Sunfyre Pt 2.

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Nota: Cuando los personajes hablen en alto, Valyrio, la tipografía será en negritas.

 
Al rey le había parecido ridículo tener que hacer esa escena delante de sus subditos, pero había cosas de las que simplemente él y la rubia no podían hablar delante de miles de personas. 
 
Aegon suspiro y estiro su mano para agarrar la botella de licor que estaba en la mesa del centro de su habitación. Él vertió aquel líquido rojizo en su copa mental para después mirarla a ella que estaba enfrente de él.
 
¿Quieres? —preguntó él arqueando su ceja con una sonrisa en sus labios.
 
Ella negó con la cabeza, y bajó su mirada al suelo, mirando los azulejos. Aegon recargo su espalda en el sofá donde estaba sentado y de nuevo sus curiosos ojos violetas bajaron al escote de ella, pero no precisamente a sus senos como lo hizo anteriormente, sino en la cicatriz que tenía en medio de ellos que pudo ver en el momento que se inclinó.
 
Creí que habías muerto; yo mismo ví cuando el brillo en tus ojos se apagó —declaró Aegon en voz baja, rompiendo el silencio en la habitación.
 
Ella levantó su mirada del suelo para encontrarse con la de Aegon, cuyos ojos se encontraban conteniendo las lágrimas al verla de nuevo. Sunfyre podía ser una humana ahora; podía tener dos piernas y dos brazos en lugar de dos grandes alas, pero él era capaz de reconocerla.
 
—¿Entonces no piensas que estoy chiflada como los demás? —preguntó ella mirándolo confundida.
 
Aegon levantó su dedo índice para después moverlo a un lado en el aire, negando mientras tomaba un poco del dulce vino importado desde Lys.
 
—Si lo pensara realmente, ya estarías encadenada en mi cama y yo entre tus piernas. —respondió Aegon, pasando su lengua por las comisuras de los labios para limpiarse las gotas de vino.
 
Aegon —replicó ella con cierto rubor en sus mejillas, desviando ligeramente su mirada a la cama de Aegon que estaba a un lado de ellos.
 
No era algo que no hubiera escuchado antes, ya que él siempre solía hablarle de eso cuando volaban juntos por los cielos o cuando se sentía triste, ya que de alguna manera acostarse con esas mujeres lo hacía sentirse bien al igual que tomar varias botellas de licor. Aún así no se deberían de tomar las palabras del rey a la ligera. Ella volvió a mirarlo y retomar el tema de hace unos minutos.
 
— ¿Sabes? Recuerdo perfectamente el sonido de tu voz antes de partir de este mundo y también cuando volví a él. —declaró la rubia.
 
Aegon se quedó en silencio recordando el estado de su dragona antes de partir, todo por su culpa por haber sido un imprudente y querer demostrar su valor ante su madre y sus subditos. La perdió a ella, y lo peor vio como Sunfyre se retorcía del dolor ante sus ojos y no podía ser nada para ayudarla salvo darle un poco de tranquilidad en sus últimos momentos. Había pasado todo un año en depresión después de su muerte, un año donde Aemond tomó su lugar y fue el príncipe regente. Pero ahora lo único que le importaba es que ella estaba ahí enfrente de él. 
 
Aegon se levantó del sofá y caminó dos cortos pasos para respirar el mismo aliento que ella, y ver esos preciosos labios con un ligero tono carmesí cerca. Él tomó su mentón con su dedo índice, obligandola a verlo y no romper el contacto visual.
 
—¿Por qué no me buscaste antes? —preguntó Aegon arqueando una de sus cejas mientras examinaba con detalle cada uno de sus gestos.
 
Ella se mordió el labio, delatando sus nervios ante la pregunta del rey. Ese gesto a Aegon le pareció irresistible; quería probar la miel de sus labios. Ella lo miraba con cierta melancolía.
 
Lo hice cada día; recorri el bosque con la esperanza de volverte a ver, pero para mí desgracia tu hermano me encontró primero y me vendió una casa de placer —declaró Sunfyre, para después jalar los pequeños pellejos que tenía en sus dedos, un símbolo de la ansiedad que le provocaba recordar ese día.
 
Aún recordaba cómo Aemond la había engañado al prometerle llevarla con Aegon para después venderla; tristemente, así se dio cuenta Sunfyre de lo que eran capaces los humanos cuando se sentían asustados. Aegon apretó uno de sus puños; solo imaginar a otros hombres tocando el bello cuerpo humano de Sunfyre le causaba repulsión. Ella era de él. Le pertenecía a él. 
 
Nadie volverá a ponerte las manos encima mientras seas mía, Tn —declaró el rey.
 
Esas dulces palabras causaron que apareciera un ligero rubor en las mejillas de la rubia. Sus miradas aún se encontraban cruzadas. Él se inclinó un poco más, lo suficiente para quedar un milímetro de besarla. No sabía qué le pasaba; ella era de su dragona, no su amante, pero en ese momento Aegon lo único que veía era una hermosa mujer.
 
—¿Tn? —preguntó ella un poco confundida.
 
Sí, ese será tu nombre, ya que necesitas uno nuevo —respondió él.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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Las mil y unas noches |  𝑶𝒏𝒆 𝒔𝒉𝒐𝒕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora