Incondicional Pt 1.

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Helaena tenía el rostro sonrojado y sus ojos cerrados, mientras que los dedos de sus manos estaban en la espalda desnuda de Aemond trazando finas líneas. El príncipe salía del interior de su hermana con suavidad después de haberla llenado de él.

—Lamento no haber podido proteger a nuestro hijo—habló Aemond con gran melancolía en su voz.

La muerte de Jahaerys era algo que les dolía aún a ambos hermanos, era fruto de aquel amor prohibido que se tenían el uno por el otro; si tan solo Aemond hubiera nacido dos años antes, sería el esposo de su hermana y no tendrían que esconderse.

—No tienes por qué disculparte, los niños mueren todo el tiempo—respondió Helaena con esa suave voz.

La Targaryen muchas veces trataba de disminuir su dolor con aquellas palabras. Después de todo, muchas personas morían durante la guerra; ese era el costo.

—Sí, pero no nuestro hijo—respondió Aemond en un susurro mientras se quitaba de encima del cuerpo de la soñadora.

—Aemond, no te tortures con un pasado que no se puede cambiar—respondió ella cubriendo su desnudez con una sábana.

El príncipe agarró sus pantalones, los cuales estaban en el suelo, al igual que aquella camisa verde de cuero de mangas largas que él usaba. Él la miró, quería memorizar cada una de las perfectas facciones de su hermana antes de irse.

—Tal vez no, pero si puedo vengar a quien mando a matar a nuestro niño —respondió Aemond.

«La violencia solo genera más violencia y eso nos llevará a nuestra caída». Se dijo ella en su mente: Después de todo, la guerra solo era el principio del fin. Helaena cogió la sábana envolviendo su cuerpo con ella antes de levantarse de la cama y abrazar Aemond por detrás.

—Prometeme que volverás a mí—susurró ella al oído de su hermano.

Una sonrisa apareció en los labios de Aemond; después de todo, esta era la última vez que se verían en varios meses; el mata-sangre odiaba el hecho de que su amada se tuviera que quedar cuidando al inválido de Aegon, pero al menos ella estaría a salvo.

—Aun puedes venir junto a mí, solo debes de montar a Dreamfyre e ir conmigo a Harrenhal—declaró Aemond.

Helaena hizo un ruido con sus labios que se podía interpretar con un no y después ella dejó de rodear con sus brazos la espalda de Aemond.

—No es mi deseo ver cuerpos convertirse en cenizas,prefiero quedarme aquí—dijo Helaena mirándolo.

Antes de que él se fuera, presionó sus labios con los de la reina una última vez.

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Tn se encontraba en la habitación de Aegon, sentada en una silla de madera con cuenco con sopa en sus manos. Ella agarró un poco de sopa con la cuchara para después darle de comer al rey. Aegon no podía comer por sí mismo; desde la batalla de reposo del grajo, el pobre había quedado con el cuerpo desfigurado por las quemaduras.

Aegon apenas podía hablar, pero en los últimos días se había acostumbrado a la presencia de la castaña. Amaba la forma en la que las suaves manos de Tn limpiaban sus heridas, sobre todo amaba cuando ella se inclinaba un poco y podía ver más de cerca sus senos.

—Basta, ya no tengo apetito—declaró Aegon para que la sirvienta alejara el cuenco.

Tn asintió con la cabeza y después se levantó de la silla para llevar el plato a la cocina, pero al salir de la habitación la castaña chocó contra el príncipe, provocando que la sopa cayera en la camisa del príncipe.

Las mil y unas noches |  𝑶𝒏𝒆 𝒔𝒉𝒐𝒕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora