Capitulo 4

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Daenerys despertó con la luz del amanecer filtrándose suavemente por las ventanas de la habitación. Todavía medio adormecida, lo primero que notó fue el calor reconfortante que la envolvía. Al girarse ligeramente, vio a Sansa dormida a su lado, plácida y tranquila.

Los suaves rayos de sol acariciaban el rostro de Sansa, resaltando la delicada palidez de su piel y el leve sonrojo en sus mejillas. Su cabello pelirrojo, desparramado sobre la almohada, parecía una corona de fuego, brillando bajo la luz matinal. Los labios de Sansa estaban relajados, ligeramente entreabiertos, y su respiración era tranquila, casi imperceptible.

Daenerys no pudo evitar admirar la belleza que tenía ante sí. Había algo etéreo en Sansa, una fuerza interior que se combinaba perfectamente con su fragilidad aparente. La Madre de Dragones observó cómo su pecho se alzaba y descendía suavemente con cada respiración, y sintió una inesperada ternura. Era diferente a todo lo que había sentido antes.

Estos sentimientos que empezaban a florecer dentro de Daenerys eran extraños pero a la vez poderosos. Ella, que había amado a Khal Drogo con pasión desbordante, ahora se encontraba con un nuevo tipo de emoción que la sorprendía. Lo que sentía por Sansa no era solo deseo, sino algo más profundo. Era una mezcla de admiración, protección y un anhelo que no podía ignorar.

Daenerys continuó observando a Sansa, con una leve sonrisa aún en su rostro. Se sentía extrañamente vulnerable, algo que no solía permitirse, pero en ese momento no le importaba. Las murallas que solía levantar a su alrededor se habían desmoronado sin que lo notara, y ahora, junto a Sansa, se sentía más libre y, al mismo tiempo, más cautiva de lo que jamás había imaginado.

Era curioso cómo la vida la había llevado hasta este punto, desde ser la Khaleesi en Essos hasta ser la Reina que buscaba conquistar Poniente. Y ahora, en un rincón de Invernalia, compartía la cama con una mujer que había despertado en ella una nueva clase de anhelo, algo inesperado y profundamente humano.

El suave sonido de Sansa moviéndose en sueños hizo que Daenerys se acercara un poco más, casi instintivamente. La calidez de sus cuerpos aún entrelazados la envolvía, y por un instante, la Reina Dragón se permitió imaginar un futuro distinto al que siempre había pensado: uno donde las alianzas no fueran solo políticas, donde no hubiera espadas ni batallas, sino momentos como este, tranquilos y llenos de una cercanía sincera.

Sansa se movió levemente, acomodándose más cerca de Daenerys sin despertarse. La reina acarició con suavidad una hebra suelta del cabello pelirrojo que caía sobre el rostro de la Stark, admirando cómo el rojo del cabello parecía brillar bajo la tenue luz del amanecer.

No podía negar que todo esto la había sorprendido. Ella, que siempre había sido guiada por la ambición, por los deberes como Reina, ahora encontraba un tipo diferente de compromiso en el simple hecho de estar al lado de Sansa. Y aunque sabía que sus caminos estaban llenos de complicaciones, especialmente en Poniente, este momento se sentía como una pequeña tregua entre las responsabilidades del trono y la guerra que se avecinaba.

Daenerys suspiró suavemente, aún mirando a Sansa, quien seguía profundamente dormida. Quizá, pensó, había más en la vida que solo el poder y la conquista. Quizá, por primera vez en mucho tiempo, había algo o alguien por quien realmente quería luchar, no por el poder, sino por la conexión que sentía creciendo en su interior.

Mientras la observaba dormir, Daenerys se dio cuenta de que Sansa no era solo una aliada, ni siquiera una amiga cercana. Era alguien que despertaba en ella emociones desconocidas, y ese pensamiento la hizo sonreír con suavidad.

Alianzas de Fuego y HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora