Secretos Revelados y Abrazos Eternos

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Después de estar listas, salimos de la habitación, ya que quería llevarla conmigo al palacio. Cuando nos dispusimos a recoger nuestras cosas para salir, escuché que tocaron la puerta. Al abrirla, vi a Sam, mi pequeña hermana, que había venido a visitarme. Me pareció extraño que no estuviera con Mon, pero no le di importancia.

—Pequeña, ¿qué haces aquí? —dije mientras la hacía pasar.

Anueng no estaba cerca, había ido a recoger su bolso de la habitación.

—Lo siento, Nueng. Fui inmadura y no sabía que tú también estabas sufriendo —dijo Sam mientras se sentaba en un sillón.

—No pasa nada, pequeña. No era mi intención decir esto, pero ahora solo quedamos nosotras dos, así que no hay razón para pelear —le respondí, abrazándola.

De repente, se escuchó un golpe en la habitación, y salí corriendo a ver qué había pasado. Al llegar, vi a Anueng en el suelo. Me apresuré a levantarla y la llevé a la cama.

—¿Qué pasó, princesa? ¿Por qué estabas en el suelo? —pregunté mientras notaba un pequeño raspón en su rodilla.

—Me resbalé con la ropa que estaba en el piso, perdón. ¿Pero quién vino a estas horas? —dijo, dejándose curar.

—Es mi hermana, Sam. Ven, te la presentaré. Aunque ya la conoces, no has hablado con ella.

Salimos al salón, donde Sam seguía sentada. Me acerqué a ella con Anueng.

—No pensé que tuvieras visitas, Nueng. Si estoy interrumpiendo algo, mejor me voy —dijo Sam antes de que pudiera responder.

—No, no es necesario. Solo quería presentarte a Anueng. Anueng, ella es mi hermana, Sam.

Anueng hizo un saludo cordial hacia Sam, pero Sam negó con la cabeza.

—No me saludes así. Ya que vas a ser parte de la familia, puedes llamarme Sam —dijo ella, mostrando una sonrisa que iluminaba su rostro.

Al escuchar eso, me puse muy roja. ¿Parte de la familia? ¿Cómo es que ella se había dado cuenta?

—Pequeña, ¿por qué dices eso? —dije, mientras notaba de reojo que Anueng también estaba igual de roja que yo.

—Ay, por favor. No soy ciega. Además, estás muy feliz, y no creo que sea por verme a mí. Además, tu "novia" te mira como si fueras un trofeo, y ni siquiera te has visto el cuello. Claramente tienes un chupetón, y no me vengas con la excusa de que te picó algo. Pero no importa, me alegra que seas feliz. Solo vine a ver si estabas bien. Hablamos más tarde, te veo en el funeral —dijo Sam antes de salir.

Me quedé mirando a Anueng con una sonrisa. Ella me devolvió la mirada, se acercó y me abrazó como un koala, aferrándose a mí como si temiera que fuera a desaparecer.

Cuando el amor llamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora