2. Atardecer

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La familia Pérez estaba conformada por nada más que Alfas, ningún hijo o nieto era Beta u Omega, sólo las madres lo eran

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La familia Pérez estaba conformada por nada más que Alfas, ningún hijo o nieto era Beta u Omega, sólo las madres lo eran. La abuela del señor Antonio era una respetable Omega Dominante, la madre de la mujer así lo fue también. La madre de Antonio también era una Omega Dominante que dio a luz Alfas saludables. Finalmente estaba la esposa de Antonio, una elegante mujer que no desprendía otra cosa más que respeto al ser Dominante. Marilú le dio a su esposo dos gordos y saludables hijos, que al crecer se presentaron como Alfas, siguiendo así la ya común y esperada casta en la familia Dominante. Paola y Toño eran Alfas de destreza y de habilidad impresionante, con un sentido de protección natural. El hombre estaba más que feliz con sus hijos, y no pudo estar más feliz cuando su esposa anunció su nuevo embarazo. Cuando Sergio nació, todos lo recibieron con abrazos y cariño. Era un niño que creció bien alimentado y que a corta edad se le dio entrenamiento para lo que futuramente sería, pero Sergio solía cansarse más rápido que sus hermanos o cualquier otro miembro de la familia. Su padre sólo podía decir que era porque era apenas un cachorro. Pero cuando Sergio cumplió catorce años y pasó por su primer celo revelando así su casta, el señor Antonio no podía estar más decepcionado. Marilú se sorprendió como también sintió algo de decepción. Sergio ni siquiera llegó a alcanzar la categoría de su madre, no era Dominante; se había presentado, por primera vez en la familia Pérez, como un Omega Sumiso.

La vergüenza que Antonio sentía era enorme, no podía creer que bajo su techo estuviera el quiebre de una familia de Alfas por generaciones. No había problema con que fuera Omega, lo decepcionante era que ni siquiera era Dominante. ¿Un Sumiso? Se despreciaría a Sergio en cualquier lugar con esa casta tan baja. No soportó la idea de que un Alfa se llevará a su hijo y lo utilizará a su antojo, que lo moviera cual trapo sucio. Era denigrante que un Pérez —por naturaleza dominante— por primera vez fuera todo lo contrario a la palabra dominante. Ahora entendía porque el cuerpo de su cachorro no soportaba los ejercicios y el entrenamiento que le habían sido asignados. 

Antonio conocía bien a los Alfas, no todos corrían con la suerte de ser un puro Dominante, los demás Alfas allá fuera eran más débiles a sus instintos. Un Dominante tenía más control sobre su lobo, pero los que no lo eran muy pocas veces se podían resistir al aroma de un Omega, en especial de uno Sumiso. Antonio Pérez no estaba dispuesto a que en una hipotética situación, su hijo saliera a la calle y su celo lo tomará de sorpresa. No estaba dispuesto a que asquerosos Alfas sin control se lanzarán a su hijo como hienas hambrientas. Si, Antonio estaba decepcionado de que su preciado hijo fuera un Sumiso. Decepcionado de sus propios genes, porque siempre se culpaba a sí mismo por haber hecho de su hijo alguien Sumiso. No entendía que había hecho mal, sus otros dos hijos eran Alfas Dominantes, feroces y respetables, ¿qué había hecho mal para que su hijo menor no fuera igual que sus hermanos? A Antonio se lo devoraba el temor, no deseaba que algo malo le pasara a su hijo. Después de todo, Sergio era el único Sumiso en una familia de Dominantes, se sentía seguro cuando se rodeaba de ellos, porque si, su familia lo amaba como a nadie más. Eran tan dulces sus cuidados que lo trataban como si fuera un pequeño retoño de la rosa más frágil. Su padre lo consentía como a nadie, pero también era estricto con él. Era tan estricto y temeroso de lo que podría pasarle a su hijo si él no estaba vigilando, que decidió que el mejor lugar para su hijo sería en uno de los mejores internados para Omegas en Mónaco. 

Flufftober [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora