El viaje a Bastión de tormentas para Aemond fue agitado debido al clima, pero finalmente Aemond estaba ahí con lord Borros Baratheon y sus cuatro hijas en un gran festín que el anfitrión hizo para recibir al príncipe tuerto. Borros estaba dispuesto a apoyar al usurpador siempre y cuando hubiera una alianza a base de un matrimonio.
—Cass es la mayor —dijo el Baratheon, a lo que lady Casandra alzó su capa de vino para que Aemond la viera—, pero Floris es la más bella, aunque si buscas una esposa inteligente, toma a María.
«Estúpidas alianzas políticas», pensó Aemond para sí mismo, mirando a cada una de las cuatro hijas del lord, aunque ninguna de ellas se podía comparar con la belleza o inteligencia de su melliza. En tiempos de guerra, la lealtad es algo que se puede comprar; los ambiciosos la venden por algunas cuantas tierras y dragones de oro, aunque también por títulos, mientras que los más astutos prefieren asegurar su futuro con un matrimonio a sí tal vez un día su descendencia llegue al trono de hierro.
—Puedes probar el dulce néctar de los labios de mis hijas. Tal vez eso lo ayude a decidir a mi príncipe —volvió a hablar lord Borros, dando un sorbo a su copa con vino tinto.
—No hace falta, desposaré a Floris —respondió Aemond de manera indiferente.
Después de que el tuerto contestara eso, simplemente se levantó de la mesa y fue a la habitación que Lord Borros había preparado para él y se acostó en la cama. Su mente estaba llena de recuerdos con tn.
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Flashback:
Era el onomástico décimo de cuarto de los mellizos; Viserys hizo una gran celebración y una justa en honor a Aemond y Tn.
—El pastel no tiene un buen sabor —habló tn despedazando el pastel de tres leches con su tenedor.
A Aemond siempre le gustaron las cosas dulces, por eso aquel pastel tan empalagoso era de su agrado, así que se robó aquel pastel de todos modos tn no lo comería.
—A veces me preguntó si el azúcar es un pecado —volvió a hablar, tn mirando cómo Aemond devoraba la rebanada de pastel.
—El pecado sería desperdiciar el pastel tn —contestó a Aemond.
—Cuando nos casemos, siempre habrá una rebanada de pastel en la mesa —dijo la pequeña princesa sonrojada.
A lo que Aemond simplemente le dio un beso en la mejilla a su melliza, provocando aún más ese sonrojo que tanto amaba.
—Tú eres mi dulce postre, princesa — susurró Aemond al oído de su melliza.
Fin del flashback
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Aemond escuchó unas voces afuera de su habitación, así que se levantó de nuevo de la cama y salió de la habitación caminando hasta la sala de la que provenían las voces.
—Mi lord, le traigo un mensaje de mi madre la reina Rhaenyra —habló Lucerys entregando aquella carta a lord Borros.
—Hoy he recibido un mensaje del rey, pero tal parece que la casa targaryen no sabe quién es su gobernante, si un rey o una reina —contestó el Baratheon burlándose del segundo hijo de Rhaenyra.
Lucerys se quedó en silencio; su madre le había advertido sobre la actitud de Borros, aunque como era de esperarse, el lord Baratheon no deseaba que una mujer se sentara en el trono de hierro, así que simplemente rompió aquella carta, demostrando que le importaba aquel juramento de lealtad que la casa Baratheon le hizo a la delicia del reino.
—Es mejor que te vayas y te escondas entre las faldas de la zorra de tu madre, cachorrito —habló Aemond entrando a la habitación de la sala.
Lucerys volteó a ver a Aemond, su respiración se hizo agitada y sus manos empezaron a temblar. Sabía que la casa Baratheon había rechazado la propuesta de su madre, así que simplemente el joven príncipe hizo una reverencia a Borros como agradecimiento por haberlo recibido.
—Le daré su respuesta a la reina, mi lord —respondió Lucerys, dándose la media vuelta para salir del castillo de los Baratheon.
Aemond simplemente siguió a Lucerys hasta que llegaron al jardín de la entrada del castillo. Si el segundo bastardo del strong creía que podía venir ahí y salir sin ningún rasguño, Aemond desenfundó su espada.
—Vengo aquí como mensajero, no vengo a pelear —dijo Lucerys para apresurarse a llegar a su dragón.
—Hace diez años que tú tienes una deuda que saldar conmigo —replicó Aemond. Había llegado la hora que la deuda fuera pagada.
Lord Borros salió al jardín antes de que Aemond derramara la sangre de Lucerys en su jardín.
—Aquí no se derramará la sangre del niño —habló el señor de Bastión de tormentas, protegiendo al Velaryon.
Aemond se quedó en silencio; entendía a la perfección el por qué Borros no quería que eso pasara dentro de su castillo, Lucerys aprovechó para subir a lomos de su pequeño dragón de escamas color perla, abrochando los cinturones de su silla de montar, elevándose por los cielos lluviosos; sin embargo, Aemond hizo lo mismo con su dragona, siguiendo a Lucerys que se escondía entre las nubes. Las gotas de lluvia caían sobre el rostro de Aemond hasta que finalmente pasó lo inevitable, Vhagar con su gran osico devoró al pequeño Arrax, a lo que Lucerys cayó de su dragón y se ahogó en las profundidades del agua del río de bastión de tormentas. Vhagar simplemente escupió los pedazos.
—Kelītīs Vhagar —ordenó Aemond a su dragona, dándose cuenta de la atrocidad que había cometido.
A lo que la majestuosa Vhagar obedeció a su jinete y se detuvo dándole unos minutos a su jinete de pensar, Vhagar aprovechó para escupir los restos de arrax. Después de todo, el camino hacia Kingslanding permaneció en silencio y el tuerto se hundió en sus pensamientos.
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Aemond entró con la ropa empapada a la habitación de su melliza. Por supuesto, muchos a esa hora ya estaban dormidos, aún nadie se enteraba de la tragedia que pasó hace unas pocas horas. tn estaba sentada en el peinador, cepillando su largo cabello plateado.
—Tenemos el apoyo y la lealtad de la casa Baratheon —le dijo Aemond a tn mirando esos hermosos ojos celestes de su melliza— y el bastardo de Lucerys ha muerto —finalizó el tuerto.
tn dejó de cepillar su cabello cuando escuchó lo último que Aemond dijo. Ella caminó hasta llegar al umbral de la entrada donde estaba el tuerto. La princesa apoyó su frente con la de Aemond.
—Todo está bien, yo estoy aquí — susurro tn al oído de Aemond, hablando en alto valyrio.
Los demás tal vez ahora podrían ver a Aemond como alguien sin escrúpulos que asesinó a alguien de su propia sangre, pero debido al vínculo que Aemond y tn tenían, solo ella podía entenderlo y comprender cómo el tuerto se sentía que era una mezcla de decepción y rabia contra sí mismo por no haber controlado a Vhagar.
—Pensé que era lo que quería, pero no fue así —respondió el tuerto en alto valyrio.
—Tú hiciste justicia divina —replicó tn en alto valyrio, tn tomó el mentón del rostro de su mellizo para que Aemond la viera.
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Las mil y unas noches | 𝑶𝒏𝒆 𝒔𝒉𝒐𝒕
FanficSi quieres saber lo que se siente que Aemond Targaryen haga el mundo arder por ti estas en el lugar correcto.