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103 días antes.

A eso de las nueve de la mañana un molesto sonido proveniente de mi celular decidió despertarme. Odiaba las mañanas. Estábamos en otoño y eso hacia el levantarse una tarea aun más difícil, teniendo en cuenta que desde ya era bastante perezoso.

Abrí mis ojos con dificultad para luego presionarlos fuertemente. Me encontraba cansado, ayer había llegado de un largo vuelo desde una gran ciudad de Europa hasta aquí, un pueblito bastante oculto en Nueva Jersey, Estados Unidos.

Siendo honesto, no estaba en mis planes estar aquí, pero los aéreos a último momento para Nueva York no eran los más económicos y no estaba dispuesto a pasar otro mes en la misma ciudad solo para renovar mi alquiler temporal.
Di mil vueltas en la cama hasta que me decidí por hacer algo de mi vida y tomar una ducha.

Me metí al baño mientras mi teléfono comenzaba a reproducir un conjunto de canciones que me gustaba escuchar por las mañanas mientras realizaba mi rutina.

Minutos después ya me encontraba vestido y listo para prepararme un nutritivo desayuno que me ayudaría a estar despierto y con mucha energía.

Es decir, aire.

Vivir solo era un trabajo complicado, más aun si cada mes te encontrabas en una ciudad diferente. No llevaba ni veinticuatro horas en Estados Unidos, no iría a estas horas a un supermercado por cereal y tal vez un poco de leche.

Me conforme con tomar un vaso de jugo de naranja, de esos que venían en la nevera del departamento como regalo de bienvenida, mientras me sentaba en la mesita de la cocina.

No era el lugar mas cómodo, pero por el precio que ofrecía estaba bastante bien.

Un hotel siempre seria el doble de costoso que un apartamento simple y pequeño, sin mencionar la libertad. En un hotel no podías vivir de la pizza que habías ordenado la semana pasada y todavía no habías acabado, en un hotel no podrías cantar fuerte o llegar a altas horas de la noche. Además que vamos, un mes en un lugar así era demasiado tiempo.

El establecimiento consistía en una casa de familia dividida en cuatro partes. Cada una de ellas poseía un diminuto dormitorio, un baño aun más pequeño y una cocina con el espacio justo y necesario para vivir bien, si se trataba de una persona soltera.

No me quejaba. Tenía una cama confortable y un lugar donde dejar mi ropa, mis maletas con mis trípodes, lentes, álbumes y demás. Estaba bien.

Summit no era muy grande, ni muy conocido. La verdad no tenía ni una pizca de turismo, pero eso no quería decir que no tuviese potencial. Si algo había aprendido en estos años de largos viajes y enormes ciudades, era que no importaba en qué lugar estuvieras, siempre podrías hallar belleza. Siempre habría "algo" digno de una buena fotografía. Era un buen lugar para descansar de tanta gente y cosas que hacer, luego, cuando el invierno callera podría ir a Nueva York y visitar lugares como Central Park para capturar lindas escenas de niños patinando sobre lagos convertidos en pistas de hielo, o turistas emocionados por visitar por primera vez la gran manzana.

Mi itinerario para el día de hoy seria relajado. Iría a un bonito parque, que había localizado de camino a mi departamento, leería un libro que tenía pendiente hace mucho tiempo y tal vez desayunaría por los alrededores. Luego, en el banco, depositaria el dinero del alquiler y si el tiempo se daba tal vez sacaría un par de fotos.

Abrí mi morral y guarde en él mi cámara, mis billetera y llaves. Me puse mis gafas, con las que me veía en un punto medio entre un joven mediocre de secundaria y alguien profesional y con el celular en mi mano abandone mi departamento.

El cielo nublado cubría la pequeña ciudad de Summit, pero sin amenazar con una tormenta. Si se daba la oportunidad, podría obtener buenas fotos.

Summit Village Green era un parque bastante concurrido por familias y parejas. Se encontraba mas lleno de lo que había pensado, pero se sentía bien. No era el mismo efecto que te causaba ver a un montón de gente amontonada en un centro comercial o en la estación del ferrocarril, esto era diferente. Agradable.

Avance unas calles más, mientras saboreaba la nicotina de mi cigarrillo, hasta donde parecía un lugar más céntrico donde tal vez podría conseguir algo para comer. Mi estomago ansiaba el desayuno y fumar no lo solucionaba del todo.

Llegue al 4 de la calle Beechwood donde en una esquina me tope con una franquicia de la conocida cadena de cafés Starbucks. Si bien estos lugares no eran mis favoritos, funcionaban para el momento.

Minutos después, ya me encontraba nuevamente en las calles con un café negro del día tamaño grande y un par de sándwiches en las manos.

De la vereda de enfrente note una esquina, del espacio verde, que se encontraba vacía. Me dirigí hasta el lugar y tome asiento bajo un árbol. En este momento me gustaría sentirme una persona culta y mencionar de qué especie era ese árbol, pero la verdad no tenía idea.

La gente reía, se divertía con sus amigos, familia, parejas. Eran no más que las once de la mañana pero el clima que estos daban hacía que pareciera las dos de la tarde.

Yo me encontraba solo, comiendo mi sándwich y saboreando mi café. Sonreí ante lo solitaria que era mi vida y me decidí a chequear un par de fotos en la cámara. Solía tener eses momentos de novato en los que estas salían para nada a lo que esperaba y tenía que borrarlas.

La tentación me gano y admirando mi panorama, comencé a sacar fotos. A veces sentía que si no estaba muy feliz, podía capturar la alegría de los demás en mis fotografías y así de alguna forma ¿Sentirme mejor?

Mi vista analizaba a cada persona, buscaba a alguien interesante, entonces él llamo mi atención. Era un simple muchacho con ropas negras. Tenía un lápiz en una mano y sentado en el pasto, sobre una manta, miraba con confusión a una hoja de papel. Parecía que estaba posando para mí.

Lo dude por unos segundos, pero nuevamente no pude conmigo mismo y levantando con cuidado la cámara comencé a tomarle fotos deseando que no cambiara de posición.

No conté cuantas tome, pero al parecer fueron varias ya que el sonido del disparo llamo su atención y volteo a verme. Era demasiado tarde para esconder mi cámara.

Estábamos a unos tres metros de distancia cuando el sonido de las personas en el parque pereció cesar y en mi cabeza solo su voz se escucho.

-¿Acabas de tomarme fotos?- Me preguntó extrañado. Su voz era algo rasposa pero suave a la vez.

Claro que no era la primera vez que esto me ocurría, de hecho, era muy normal para mí hacerlo, pero algunas personas se lo tomaban un poco mal. Solo era un fotógrafo desempleado, no es como si fuese un acosador o algo.

-Lo siento, en serio. Es que soy fotógrafo y no pude evitarlo, te veías demasiado bien.- Finalice con una risita nerviosa, él también rio. Me levante de mi lugar y me dirigí hacia donde se encontraba.

¿Por qué se sentía como la primera vez?

-Frank Iero- Le dije ofreciéndole mi mano en forma de presentación y poniéndome en cuclillas para que la recibiera.

-Gerard Way- Respondió sacudiendo nuestras manos y sonriendo de lado.

Runaway | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora