1. Primer Día De Novios

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¿Alguna vez te has sentido como un pez en una pecera? ¿Has sentido la sensación de ser libre, pero en realidad estar atrapado en paredes cristalinas? ¿Has observado a los demás y detenerte más de la cuenta en ti sólo para notar que no eres igual a...

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¿Alguna vez te has sentido como un pez en una pecera? ¿Has sentido la sensación de ser libre, pero en realidad estar atrapado en paredes cristalinas? ¿Has observado a los demás y detenerte más de la cuenta en ti sólo para notar que no eres igual a los demás “peces”? Como seres humanos, seres sociables que somos, es común que todos tengamos esta preocupación constante en el pecho, esta insaciable hambre de aceptación y encajar. Ser igual que los demás peces en la pecera. Sergio se sentía así últimamente y odiaba sentirse así. No sabía lo que le estaba pasando; joder, sabía lo que le estaba pasando, pero decidía hacerse el ciego. Deseaba que las cosas siguieran como cuando tenía ocho años y que las cosas no se estuvieran tornando como lo estaban haciendo. No deseaba que la sociedad lo viera mal, que lo odiaran y que lo vieran con asco. Decidió callar, ser silencioso y pasar desapercibido como siempre lo había hecho. No tenía que hacer mucho, solo seguir siendo el buen alumno que era y el excelente hijo que era y seguiría siendo. Sergio no dejaría que su corazón acelerado y su entrepierna rebelde propia de un hormonal adolescente se llevarán a la basura el esfuerzo que había hecho para ser un buen chico. No dejaría que sus mejillas rojas al ver cierta cabellera rubia le arruinará su buena reputación. Jamás permitiría que su desviación se notará. Se mantendría dentro de su pecera de cristal, ese lugar que lo aprisionaba, pero lo mantenía seguro.

Sergio no era el único adolescente con esas preocupaciones, no era el único que sentía que no pertenecía al mismo acuario. A Max le gustaba Checo desde el primer día que lo vio sentado en una de las tantas sillas que había dentro del aula de matemáticas. Le resultó sencillo a Max enamorarse de las hermosas pecas del chiquillo que ni siquiera lo miró. Desde el inicio de primer grado, el rubio sentía que le faltaba el aire cada que le pedía la goma prestada, petición que sólo hacía para poder compartir charla con el chico y poder rozar sus dedos por un par de décimas. Le resultaba extraño el latir de su corazón al ver al divertido Sergio, pero se asustó cuando su cuerpo tenía reacciones poco correctas para el ambiente escolar. Era joven, a los diecisiete todos los jóvenes tenían esas reacciones al ver a la chica que le gustaba. Y era eso lo que le asustaba al joven Max Verstappen. Su cuerpo no reaccionaba así por ninguna adolescente. Su cuerpo reaccionaba así sólo por un chico de pecas y de sonrisa encantadora. Max no deseaba ser un pez con miles de colores dentro de una pecera llena de descoloridos pececillos, porque sabía que sería fácil de ver, la presa sencilla para cualquier abusador y para peces grandes y gordos como lo era su padre. Max podía saborear el metal en su boca antes de que su padre siquiera concibiera la idea de que su único hijo varón fuera —en sus palabras— un maricon. Max podía sentir el pesado golpe en la cara y el estómago, de tan sólo imaginarse una escena donde le confesara que sentía afecto por otro chico. Así que Max decidió que no quería ser ese pez fácil, ese hermoso ejemplar de colores. Se ocultó, se pinto la farza de ser un chico de grises y negros. Se mezcló en la pecera y decidió matar lo que sentía por aquel hermoso chico de mirada marrón con toques verdes. 

Ambos se sentían desplazados, fuera de lugar. Fingían ser algo que no eran porque tenían miedo del qué dirán y de sus padres. Dormían con miedo y despertaban con preocupaciones. Pero a diferencia de Max, Checo contaba con padres dulces y cariñosos, así que no podía comprender porque estaba siendo tan cobarde al escapar de sus padres, al ser cortante con ellos y no hablarles claro sobre lo que estaba pasando en su cabeza. Checo ansiaba poder contarles todo a sus padres, pero no estaba listo para los posibles caminos que esa charla podría tomar. Era joven aún, no quería mendigar en la calle cuando lo corrieran de casa por ser quien era. Pero estos sólo eran escenarios ficticios que su preocupada cabeza hacía antes de ir a dormir. Y Max deseaba lo mismo que Checo, pero lastimosamente cualquiera de sus escenarios ficticios podrían ser acertados en un cien por ciento. Su padre era cruel con él y no se tocaría el corazón para correrlo de casa, para decirle que era una mala influencia para su pequeña hermana Victoria y que le contagiará sus extrañas maneras, y su madre simplemente observará y callará. Max no podía darse el lujo de hablar con su padre acerca de ser posiblemente homosexual. La sola idea de que aquella palabra saliera de sus labios enfrente de su padre le causaban escalofríos y a él venían sensaciones de golpes que aún no recibía. 

Flufftober [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora