6 | Decisiones que tomar

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6 | DECISIONES QUE TOMAR

 *Fields of gold - Sting

16 años

Ax

Me desperté con una sensación plena y extraña en el pecho, cuando de pronto, me levanté de golpe.

Estaba en el salón. Concretamente, en el mullido y pequeño sofá. La luz se filtraba por la ventana de la cocina, tan brillante que tuve que llevarme la mano a la altura de los ojos hasta acostumbrarme a la intensidad.

Entonces vinieron todos los recuerdos de golpe.

Sherry tirando las cosas de Heath por la ventana. El tatuaje. Mamá yéndose a trabajar. La baja de Jerry.

Ella.

—¿Penny? —pregunté en voz alta, con la voz ronca. El corazón me dio un brinco en el pecho al no ver a nadie a mi alrededor —. ¿Chicos?

Sin embargo, nadie contestó. Estaba solo.

Se habían ido.

Con suma rapidez, busqué mi teléfono por todas partes, sin demasiado éxito. En cuatro zancadas, entré en mi habitación y maldije en voz alta por tener todo tan desordenado. Me alteré tanto cuando Penny me besó la noche anterior que dejé todo...

Joder.

Pen me besó.

Me llevé inconscientemente los dedos a los labios y después la mano a la cara, acojonado y asombrado a partes iguales por lo rápido que se me había calentado, y después me lancé a la cama en busca del maldito móvil. Necesitaba saber que ella y sus hermanos estaban bien, que no había pasado nada, que, simplemente, había tenido que llevarlos al colegio o algo así. Mierda, ¿dónde estaba ese maldito cacharro?

Finalmente, lo encontré bajo la almohada. Estaba prácticamente sin batería, pero la decepción fue la misma al ver que no había recibido ningún mensaje por su parte.

Desanimado y extraño a partes iguales, volví a la cocina y me preparé el desayuno más rápido de la historia: zumo y una tostada lo suficientemente dura como para partirme el diente, pero era día de partido, y si no engullía algo antes de jugar, era capaz de, o desmayarme en mitad del campo, o ser más bruto de lo necesario.

Fue duro en su momento para el equipo continuar con la ausencia de Heath y un par de jugadores más, teniendo en cuenta que eran una parte importante, pero también estaba contento con mi trayectoria, y me parecía que mi entrenador también. No solo estaba sumando muchos puntos para el equipo sino que, últimamente, jugaba mejor que nunca.

Cuando la cerradura de la puerta de casa emitió un chirrido y mi madre apareció por casa, no pude evitar decepcionarme un poco. No es que fueran a aparecer esos críos porque, para empezar, no tenían una copia de las llaves de mi casa, pero igualmente me habría gustado despedirme de ellos o... no sé, acompañarlos a clase. Hablar con Penny de lo que había pasado la noche anterior.

—Mamá —esbocé una sonrisa con cansancio, y la enfundé en un abrazo —. ¿Cómo ha ido el turno?

—Agotador —suspiró, devolviéndome el abrazo —, pero entretenido. Veinticinco puntos, tres muñecas rotas y un par de infecciones. Nada del otro mundo —se encogió de hombros, quitándose la goma que ataba sus rizos y dejando su melena libre.

Se dejó caer en el sofá, completamente agotada, y se frotó las sienes con los ojos cerrados durante un segundo.

—¿Cómo te ha ido a ti? Hoy tienes partido, ¿verdad? —quiso saber.

Un solo ritmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora