimulándolo mientras chocaba con el hijo del gobernador.
Dejó el librito de un golpetazo en el escritorio, dejándolo encima de los documentos. Sí, hoy había hecho más avance que toda su carrera militar entera. No podía dejar de sentir su pecho apretarse de emoción al tener eso allí.
Había descubierto el secreto de los Imparls.
Una extraña sonrisa de orgullo apareció en el rostro de Wax mientras cogía el cuaderno. Lo giró entre sus dedos, estudiándolo como si fuese un tesoro de oro.
-¿Ha abierto el libro? -le preguntó, echando un viso de reojo a la chica mientras pasaba la primera hoja- ¿O solo te apetecía darte prisa a traerlo?
-¿Tu qué crees? -Lavdia respondió, dejándose tragar por el acolchado del asiento con satisfacción.
-Creo que te lo has leído dos veces antes de plantearte la idea de venir aquí e informarme.- Wax la miró con una ceja alzada.
-Has dado en pleno, Wax- La chica se encogió de hombros- Venga, ábrelo.
El hombre suspiró y abrió la primera página.
En cuanto leyó la primera frase, Lavdia vió como su ceño se frunció y se encorvaba hacia las páginas del libro, como si con acercándose más las palabras fueran a cambiar de significado.
Pasó un par de páginas, con la mirada repasando las notas una y otra vez.
-Joder. -suspiró, con la nariz entre el papel y la tinta.- Eso no es lo que esperaba.
-Un nuevo cristal. -admitió Lavdia.- Y lo que eso conlleva: Un nuevo poder. Aun más peligroso que el ópalo y el citrino combinados, deja a la persona el poder de convertir materia en energía y viceversa sin ningún tipo de dificultad.
-Pero eso es imposible .-Wax murmuró, volviendo a repasar las páginas una y otra vez.
-La ciencia ya se lo ha estado empezando a replantear de forma teórica, ¿verdad? -la chica insistió, inclinándose hacia el escritorio, posando manos en los reposabrazos.- Tú estás más puesto que yo en estas cosas. ¿Cómo lo han llamado? ¿Fusión nuclear?
-Sí. La transformación de materia en energía a través del impacto de neutrones en su núcleo. Eso crearía una reacción en cadena imposible de parar.
-Entonces podemos teorizar que la transformación energía-materia también podría ser posible al igual que lo puede ser la de materia-energía.
Wax se guardó el libro en el bolsillo de su chaqueta, cruzándose de brazos mientras dirigía su mirada al fuego de la chimenea.
Wax dejó que sus ojos siguieran el vaivén de las llamas del hogar unos segundos, observando cómo bailaban por encima las brasas rojizas. El despacho se encontraba en una tranquilidad incómoda, con los sonidos únicos siendo las chispas de leños que chocaban el uno contra el otro.
-¿Estamos seguros? -Wax finalmente rompió el silencio, levantando la cabeza para dirigirse a Lavdia.- ¿De que lo que pone en el libro sea cierto?
-¿Entonces por qué los Imparls han estado con tanto secretismo últimamente, Wax?- la chica lo miró fijamente.- ¿Por qué no se han arriesgado ni a la remota posibilidad de dejarse ver?
Wax se quedó en silencio, recostándose en el respaldo de su silla, cruzándose de brazos.
-Te lo voy a decir yo. -la chica continuó, dejando que las palabras condensaran el aire de la habitación.- Se están preparando para atacar.