3. Cumpleaños

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A finales de septiembre se notan con facilidad los cambios en el clima

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A finales de septiembre se notan con facilidad los cambios en el clima. Los árboles comienzan a tener este indicio de oxidación en sus hojas, de pronto de naranjas y amarillos. El aire fuera se torna ligeramente frío como para que la piel de la gente busque el cálido roce de los suéteres calientes. Pero a finales de septiembre no sólo ocurren estos cambios naturales ya esperados por todos, sino que también ocurre un evento muy importante para Sergio Pérez. 

El mexicano originario de Guadalajara estaba ansioso porque fuera 30 de septiembre. 

Del otro lado de la moneda, Max Verstappen no le tenía demasiado cariño a esa fecha. Para el neerlandés aquella fecha no era relevante. Tan sólo un día más. Desde que era pequeño su padre le dejó eso muy en claro. El 30 de septiembre sólo disfrutaba de un pequeño pastelillo que su madre le compraba cuando Jos no estaba cerca, le ponía una vela pequeñísima y con una sonrisa se la entregaba a su hermoso chiquillo de ojos color mar. Max no se emocionaba por su cumpleaños, nunca había vivido la experiencia de una cálida fiesta con familiares y amigos. De pequeño se había acostumbrado a recibir sólo un pequeño pastelillo a escondidas y creció con la idea de que los cumpleaños no eran la gran cosa, que tener un pastel grande era sólo vil avaricia y gula. Jos le había prohibido toda su infancia los dulces y esa era la principal razón por la que nadie celebraba sus cumpleaños en casa, pues el hombre era fiel partidario de una vida saludable y libre de porquería azucarada. 

La prohibición de azúcar en el joven Max le provocó en la adultez ser un gran aficionado de los postres. De alguna forma quería abrazar a su niño interior dándole permiso de comer azúcar ahora que él tenía el control. Le encantaban las galletas, las barras de chocolate, los brownies, pastelitos, pasteles, paletas, gomitas, el caramelo y todo tipo de dulce que se encontrará. Pero su favorito, sin duda, siempre era el pastel de vainilla relleno de mermelada de fresa. Y con esa adicción a lo dulce, que lo llevaba a comerse algo dulce todas las tardes, le resultó extraño a Sergio que el 30 de septiembre, su novio ni siquiera se atreviera a consumir una paleta o una soda azucarada. 

Era por eso que Sergio, quien era un ávido repostero, se había tomado como reto hacer —por todos los años que estuvieran juntos— el más delicioso pastel de vainilla con fresas que su rubio novio alguna vez probaría. El 30 de septiembre se volvía un día de agitación para Sergio, pues cada año se tomaba el reto de que el pastel fuera mejor que el anterior y el anterior, como también se encargaba de hacer un menú completo para el día, cocinando las delicias más exquisitas.

Así, con un buen plan y con el entusiasmo de hacerle ver a Max que lo amaba, Sergio se levantó muy temprano aquel 30 de septiembre. 

La alarma no había sonado, después de todo no había necesidad de escuchar aquel irritante sonido agudo los domingos. Max se estiró sobre las arrugadas sábanas, bostezo en el proceso y finalmente abrió sus ojos que ya habían disfrutado de un buen descanso. Los talló con rudeza y rascó su desordenado cabello rubio. Giró su cabeza, esperaba ver aquella mata de desordenado cabello negro rebelde, pero sólo se encontró con la almohada vacía. Max echó la cabeza para atrás y sonrió, tapó su rostro, tratando de ocultar el rosado de sus mejillas, como si alguien en la habitación lo estuviera observando. Finalmente salió de la calidez de sus sábanas y fue al baño, donde se encontró con una bonita nota de Sergio, donde le decía que tuviera un buen día y le recordaba lo mucho que lo quería. De nuevo sus mejillas se ruborizan como las de un adolescente. 

Flufftober [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora