Luego de esas palabras que desconcertaron a Mauro, Félix cruzó los brazos, adoptando una postura defensiva y volvió a sentarse en el sillón, su mirada no se apartaba ni un segundo de ese hombre que en teoría lo tenía de rehén en su propia casa. Aunque estaba demasiado sorprendido de todo lo que Mauro sabia de él y de lo que según él le había ocurrido, no parecía dispuesto a aceptar un trato del cual, hasta ahora no sabe ni cual es.
Mauro más que nadie sabía que Félix no iba a bajar la guardia sin luchar. No podía permitirse perderlo, pero tampoco podía arriesgarse a decirle toda la verdad.
— Lo entiendo, sé que es difícil que aceptes. Entonces... ¿y si me ayudas a cambio de un favor?
Félix lo observó con desconfianza brillando en sus ojos.
— ¿Qué estás insinuando? — preguntó en tono seco, pero antes de que Mauro pudiera responder, Félix soltó una risa amarga —. No, mejor no me lo digas. Ya me hago una idea a lo que te refieres, ¿verdad? Sabes todo sobre mi, y yo no tengo la seguridad de que seas confiable.
La tensión en la voz de Félix era palpable. Mauro alzó una ceja, era claro que había tocado un tema sensible con su insinuación.
— Mi vida no es ningún espectáculo que tengas que recordármelo. Yo mismo me metí en ese problema al pedir un maldito préstamo. Sí, ese que pensé que me ayudaría a salir adelante, abrir mi propio negocio... pues no funciono, y los intereses no hacen nada mas que aumentar mi deuda.
El tema que aquejaba a Félix era uno monetario, un problema que solo se guardaba para si mismo. El plan de Mauro era recurrir a ese problema de su amigo, era algo muy rastrero, era un plan que no podía dejar de lado así de fácil.
— No tenía idea... —comenzó a decir Mauro, tratando de sonar apenado.
— ¡Claro que no tenías idea! — exclamó, levantando mucho la voz —. ¡sabrás cosas de mí, pero nunca comprenderás lo mal que me tiene la falta de plata!
El enojo de Félix llenó la habitación; el tono de su voz subió como una marea incontrolable. Mauro sintió una punzada de enojo, Félix ya estaba hablando sin pensar. El mas que nadie sabe lo que es sufrir por el dinero, pero intentó mantener la calma. Sabía que, si Félix seguía hablando, podría encontrar una oportunidad para redirigir la conversación.
— No puedes culparme por tus malas decisiones financieras, Félix — respondió Mauro, con un tono más frío de lo que pretendía —. Si tomaste ese préstamo, fue por tu cuenta. Estabas entusiasmado, querías que el taller que abriste con ese dinero funcionara, fue una pena que eso no saliera bien.
— ¡Así que también sabes eso! — gritó Félix, poniéndose de pie de un salto para encarar a Mauro —. ¡tú!, ¡tú dices que eras como un hermano!, ¿dime que hiciste por mí ya que no lo recuerdo?
— No pude hacer nada, casi no te veía desde que renunciaste, solo apareciste para tomar de nuevo el empleo que dejaste. Me arrepiento de no haber sido de ayuda, perdóname — intentó decir Mauro, pero era inútil. El resentimiento de Félix lo había desbordado.
— ¿Qué te perdone? ¡No me digas esa tontería! — Félix lo miró con furia —. Estoy hasta el cuello en deudas; ni siquiera sé si voy a poder pagar la próxima mensualidad de este cuarto. Y tú apareces aquí, me apuntas con un arma y me vienes a pedir favores como si nada. Como si yo no tuviera suficientes problemas ya.
La ira de Félix era como un martillo golpeando a Mauro, que se sintió acorralado por los incesantes reproches. Respiró hondo, intentando no dejarse llevar por la misma emoción que consumía a su amigo.
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MAURO
Misterio / SuspensoLuego de sufrir un desafortunado evento, Mauro trata de recomponerse solo para encontrar su entorno cambiado de manera inexplicable. Las personas que conocía y los lugares que frecuentaba ahora lo tratan como a un completo extraño. Desesperado, inte...