Después de terminar de almorzar, decidí ir a mi departamento para comenzar con la mudanza. Anueng y Priengfah vinieron conmigo, ya que el esposo de Priengfah estaba buscando trabajo para establecerse en Tailandia. No me sorprendió mucho la decisión, pues su familia estaba aquí y su esposo siempre se esforzaba por cumplir sus deseos.
Media hora después, ya estábamos en mi departamento, habiendo llegado en el coche que heredé de mi abuela. Era un vehículo muy cómodo y hermoso que ella compró para mí porque, cuando era pequeña, le dije que ese era el coche que quería tener cuando creciera.
Al subir al apartamento, nos encontramos con la dueña, a quien había llamado para hacer el último pago. Sabía que era una M.L. Sippakorn, así que me saludó con respeto. Poco después, ya estábamos guardando cosas, y en un momento salí a comprar algo de beber para nosotras. Anueng quiso acompañarme, así que Priengfah se quedó en el apartamento.
—Amor, ¿en qué piensas? No he tenido tiempo de preguntarte, pero ¿por qué te comportas así con mi madre? Estás siendo muy gentil —dijo Anueng mientras me seguía.
—En nada, amor. Es tu madre y, además, es mi mejor amiga. Aceptó nuestra relación y por eso quiero ayudarla en lo que pueda —respondí mientras me detenía frente a un local de bebidas.
—Siempre tan amable. Me gusta que seas así. Te amo, Ar Nueng. Siempre lo he dicho, eres todo para mí —dijo ella, besándome en la mejilla.
—Yo también te amo. Eres quien llenó mis espacios en blanco —le dije, agachándome para darle un beso. Ella correspondió, sonriendo.
Un rato después, regresamos al departamento con las bebidas. Al entrar, encontramos a Priengfah acostada en el sofá, hablando por teléfono con su esposo. Al vernos, terminó la llamada.
—Por fin llegaron, ¿se fueron a preparar las bebidas o qué? ¿Qué estaban haciendo ustedes dos? Más te vale, Khun Nueng —dijo, mirándome con una expresión de desaprobación.
Me encogí de hombros, sin intención de discutir. Noté que Anueng estaba roja, y al verla así, solo pude reírme.
—Toma, bebe esto para que no digas nada. Nos tardamos porque estábamos hablando de todo, no haría nada inapropiado aquí —dije mientras la miraba. Luego me dirigí a mi habitación para seguir empacando. Escuché que me dijo algo, pero no logré entender.
Al entrar a mi cuarto, continué guardando mi ropa hasta que sentí que alguien me abrazaba. Al darme la vuelta, vi a mi pequeña.
—¿Qué haces aquí? Tu madre podría pensar otra cosa —dije mientras le devolvía el abrazo.
—Mi madre salió un rato. Dijo que iba a llamar a su esposo para ver si ya habían conseguido una casa —respondió. Al escuchar eso, me incliné para darle un beso y ella lo correspondió. Poco después, la tenía en mis brazos mientras la llevaba a la cama. Me besaba el cuello cuando, de repente, escuchamos a alguien entrar.
—¡Oh, por Dios, otra vez! Parecen conejos en cualquier lugar. Y digo cualquier lugar porque no se hagan las inocentes, que en la noche se oyen ruidos extraños, y ya sé por qué —dijo Priengfah, cubriéndose la cara.
—Por favor, como si tú no hicieras esto. Es algo normal. Además, si oyes algo, lo normal sería taparse los oídos. Y ahora puedes salir un rato, no voy a hacer nada. Solo quiero arreglarme —dije mientras ayudaba a Anueng, que estaba completamente ruborizada.
Más tarde, cuando Priengfah salió de la habitación, le hablé a Anueng:
—Amor, tu mamá ya se fue, está fuera de la habitación. ¿Ves lo que provocas? Ahora pensará que somos como conejos. Y encima, te escuchó anoche.
—Mi mamá no debería estar escuchando esas cosas. Además, ¿no te has visto? Es imposible resistirse cuando estoy contigo.
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Cuando el amor llama
CasualeNo todo siempre debe salir y por eso luchare por el amor que la tengo , aunque eso signifique mi muerte. Khun Nueng no pide un reset así que su día empieza bien teniendo a Anueng en sus brazos durmiendo. Todo es diferente ya que no pidió que olvidar...