2 | Una más

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2 | UNA MÁS

*scott street - Phoebe Bridgers

12 años

Penny

Había pasado una semana.

Habían pasado siete días desde que no pisaba el instituto, y lo que más me preocupaba no era que solo había atrasado todas mis tareas, sino que había perdido la oportunidad de volver a hablar con esos chicos.

Con el pulso atorado en la garganta, caminé de puntillas por la habitación que compartía con mis dos hermanos pequeños. Gus, que apenas tenía dos años, estaba acurrucado en su pequeña cama, mientras que Bobbie me miraba con los ojos abiertos de par en par.

—Bobbie —ahogué un grito y me llevé la mano al pecho, asustada —. ¿Qué haces despierto?

—La marca —musitó sin pestañear. Me acerqué a la cama de debajo de la litera en la que él dormía y me senté a su lado. Me estremecí cuando alzó su dedo regordete y señaló mi mejilla, sin tocarme —. No se ha ido.

Armé toda la fuerza de voluntad posible para esbozar media sonrisa, aunque en realidad no tenía ganas de sonreír y me ardía la piel al hacerlo.

—No pasa nada, Bobbie. Se irá —le aseguré, tratando de tranquilizarlo. Le pasé los dedos por el pelo. Eso solía funcionar.

Tan solo tenía cuatro años, y pensar la cantidad de cosas que había tenido que presenciar en esta casa y lo que le esperaba a Gus me daban ganas de romper a llorar.

—Es temprano, ¿por qué no vuelves a dormir?

—No quiero —murmuró, acurrucándose junto a mí —. No quiero que te vayas.

—Tengo que ir al instituto —murmuré apenada, notando un calambrazo en el pecho —. Ya he faltado toda una semana, no puedo prolongarlo más.

—¡Pero volverá! —sollozó en mi regazo, completamente aterrado —. Volverán todos.

—Escúchame, Bobbie —tomé sus pequeñas mejillas entre mis manos y solté un suspiro entrecortado al ver sus ojos verdes llenos de lágrimas e impotencia —. Voy a terminar de prepararme y me marcharé a clase. Cuando lo haga, quiero que cierres con el pestillo que coloqué anoche en la puerta y vuelvas a dormir hasta que llegue la hora de ir al colegio, ¿de acuerdo?

Él asintió, todavía llorando, y me rodeó el cuello con los brazos.

—Lo siento, Penny —murmuró el cariñoso apodo que me había puesto cuando aprendió a hablar.

Yo también.

Lo estreché contra mi pecho con más fuerza de la necesaria y volví a sonreír, totalmente vacía en mi interior.

Con el dinero que me sobró una vez de la compra semanal, me arriesgué a comprar un bote de maquillaje. No conseguía tapar demasiado, pero esta vez el moratón no era tan grande, por lo que me lo apliqué con rapidez.

Me observé en el espejo. Sentía que la zona me seguía palpitando. Mi cabeza no dejaba de reproducir el instante en el que me dio la bofetada en la cara.

"Te crees especial, pero tu hermano no ha comido por tu culpa, maldita egoísta".

"No te mereces esa plaza en el instituto. No llegarás a nada".

"No quiero ni verte. Eres igual de zorra que tu madre".

Di un respingo cuando escuché la bocina del autobús fuera. Me apresuré a guardar los libros de texto en mi mochila, la colgué sobre mi hombro y le di un beso a Gus y Bobbie antes de irme. Pese a estar completamente aterrada, permanecí en el pasillo hasta escuchar el sonido del pestillo.

Un solo ritmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora